La vida en dos calles de Deusto
Juan Mari Aburto aprovecha el recorrido para hacer la compra y atender a decenas de personas: futbolistas a los que entrenó, gente que pide cosas y señoras que le comentan cuánto ha adelgazado
En los actos de campaña, lo que suele importar son los proyectos, los compromisos, las propuestas para mejorar Bilbao, pero todo eso queda en segundo ... plano en cuanto Juan Mari Aburto atraviesa el umbral del Mercado de Deusto. Allí, las clientas y alguna tendera parecen centrar su atención en un solo rasgo del candidato del PNV: su silueta. «¡Pero cómo has adelgazado! ¡Si no te había conocido!», le suelta una señora, con mucho aspaviento. Y a continuación se vuelve, con aire de confidencia, hacia Arantza Díez, la mujer del alcalde: «¡Ya puedes tener cuidado con este!».
El propósito de esta serie de paseos con los candidatos es recorrer junto a ellos alguna zona de Bilbao con la que tengan un vínculo sentimental especialmente marcado. Unos han elegido su barrio actual, otros han preferido recorrer las calles de su infancia e incluso hay quien sigue residiendo en el mismo sitio donde creció. Juan Mari Aburto ha optado por incorporar a los periodistas a su rutina del sábado por la mañana. Y, por supuesto, el escenario es Deusto, aunque su relación con el barrio no comenzó hasta la adolescencia, cuando el colegio en el que estudiaba -Santiago Apóstol- fue absorbido por el otro centro de La Salle, el de Avenida Madariaga, la misma calle en la que se encuentra el mercado.
Esa conexión se fue haciendo más y más fuerte. Por un lado, tuvo mucho peso el fútbol, como jugador y también como entrenador durante doce años en La Salle. Y, por otro, estaba Arantza, que sí es de Deusto de toda la vida. El paseo arranca en el Ariltze Berria, un bar que mira hacia el mercado: Juan Mari, que ya ha desayunado a primera hora su pan tostado con aceite y tomate, pide un cortado; Arantza se toma un zumo y un bocatita de tortilla que su marido no se resiste a probar. No parece mal momento para preguntarles cómo empezó aquella relación que ató al joven Juan Mari con Deusto. «Mi colegio era solo de chicos y se empezaron a hacer grupos de tiempo libre con las chicas del San José de Ibarrekolanda. Así nos conocimos», relata. Y, Arantza, ¿qué la enamoró de él? «Nos conocimos con 15 años, yo con el uniforme y los calcetines. Me pareció un chico serio, formal, pero con mucho humor: cuando empezaba a contar chistes, no paraba, y hoy lo sigue haciendo». El amor y el fútbol se entrelazaban en combinaciones insólitas: se casaron un sábado y, el domingo, ahí estaban, en un La Salle-Carranza de segunda regional. «Él en una banda, gritando, y yo en la otra banda, mirándole», evoca Arantza con gesto de resignación.
El cuestionario
La pareja entra al mercado con su bolsa reutilizable de Ezpeleta, la localidad labortana famosa por sus pimientos. La primera parada es la pescadería Deustuarrak, donde compran anchoas y una espléndida merluza, por un importe total de 35 euros. ¿Es verdad que el alcalde suele venir a la plaza? «Viene, viene, y es de los que no dan guerra», confirma la pescadera. ¿Y le eligen lo mejor? «Aquí todo es bueno». De la pollería María Jesús, el matrimonio se lleva una pechuga; de la carnicería Luis y Jon, un rabo, un solomillo de cerdo, tres filetes y un par de chuletas; de la charcutería Nieves, una morcillita y queso. «Ya veis quién maneja el dinero», sonríe Juan Mari mientras su esposa paga.
Un zurito 0,0
El itinerario de tienda a tienda es muy lento, como lo será luego el recorrido por la calle, porque le van parando cada pocos pasos. Algunos son viejos conocidos, como Sergio, uno de aquellos chavales a los que entrenó. ¿Cómo era el míster Aburto? «Exigente en los entrenamientos, pero en los partidos tenía palabras de ánimo. Era buen entrenador... y también es buen alcalde», echa un cable el leal defensa. Otros hablan con él por primera vez, como una señora que le reclama unos bancos: Juan Mari saca su famoso cuadernito rojo y toma nota. Los que tienen confianza, e incluso algunos que no, le hacen algún comentario sobre esos kilos -más de veinte- que se ha quitado de encima. «He recuperado la costumbre de hacer deporte, a las seis y media o las siete de la mañana, y me cuido un poco la alimentación: soy muy panero y ahora solo lo pruebo en el desayuno, no tomo alcohol y como de manera ordenada», detalla.
Tras una pausa para dejar la bolsa y un rodeo para visitar La Salle, el colegio donde estudió el candidato y donde Arantza es profesora, llega la hora de acercarse a Heliodoro de la Torre, el lugar habitual de la cita con la cuadrilla. Los amigos están en el bar JM y, de hecho, lo llenan, porque es un local tan diminuto como bien aprovechado. La mayoría le está dando a la manzanilla, en plan Feria de Abril, pero Juan Mari opta por un zurito 0,0 y tampoco catará esa panceta suculenta que el hostelero trae de Salamanca. «Lo malo es que nos lleva a hacer régimen a todos -protesta su amigo Jaime, ese elemento irónico que no puede faltar en ninguna cuadrilla- y después él adelgaza y yo no».
«Le he tomado el número de teléfono y la llamaré»
El cuadernito rojo aparece en dos ocasiones durante el paseo. La primera, en el bar Ariltze Berria, cuando una señora aborda al alcalde. «Es algo habitual, algo de verdad. Lo que esta señora plantea no será fácil de resolver, pero voy a interesarme. Le he tomado el número de teléfono y la llamaré. Muchas veces, más que una solución, lo que demandan es poderlo contar», analiza Juan Mari Aburto. ¿La llamará de verdad? «Ya te digo yo que sí -interviene Arantza-. Algún domingo, después de comer, se aparta a un rincón de la mesa y se pasa la tarde contestando cartas».
«Me gusta mucho cocinar rabo o sukalki, pero sin olla a presión»
De todos los ingredientes que se lleva del Mercado de Deusto, el que más motiva al candidato del PNV para ponerse el delantal es el rabo. «Me gusta mucho cocinarlo, o hacer un sukalki, pero necesito tiempo, porque no utilizo olla a presión. El rabo lo tengo cuatro o cinco horas, así que me hace falta una mañana de tranquilidad. Lo hago con pimiento choricero y le meto alcohol: vino tinto, vino blanco y un brandy con mucho aroma. La carne debe soltarse prácticamente con la mirada». Arantza dice que su marido tiene «buena mano» en las «cuatro cositas» que hace, y él protesta de inmediato: «¡Hago más de cuatro!».
«¡Agradezco que me pusieran Juan Mari!»
Juan Mari Aburto y su cuadrilla, delante del batzoki de Deusto, en la calle Heliodoro de la Torre. «Se da la circunstancia de que mi padre se llamaba Heliodoro», comenta Aburto. ¿Era tradición familiar, quizá? «No, no... Desde luego -se ríe-, yo le agradezco mucho que me pusiera Juan Mari».
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