La batalla por los gestos (un poco tensos) de los candidatos
Casi todos los debatientes se mostraron rígidos en exceso y huyeron de la confrontación
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Elixabete Etxanobe (PNV)
Un poco distante, sin correr riesgos
Cuando tienes más que perder se impone arriesgar menos. Y así lo hizo. La candidata del PNV interactuó poco con sus contricantes y cuando lo hizo se dirigió a ellos de manera formal: 'señora González', 'señor Casanova'. Demasiada distancia cuando se está a medio metro. Distancia estudiada, en todo caso, que en el cuerpo a cuerpo siempre se corren más riesgos. Fue, por razones obvias, la que más alusiones recibió, y le faltó mostrarse más receptiva con quienes le dirigían las críticas. Ella las escuchaba (las críticas) pero miraba al frente, los labios apretados, una media sonrisa de la que no se apeó. No es un buen gesto porque no es natural, sino forzada y eso te aleja. Protagonizó el mejor minuto final y tuvo tres aciertos. El primero, dedicar los diez primeros segundos a animar a la gente a votar, que esa bandera siempre suma adeptos. El segundo, presentar a su partido en clave de garantía. El tercero, pedir el voto, directamente y sin frases hechas.
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Iker Casanova (EH Bildu)
Demasiado rígido en el gesto
Bromeaba al final del debate con lo «bien acompañado» que estaba con sus contrincantes. Sonriente, relajado, muchísimo más natural con las cámaras ya apagadas. Porque en el debate se mostró un poco rígido, con la mano aferrada al atril, un poco acelerado al hablar, sobre todo al principio (luego se fue encontrando más cómodo). Mantuvo un tono a ratos distante, aunque se 'acercó' y acertó al referirse a «las sirenas de la calle» (en un momento del debate pasó una manifestación por la Gran Vía y él fue el único que aprovechó la circunstancia). Salvó el momento más controvertido, la inclusión de expresos en sus listas, con el discurso más que con el gesto, pero le faltó reaccionar a las alusiones que le hicieron por este tema el resto de partidos (casi todos). En ese momento se antojaba casi obligado pedir el turno de palabra, hacer amago al menos, pero permaneció impertérrito, sin mudar el gesto.
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Teresa Laespada (PSE)
Gesticulante en exceso, pero cómoda
Le tocó en medio en un grupo de cinco y eso siempre da una pequeña ventaja. No la necesitaba, en todo caso, la candidata socialista, que ganó la batalla por la gestualidad. Si al resto les advirtieron eso de 'miren al frente' (eso parecía), a ella, desde luego, no. Teresa Laespada recorría con la mirada a sus contrincantes y más allá, movía la cabeza a uno y otro lado; también las manos, que a ratos señalaban o puntualizaban, coherentes. No abandonó el tono pausado, aunque demasiado monocorde, salvo en las dos ocasiones que se dirigió directamente y por el nombre a dos de los debatientes: «Me alegro de oírte, Iker», reaccionó tras la intervención del representante de EH Bildu por la polémica de la inclusión en listas de miembros de ETA y midió la ironía cuando se mostró «de acuerdo con Raquel» (PP). En el minuto final, lazó una frase-eslogan '¿Te imaginas lo que podemos hacer? y eso chirrió un poco. A ella le queda mejor decir algo que no tenga escrito. Tal vez por eso no echó mano de los papeles que había guardado en el atril. Como el que lleva chuleta a un examen que ha estudiado.
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Eneritz de Madariaga (Elkarrekin Podemos)
Fue a hacer un mitin y quedó fuera del debate
La candidata de Elkarrekin Podemos se quedó fuera del debate. Ni hizo alusiones ni las recibió, y eso es lo peor que te puede pasar porque te invisibiliza. No ayudó tampoco que hablara todo el rato como si estuviera en un mitin. Casi cada frase encabezada con una promesa de 'nosotras', la mirada clavada en la cámara que tenía enfrente. Le habría favorecido tener que girarse, aunque sea un poco, para dirigirse al foco, al menos le habría dibujado un gesto más natural, le habría restado un poco de esa rigidez que no abandonó salvo en muy contadas excepciones, por ejemplo cuando echó un vistazo a los papeles. No suele ser un gesto agradecido, pero por lo menos le obligó a mudar la postura un poco. Perfecta en la vocalización, pecó de hablar a ratos muy despacio. Se soltó algo más en el minuto final, cuando, tras un repaso de éxitos (no es el momento para eso), se dirigió al votante: 'Que no te digan que es lo que hay'. Fue, junto, al representante de EH Bildu, la que más se excedió (aunque tampoco mucho) en el tiempo adjudicado.
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Raquel González (PP)
El discurso más de calle
Fue la única en saludar en castellano (todos los demás optaron por el 'egunon') y también fue la más directa en el discurso: 'cogimos carretera', 'no podemos poner todos los huevos en la misma cesta'... Se agradeció ese tono más de calle entre tanta frase con aroma a mitin. Y también que pidiera el turno de palabra (con las dos manos en alto) para responder por alusiones. Si había debate, la candidata del PP quería estar dentro, ser protagonista, aunque para ello tuviera que tirar a veces de tono un poco beligerante. Estuvo mejor durante el debate que en el minuto final, porque rompió la línea mantenida durante la hora previa, como si a los fuegos artificiales les fallara la traca final. Presentó a la Diputación más como una institución enfocada a cuidar de las personas que a recaudar, pero le quedó un discurso de mitin, como si estuviera repitiendo un eslogan. Era un minuto para arriesgar un poco más. Ella podía habérselo permitido. Lo había hecho, con buen resultado, durante todo el debate.