Vitoria, entre el 'big bang' de la movilidad y la renovación pendiente
Nuevo tiempo. La ciudad encara una nueva era con los puntos calientes del BEI y la convivencia de bicis y peatones. Pero también el alquiler protegido, rehabilitación de barrios, la regeneración industrial y comercial y el reto demográfico
Con la implantación del Bus Eléctrico Inteligente (BEI), los nuevos bicicarriles, la flamante llegada del tranvía a Salburua y el proyecto encarrilado para extenderlo a ... Zabalgana, cualquiera pensaría que Vitoria ha culminado en esta legislatura su gran revolución en materia de movilidad, una de las cuestiones donde Gorka Urtaran espera haber dejado su impronta. Pero vistas las semanas de precampaña, parece más acertado decir que el melón apenas acaba de abrirse. Que estamos en la fase de explosión del 'big bang'.
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Las candidatas del PSE, del PP e, incluso, del propio PNV han anticipado que son favorables a «estudiar modificaciones» en el trazado del BEI, sobre todo en cuestiones de señalización y de que comparta su carril exclusivo con otras medios de transporte. Son conscientes de que el bus eléctrico es un tema candente y que ha supuesto un elevado desgaste al actual alcalde de cara a postularse para la reelección. Ha redistribuido el espacio del tráfico para regocijo de los usuarios y la irritación de los conductores del coche, pero también ha tambaleado la prioridad de ciclistas y peatones. Es decir, los partidos intuyen que hay un equilibrio pendiente entre los dos principales 'bandos' que comparten el asfalto.
Mientras Urtaran aún confía en que el tiempo permita a la ciudadanía digerir la apuesta por la movilidad más arriesgada, los partidos que forman el actual equipo de gobierno (PNV-PSE) hacen de trapecistas para intentar modular la infraestructura sin romper su filosofía original. El bus eléctrico es, sin duda, el elemento más visible de la última legislatura, con permiso de la llegada del tranvía a Salburua, en plena recta final, la apertura de Gasteiz Antzokia y la transformación de Los Herrán, que se consolidarán con el próximo mandato ya iniciado.
Pero no es la única cuestión pendiente de la movilidad de Vitoria, cuya transformación total aún llevará aún varios años. Uno de los frentes por atender se encuentra precisamente en la construcción (o no) de una circunvalación en el Sur, un debate latente que se ha acelerado con el despliegue del BEI. La nueva Corporación deberá definir si Vitoria necesita una nueva carretera, ya que los resultados del estudio encargado por el Gabinete Urtaran no llegarán hasta dentro de un mes. De hecho, la gestión del tráfico centra buena parte de las preocupaciones de los vitorianos, tal y como reflejan los últimos sociómetros municipales.
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Aunque según las primeras aproximaciones de la compañía encargada de realizar el análisis parecen apuntar a un «problema menos grave de lo previsto» con los últimos desdoblamientos en Maite Zúñiga, Iturritxu y Zumabide, el resultado debe anticiparse, por ejemplo, al crecimiento que proyecta el barrio de Goikolarra (antes Aretxabaleta) a medio plazo.
Pero al margen de la disputa por el asfalto, Vitoria necesita atajar la convivencia entre las bicis y los peatones en las aceras, que se quedó pendiente en la segunda mitad de la legislatura. Los cinco grupos que componen el arco municipal coincidían en la necesidad de ordenar la particular 'jungla' de zonas peatonales, aunque señalaban que faltaban carriles bici para garantizar la seguridad de los ciclistas, sobre todo en calles como Florida y Manuel Iradier, donde el tráfico no está calmado.
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Y, por supuesto, el gran proyecto del soterramiento del tren, llamado a transformar el Ensanche y que no ha experimentado avances relevantes en su tramitación desde verano de 2019. Desde entonces el estudio informativo se encuentra a la espera de la declaración ambiental, atascado en un mar de alegaciones y ante el creciente temor de un aumento exponencial en el presupuesto de la obra. El escepticismo y la parálisis han llevado a desligar el tranvía de Zabalgana del soterramiento.
Además, Vitoria tiene que terminar de definir su Zona de Bajas Emisiones (ZBE), que en principio afectará al Casco Viejo y a una pequeña parte del Ensanche. A pesar de que el objetivo del Gobierno central era «establecer» el área en la que se restringirá el acceso de vehículos a principios de este año, múltiples municipios, incluida la capital alavesa, pidieron «más tiempo» para adaptarse a la nueva normativa.
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Hincar el diente a la almendra
Pero sería injusto centrar el foco en la movilidad, y más con los retos de envergadura que debe afrontar la capital alavesa. Sobre todo en cuestiones de renovación y rehabilitación, tanto de los barrios más antiguos (los que tienen más de 50 años) y de la industria, con amplias zonas degradadas en Betoño y Gamarra. El primer capítulo está abierto en Zaramaga, donde el Ayuntamiento persigue una regeneración de los edificios y del espacio público, y espera ser más eficaz que en Coronación.
Al margen de los procesos en marcha, el Consistorio debe hincar el diente al Casco Viejo, con al menos 160 edificios a la espera de rehabilitación tras un frenazo brusco en la financiación pública que dura ya quince años. Tampoco hay que olvidar las recientes reivindicaciones de los vecinos y agentes sociales del Casco Viejo, preocupados por el alza de los episodios violentos y de la «degradación» que, según advierten, arrastra varios años. Capítulo aparte merece el Ensanche, donde la manzana de Urteim ha vivido una oleada de aperturas y, sin embargo, varios puntos del Masterplan centro permanecen en el tintero cinco años después. Sin problemas tan graves en la rehabilitación, el Ensanche pide más brillo para volver a ser el gran escaparate de la ciudad.
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El otro gran frente se encuentra en la renovación de la industria. Por un lado, deberá definir si dispone de una mayor capacidad de suelo, algo que no aborda el nuevo Plan General, pero que ha obligado a las candidatas a abrir la puerta a cambiar el documento urbanístico y a asegurar que van a «escuchar» a los empresarios, quienes alertan de una posible «pérdida de competitividad» en el sector.
La principal apuesta que ha colocado sobre la mesa el actual gobierno municipal se centra en reactivar Gamarra y Betoño con modelos industriales más vinculados a la tecnología, y alrededor de nuevos servicios. Sin embargo, el sector ha advertido de que esa remodelación lleva tiempo, ya que existen numerosas parcelas contaminadas o en desuso, y se trata de un ámbito de actuación de unas 400 hectáreas. Esto es, diez veces el espacio de Zorrozaurre, en Bilbao.
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Pero más allá de las 'patatas calientes' específicas del modelo de la ciudad y de su evolución reciente, la capital alavesa necesita respuestas a cuestiones sociológicas más amplias, que no sólo le competen a ella. Entre ellas destaca el reto demográfico, aunque Vitoria ha regresado a la senda del crecimiento tras un pequeño retroceso en la pandemia. Esto le permite ser algo más optimistas que las ciudades del entorno, sin olvidar que el aumento de la población se debe principalmente a la llegada de inmigrantes, y que las proyecciones que realiza el Instituto Nacional de Estadística (INE) le pone fecha de caducidad poco después del 2030, cuando comenzaría un retroceso. De momento, eso sí, son estimaciones.
Pero sólo con algunos datos puede exponerse el frágil escenario al que se asoma la ciudad. Vitoria tenía 256.743 vecinos censados al cierre de 2022, 2.298 más que un año atrás, gracias al impulso de los colombianos. Ese crecimiento representa el 0,9% de la población total. Sin embargo, la media de edad supera ahora los 45 años y el número de niños menores de 2 es ya similar al de los mayores de 90 (algo menos de 4.000 personas).
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Este crecimiento, sumado a que los hogares tienen cada vez menos integrantes, obliga a Vitoria a acelerar en la construcción de viviendas. En especial, las VPO de alquiler, que arrastran una demanda de cerca de 9.000 personas sólo en la capital. El último convenio suscrito con el Gobierno vasco para desbloquear 960 pisos en Salburua es un gran primer paso que precisa continuidad. Algunas formaciones, de hecho, achacan a Vitoria la falta de un parque municipal de vivienda desde hace tiempo.
Tampoco hay que olvidar la reinvención del comercio, al que amenaza el modelo de las grandes plataformas on line. Puede decirse que el tejido comercial y hostelero ha resistido en cierta forma durante el último mandato, con 44 comercios menos que al final del 2019. A día de hoy, las calles de la capital alavesa poseen 2.831 tiendas y 1.372 bares, que suman 4.203 establecimientos en total.
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Esta es una de las áreas en las que la huella de la pandemia todavía se deja ver. Parece lejano, pero aún hay indicadores en los que el fantasma del virus que paralizó por completo la actividad económica y el turismo todavía se percibe. Se trata del empleo, donde Vitoria tiene ahora algo más de 15.000 demandantes. La tasa roza el 11%, casi medio punto más que en 2019. Con todo, la recuperación en la capital alavesa de los dos últimos años ha resultado más que aceptable, ya que llegó a rozar los 17.000 parados al final de 2020. Entonces suponía más del 12%.
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