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Por qué leer 'Las nuevas rutas de la seda. Presente y futuro del mundo'

El investigador Peter Frankopan aborda en su último libro la pujanza de las economías asiáticas frente al «tartamudeo de Europa»

Miércoles, 27 de noviembre 2019, 19:57

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«Hubo una vez en la que todos los caminos llevaron a Roma. Ahora llevan a Pekín». La frase pertenece a 'Las nuevas rutas de la seda. Presente y futuro del mundo' (Crítica), obra que pretende demostrar cómo el eje de la economía mundial se está desplazando desde Occidente hasta los países asiáticos. Se trata del último libro de Peter Frankopan, investigador del Worcester College (Oxford) y director del Centre for Byzantine Research en la Universidad de Oxford. Para describir esa pujanza asiática Frankopan alude a las «rutas de la seda», término propuesto a finales del siglo XIX por el geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen para describir las redes de intercambio de mercancías, ideas y personas que conectaban la China de la dinastía Han con el resto del mundo.

Según la teoría del historiador británico, el pasado del mundo «fue moldeado por lo que ocurría a lo largo de las rutas de la seda; y lo mismo sucederá en el futuro». Y sentencia que actualmente las decisiones «realmente trascendentes» ya no se toman en París, Londres, Berlín o Roma, como sucedía hace cien años, «sino en Pekín y Moscú, en Teherán y Riad, en Delhi e Islamabad, en Kabul y en las zonas de Afganistán controladas por los talibanes, en Ankara, Damasco y Jerusalén». Vivimos en «el siglo asiático», en una época en la que el Producto Interior Bruto (PIB) global «se está desplazando de las economías desarrolladas de Occidente a las de Oriente en una escala y a una velocidad asombrosas».

El poderío de la región que se encuentra entre el Mediterráneo y el Pacífico se sustenta en parte sobre su «riqueza agrícola»: siete países (Rusia, Turquía, Ucrania, Kazajistán, India, Pakistán y China) cultivan más de la mitad de toda la producción mundial de trigo. «Y cuando añadimos países del Sudeste Asiático como Birmania, Vietnam, Tailandia e Indonesia, alcanzan casi el 85 % de la producción mundial de arroz», se destaca en el libro. También en Asia se encuentran elementos como el silicio, «que tiene una función clave en la microelectrónica y la producción de semiconductores y del cual Rusia y China reúnen las tres cuartas partes de la producción mundial». O las tierras raras (itrio, disprosio o terbio, por poner algunos ejemplos), «elementos esenciales para una variedad amplísima de productos, desde los superimanes hasta las baterías, o desde los actuadores electrónicos hasta los ordenadores portátiles, y de los que en 2016 solo China producía más del 80 % de la producción mundial».

China sería la punta de lanza de esa expansión asiática, país en el que «más de 800 millones de personas han salido de la pobreza desde la década de 1980». Un cambio que no sólo ha transformado al Gran Dragón, «sino también al resto del mundo». Y pone como ejemplo la acción de un empresario de Pekín, que en previsión del aumento de la clase media china, ha comprado 3.000 hectáreas de cultivo en el centro de Francia «con el objetivo de abastecer de harina las más de mil 'boulangeries' (panaderías) que planea abrir por todo el país».

Las clave está en las infraestructuras

El viceministro de Asuntos Exteriores chino, Le Yucheng, suele recurrir a un viejo proverbio local según el cual «si quieres hacerte rico, primero tienes que construir carreteras». El atraso de determinadas partes del mundo se explica en parte por el subdesarrollo de las infraestructuras, circunstancia que China pretende resolver con la 'Iniciativa del cinturón y la ruda de la seda'. Se trata de un mosaico de proyectos que incluye «la construcción de estaciones de carga y 'puertos secos', como el de Horgos en la frontera de China con Kazajistán», con el que se pretende crear una red de conexiones y nuevas rutas ferroviarias «que permitan el transporte terrestre de mercancías no sólo a través de la columna vertebral de Asia, sino también a las entrañas de Europa».

En comparación con ese dinamismo que representan las nuevas rutas de la seda, «Europa no se está moviendo tanto a una velocidad distinta como en una dirección diferente. Mientras en Asia la historia que se cuenta trata del aumento de las conexiones, la mejora de la colaboración y la intensificación de la cooperación, en Europa los temas son la separación, el volver a levantar barreras y la 'recuperación del control'. El 'Brexit' constituye »un claro ejemplo de esta tendencia«. Y es que, como recuerda Frankopan, «el tartamudeo de Europa crea oportunidades para otros».

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