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Jorge Murcia
Miércoles, 21 de mayo 2025, 00:50
Jim Ratcliffe (Failsworth, Inglaterra, 1952) es la segunda persona más rica de Gran Bretaña -posee una fortuna de 13.600 millones de dólares según el índice Bloomberg-, un ingeniero químico transformado en empresario e inversor al que le está costando dar con la fórmula para reflotar el Manchester United.
Llegó hace casi año y medio al club de sus amores tras comprar una participación del 25% a los Glazer, familia estadounidense que conserva aún la mayoría accionarial. En todo ese tiempo, la crisis económica, deportiva e institucional del United no ha hecho más que agravarse.
En su primer año como copropietario el club ha perdido 120 millones de euros y engordado aún más su preocupante deuda. De momento nada sale según lo previsto. Algo a lo que no está acostumbrado Ratcliffe, experto en comprar activos empresariales poco valorados para agruparlos en conglomerados de éxito.
El empresario inglés nació en la periferia de Manchester en el seno de una familia humilde y vivió toda su infancia en una vivienda protegida. Sacó el título de ingeniero químico por la Universidad de Birmingham en 1974, y después de trabajar en multinacionales petroleras (BP y Esso), fue contratado por Courtaulds, fabricante de tejidos y productos químicos.
Hasta que su carrera viró hacia el mundo de la inversión. Ingresó en la plantilla de Advent International, donde se fogueó en el arte de negociar antes de crear -junto a su colega y empresario John Hollowood- sus propias empresas, creadas a partir de divisiones especializadas de compañías más grandes.
Primero fue Inspec (en 1992), y seis años más tarde se embarcó en solitario en la aventura de Ineos, multinacional petroquímica de la que hoy sigue siendo accionista mayoritario. Durante toda su carrera se ha labrado una reputación de duro negociador, conocido en ambientes sindicales como 'Dr. No'.
Lo saben bien los trabajadores de la refinería de Grangemouth, que en 2013 amenazó con cerrar, dejando a 800 empleados en la calle. Después reculó, cuando el principal sindicato aceptó un plan de inversión de 300 millones de libras.
Ratcliffe protagonizó en 2016 la primera importación de gas de esquisto (extraído mediante la técnica de 'fracking') desde Estados Unidos, lo que desató la cólera de los grupos ecologistas.
Un año después compró Belstaff, fabricante de ropa de lujo para motoristas, la que en su día lucieron figuras como el actor Steve McQueen. Y en 2019 desembarcó en el mundo del ciclismo al adquirir el antiguo Team Sky, que pasó a llamarse Ineos Grenadiers.
Ratcliffe estaba inmerso en una acelerada diversificación de sus negocios. Como la fábrica que habría de resucitar al mítico Land Rover Defender. Un nuevo 4x4 -el Ineos Grenadier- que en principio se iba a fabricar en Gales… pero que ha terminado ensamblándolse en Francia.
«Business is bussiness» («el negocio es el negocio»), debió pensar el empresario inglés, ferviente defensor del Brexit, al menos antes de materializarse. Por si fuera poco, en 2020 trasladó su residencia a Mónaco. Evidentemente, por razones fiscales.
Ratcliffe puso después su atención en el fútbol. Es propietario del Niza (Francia) y del Lausanne-Sport (Suiza). Y en mayo de 2022 realizó una fallida oferta de 4.250 millones de libras por el Chelsea.
Ocho meses después, en enero de 2023, anunció su intención de comprar una participación del Manchester United a la familia Glazer, duramente criticada por la afición, que le reprochaba su escasa -o más bien desafortunada- inversión en el club.
Desde la retirada de su gran leyenda Sir Alex Ferguson en 2013, los seguidores de Old Trafford no han tenido muchas alegrías, más allá de la etapa de José Mourinho, que se saldó con una Copa de la Liga y una Europa League (ambas en la temporada 2016-2017). Desde entonces, y hasta la Copa Carabao 2022-2023, no ha alzado ningún trofeo de importancia.
En nochebuena de 2023 materializó su desembarco en el club: compró el 25% de las acciones (por 1.300 millones de dólares), al tiempo que asumía el control de operaciones futbolísticas. Aterrizó con una promesa de invertir 300 millones de dólares de su propio bolsillo y de volver a ganar la Premier League en 2028, cuando el club cumplirá 150 años.
Empezó a tirar de chequera para contratar a jugadores por cifras astronómicas, y reforzar el cuerpo técnico con más entrenadores y mánagers. También impulsó un nuevo centro de entrenamiento, y anunció la construcción de un estadio para 100.000 espectadores que sustituirá al vetusto Old Trafford.
Lastrada por la mala situación deportiva -que puede paliarse en parte este miércoles en Bilbao-, las cuentas de club no han mejorado en el primer año de Ratcliffe en los despachos: a finales de 2024 acumulaba una deuda de más de 700 millones de libras. De esa cantidad, 425 millones se corresponden con una emisión de bonos colocados entre inversores privados que vencen en junio de 2027, con una rentabilidad del 3,8%.
En esta tesitura, el empresario inglés no ha tenido más remedio que sacar a pasear la tijera con un plan de recorte de gastos que, entre otras cosas, supuso eliminar los viajes de ida y vuelta a la final de la Copa FA en Londres para 1.100 empleados, así como una fiesta posterior al partido y el alojamiento en un hotel.
Incluso, según cuenta el diario 'The Telegraph', el club devolvió un pedido de papelería que había encargado. Economía de guerra en el que hace poco llegó a ser el equipo más valorado del mundo.
Otra decisión de Ratcliffe fue transferir su participación en el club -que en diciembre se elevó del 25% al 29%- a Ineos Ltd, matriz del conglomerado químico. Lo que, a su vez, traslada una mayor presión financiera al grupo Ineos, que presenta una deuda de más de 15.000 millones de euros.
Ratcliffe quiere volver pronto a la rentabilidad y dejar atrás un periodo de cinco años seguidos de pérdidas. En este propósito, a finales de febrero, anunció el despido de 250 empleados, después de que el pasado año echara a una similar cantidad de trabajadores.
Pocos días antes había escribió una carta a los aficionados avisándoles de que los precios de los abonos y las entradas podían aumentar aún más. Cualquier cosa, hasta ahorrar en folios, para dar con la fórmula que saque al United de su bache.
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