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iratxe bernal
Jueves, 22 de septiembre 2022, 00:30
Es muy difícil que alguien haya contribuido tanto a difundir el nombre de una ciudad como hizo Heraclio Fournier con Vitoria con un simple gesto; grabar el nombre de la capital alavesa en el as de oros de su versión de la baraja española allá por 1879.
El apellido Fournier recaló en la Vitoria en 1870 cuando Heraclio, un joven burgalés de ascendencia francesa, compró a su cuñado, un litógrafo de Limoges que le había enseñado el oficio desde crío, el pequeño taller de estampación que éste había abierto dos años antes en número 5 de la plaza Nueva. Allí se imprimían tarjetas, etiquetas, sobres y papel de carta con membrete hasta que él, haciendo gala de su talante innovador, decidió realiza sus primeros naipes.
El éxito del producto le animó a perfeccionarlo no sólo mejorando las técnicas de impresión empleadas; además encargó al profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria Emilio Soubrier y al pintor alavés Díaz de Olano un diseño propio, de la casa Fournier, para la baraja española. Este diseño, con leves modificaciones, se ha mantenido invariable a lo largo del tiempo y se ha convertido en el referente. Tanto, que tras un largo litigio, en 2005, la UE ratificó una resolución de la Oficina de Armonización del Mercado Interior que anulaba el registro como marcas propias de las representaciones del caballo de bastos, el rey de espadas y de una espada de la baraja española logrado por la marca en 1996. ¿La razón? Los dibujos son tan populares que ya no representan a la propia marca sino a la baraja, de modo que otro diseño podría despistar al jugador y, por tanto, el de Fournier debe quedar a disposición de todos los impresores de barajas españolas.
Aquellos naipes no sólo destacaron por su diseño sino por el mimo de toda la elaboración; se trataba de un producto muy cuidado realizado con varias capas de papel de calidad unidas con cola negra para evitar que se transparente y con impresión tipográfica a doce colores y un barniz de elaboración propia (y secreta) que hace que se deslicen suavemente. Todo muy del gusto por los detalles de su creador, que en 1889 consigue el premio al diseño de naipes en la Exposición Universal de París y en 1890 el premio en la Exposición de la Sociedad Científica de Madrid por los avances técnicos de impresión.
Además, Fournier destacó por ser un adalid de cualquier adelanto tecnológico. Fue el primero en usar máquinas de vapor y en solicitar en Álava permiso para instalar una línea telefónica, que comunicaría su residencia con la primera fábrica en la calle Manuel Iradier. Su relevancia para la ciudad era tal que a principios del siglo XX, el recorrido del ferrocarril se desvió precisamente para dar soporte a esta planta. También se le recuerda por su preocupación por sus trabajadoras (la mayoría de la plantilla eran mujeres) para quienes creó la Sociedad de Previsión Social para Socorros a Enfermos.
A su muerte, en 1916 en Vichy a los 67 años, es su nieto, Félix Alfaro Fournier, quien toma las riendas de la compañía y la consolida en un referente nacional e internacional introduciendo además nuevas variedades de naipes. Durante su gestión las cartas empezaron a usarse como un elemento didáctico, lo que permitió a la firma diversificar su producción con juegos que lo mismo sirven hoy para aprender los diferentes instrumentos musicales que los Derechos Humanos o las bondades del reciclaje pasando por la clásica 'familias de siete países', que desde 1965 enseña a los niños las diferentes etnias. Eso sin olvidar la colección de cartas de adivinación y tarots, aunque, obviamente, la reina de las ventas es la baraja española y la princesa, la de póker. También fue él quien comenzó la colección de cartas que acabaría dando lugar al Museo Fournier de Naipes de Álava.
De sus talleres de Gojáin salen 16 millones de barajas al año (un naipe cada 1,5 segundos) con destino a más de setenta países, pero no son lo único por lo que la firma es mundialmente reconocida. La empresa es además un referente en la impresión de sellos de correos desde que, durante la Guerra Civil, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre quedara en zona republicana y el Gobierno de Burgos le encargara realizar el primero con la efigie de Franco.
Con los años, la familia dejó la gerencia, y la empresa ha pasado a integrarse, sucesivamente, en USPCC, Jarden Corporation, Newell y desde 2020 en Cartamundi, el gigante que además de producir barajas coleccionables también elabora el Monopoly o el Trivial.
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