Los gastos de la banca
En la primera parte de mi artículo me centré en la parte de ingresos de un banco. En esta segunda completaré la reflexión con la parte de los gastos. En la cuenta de resultados de una entidad financiera los principales gastos son los derivados de abrir la persiana (gastos de personal, gastos generales, amortizaciones) y las provisiones para cubrir insolvencias o deterioros.
En cuanto a los gastos, en los últimos años el sistema bancario ha realizado un ajuste importantísimo, principalmente en el adelgazamiento de sus plantillas. Desde la crisis se han perdido cerca de 85.000 puestos de trabajo (un 30% de los que había) y se han cerrado más de 18.000 sucursales. El efecto en la reducción de costes ha resultado evidente, como también lo han sido las importantes cantidades que los bancos han tenido que dotar para cubrir estas jubilaciones anticipadas. En todo caso, menos plantilla y menos oficinas reducen sensiblemente los gastos de administración de las entidades y aligeran de forma significativo su cuenta de resultados.
Pero la reducción de estructuras no solo tiene que ver con la crisis. Tiene sobre todo connotaciones tecnológicas y de mercado. Los avances tecnológicos hacen hoy en día viables por vía electrónica casi la totalidad de las operaciones que realizamos con un banco. Por tanto, nuestra relación con el banco es a través de nuestro ordenador y, cada día más, de nuestro smartphone. Tal es así que lo más probable sea que los clientes más jóvenes no lleguen a pisar en su vida una sucursal bancaria, y como mucho para sacar dinero en un cajero automático. Y, sin embargo, los clientes más mayores todavía piden una relación más humana y directa, porque el calor humano todavía cuenta en este negocio.
No es cuestión de entrar en profundidad, pero la entrada en vigor de la directiva europea MIFID II sobre Mercados de Instrumentos Financieros plantea unas reglas de juego en materia de información sobre productos y protección de inversores que ponen en primera línea a los gestores de cuentas. Posiblemente sea a través de esta figura donde se canalice la relación entre el cliente y su banco.
El segundo factor son las provisiones. Como resulta natural, cuando un crédito no se paga el banco tiene que contabilizar esa pérdida y provisionarla. A partir de aquí la normativa bancaria establece una serie de criterios generales para realizar provisiones en función de la probabilidad de que el impago se produzca, y de la pérdida estimada. El caso es que cuanta más tasa de mora (más gente que no te paga) tenga un banco y más riesgo tengan sus operaciones de crédito, más tendrá que provisionar. Estamos hablando de la propia gestión del negocio, de tal forma que cuanto más riesgo soportemos más tendremos que dotar a provisiones, y más probabilidades tendremos de entrar en pérdidas. Tan importante es esto que todos los bancos que han quebrado en España, y me atrevería a decir en el mundo, lo han hecho porque su tasa de mora ha alcanzado niveles insoportables, han tenido que provisionar estos impagos, han entrado en unas pérdidas que se han comido el capital de la institución, y la han hecho inviable.
¿Cómo está el tema a fecha de hoy? Pues bastante mejor que hace unos años. Ahora la tasa de mora del sistema financiero español se sitúa algo por encima del 6%. Esta situación presiona menos la cuenta de resultados vía provisiones y se constituye en uno de los elementos fundamentales para lograr un crecimiento en los beneficios.
Hay un último factor que últimamente juega, y mucho, en la cuenta de resultados de un banco. Es la fiscalidad. Existe un desajuste temporal entre cómo contabiliza las provisiones la normativa bancaria y cómo lo hace la tributaria. Sin entrar en más historias, esto hace que en el activo del balance de un banco se genere una inmensa partida titulada 'Activos por impuestos diferidos', que es la cantidad que un banco tiene reconocido por gastos que eran deducibles, pero que la normativa fiscal española no permitía deducir en dicho año. Esta cantidad es una especie de reconocimiento de deuda con un gran valor para los bancos, ya que tiene su contrapartida en el patrimonio neto de la entidad y por tanto cuenta para su solvencia, aspecto este vital en un banco. El caso es que la banca española dispone de una inmensa bolsa (en torno a 40.000 millones de euros) por activos fiscales diferidos que poco a poco van imputando en sus cuentas de pérdidas y ganancias.
Por tanto, bajan los gastos de administración del banco, bajan las provisiones, y además los activos fiscales diferidos contribuyen a mejorar los resultados. Si todo esto se produce con mayor intensidad que el deterioro de ingresos por estrechamiento de márgenes y menos ingresos por operaciones financieras, el banco aumentará sus beneficios. En caso contrario…
A estas alturas ya me he vuelto a comer el espacio previsto para el artículo. Sin embargo, no quisiera dejar este asunto sin referirme a un aspecto vital para comprender lo que está ocurriendo en el sistema bancario europeo, y por añadidura en el español. Este es la entrada en escena del Mecanismo Único de Supervisión del Banco Central Europeo. Lo dejo para la tercera parte de esta breve reflexión sobre la banca en España.