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Europa y sus debilidades

Lunes, 29 de octubre 2018, 09:32

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Es indudable que a todos nos gustaría, y es lo que pretendemos, que Europa continúe siendo una potencia económica y comercial, situada, a poder ser, entre las primeras del mundo y capaz de mantener valores que compartimos muchos de los que vivimos en territorio de la Unión Europea (UE). Valores como la solidaridad, la igualdad, la importancia de la persona humana, la atención a las necesidadesde todos/as, la igualdad de trato, la competencia profesional y una visión a medio y largo plazo inteligente y acertada. La superación total de la crisis que ha sufrido la zona euro es uno de esos retos.

Quizá no seamos totalmente conscientes de ello, pero hemos de aceptar que para los responsables de la UE no es lo mismo actuar influyendo en las economías del norte de Europa (Alemania, Bélgica, Austria, Finlandia y los Países Bajos), que actuar en las economías de la Europa meridional, donde se encuentran Portugal, Grecia, España e Italia. La mala situación económica que hemos vivido, y de la que todavía no nos hemos recuperado al completo, parece habernos llevado, en lugar de a reconocer los valores de nuestros socios, a considerar sólo y exclusivamente sus defectos. Al menos es lo que destaca a juzgar por los comentarios que hemos oído/leído, que dan la impresión de que es normal calificar a los griegos como «poco trabajadores », a los alemanes como «duros» o a los italianos como «irresponsables». No parece que este sea el buen camino.

En el presente, la solidaridad social en Europa no logra sobrepasar las fronteras nacionales. Los líderes políticos deberían pensar acerca de este hecho tan poco recomendable y analizar el grado de responsabilidad de cada parte, así como la forma en que se puede superar una situación como esta que no nos lleva a ninguna parte. En Europa no tenemos, y es otro problema, una unión bancaria capaz de mantener los flujos financieros internacionales, aunque sí ha demostrado capacidad de identificar y de ir eliminando entidades financieras insolventes.

Afortunadamente no todo son problemas. Hay, también, novedades positivas. Como ejemplo, fijémonos en la posición que mantiene Ann Schmidt, Directora del Centro para el Estudio de Europa y profesora en la Universidad de Boston. Para ella, y para muchos europeos, la integración europea ha supuesto un impulso de gran envergadura para las democracias de los Estados miembros, porque les ha permitido enfrentarse a la globalización económica en un mundo cada vez más interdependiente y competitivo.

Hay bastantes europeos que sienten que la política monetaria, la organización económica, el mercado laboral, las fronteras y la inmigración, entre otros, han ido entrando, de forma gradual, dentro de las políticas europeas perdiendo la cercanía que antes tenían y perdiendo, también, parte de la flexibilidad a la hora de tener que introducir cambios y mejoras.

Se podría afirmar, como hace Ann Schmidt, que la integración europea ha supuesto un impulso de gran envergadura que ha permitido enfrentarse a la globalización económica, en un mundo cada vez más interdependiente y competitivo; pero, «al mismo tiempo que los procesos de integración han servido para mejorar la calidad sustantiva de las democracias europeas, también han empobrecido la calidad de sus procedimientos y dinámicas políticas».

Si aceptamos este diagnóstico no queda más remedio que reconocer que: 1) la UE necesita renovarse; 2) precisa introducir una mayor descentralización de la responsabilidad en el plano nacional; y, al mismo tiempo, 3) tiene que seguir garantizando que, en la esfera europea, se produzca la necesaria coordinación de las políticas. La tarea no es fácil.

Como sabemos, la UE podría ser definida y caracterizada como 'La suma de sus instituciones: Comisión Europea, Parlamento europeo, Consejo de Ministros y Consejo Europeo'.

Al menos de momento, nada hay que pueda sugerir la aparición de un único Estado europeo. Y para los líderes de las naciones europeas no es siempre posible contentar a los ciudadanos de sus países, al estar sus políticas nacionales supeditadas a cumplir con las directrices de la UE. Puede sonar como una exageración, y quizá lo sea, pero no siempre se sabe con certeza que política terminará aplicando la UE.

Imposible terminar esta reflexión sin hacer referencia al 'Brexit', ejemplo de alguna de las debilidades de la UE. Sería estupendo que Reino Unido resolviera sus propios problemas a nivel nacional y, al mismo tiempo, tratara de ayudar a la UE a mejorar la democracia de sus instituciones si esto es lo que no les satisface. No lo sé. Lo que sí sé es que vivimos una situación en la que se palpa la desconfianza entre países y el escaso apoyo a las instituciones europeas. Necesitamos conseguir una mayor integración entre los Estados miembros, objetivo, que por lo observado hasta el momento, no es fácil de lograr.

Y termino con la opinión del economista Alberto Alesina:

La confianza mutua es un elemento clave para que un sistema de gobierno funcione sin problemas. Y lo es porque:

1) promueve la inversión y el crecimiento; 2) facilita el comercio internacional; 3) mejora el funcionamiento de los mercados financieros y 4) consigue que los ciudadanos se involucren más en la política.

Quedan bastantes temas que tratar, temas como el de la política exterior de la UE, la necesidad de un incremento en la productividad, la respuesta a la lucha contra el cambio climático, que ha sido y sigue siendo una de sus preocupaciones. ¿A qué esperamos?

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