Así se desmonta una central de carbón

El pasado 30 de junio siete centrales de carbón españolas dejaron de producir electricidad para siempre, y pocos meses después otra más se sumó a la lista. A lo largo de este año se apagarán otras tres, de manera que en 2022 sólo quedarán dos en activo, las únicas que han llevado a cabo las reformas exigidas por la Unión Europea para reducir su impacto ambiental. El fin de la era del carbón está llegando a su fin, pero queda un epílogo que escribir: el desmantelamiento de unos colosos que durante décadas contribuyeron a alimentar el progreso industrial de un país.

Un proceso largo, arduo y costoso (60 millones de euros) que las eléctricas propietarias acometen durante estos meses. Endesa comenzó el pasado mes de febrero los trabajos de desmantelamiento de su planta de Andorra, en Teruel. La central consta de tres grupos con una potencia conjunta de 1.101 megavatios, que entraron en funcionamiento entre 1979 y 1980. Ocupan una superficie de 469 hectáreas con tres zonas diferenciadas: un área que alberga los grupos de generación eléctrica, otra con plantas de desulfurización y una tercera donde se ubica el parque de almacenamiento de carbones y caliza.

La central será derruida para dar paso a un complejo de energía renovable compuesto por varios parques fotovoltaicos y uno eólico. Un proyecto global que movilizará a unas 140 personas como mano de obra directa que se ocuparán de los trabajos durante 48 meses.

El proceso de desmantelamiento de la planta térmica requiere, en primer lugar, de la preceptiva autorización administrativa. José Luis Villabrille, responsable de Proyectos de Ingeniería de Endesa, lo compara con el desguace de un coche: «Primero lo paras y le quitas el contacto. Una vez la administración ve que efectivamente está parado y no puedes arrancarlo más, porque le has cortado los cables del contacto al motor, te da el permiso para la siguiente fase».

Ese paso siguiente se denomina 'phase out' o desconexión progresiva. «Algo así como si en el motor del coche desconectas la batería, retiras el combustible y dejas todo limpio para que cuando vayas a cortar no tengas un incidente», ilustra Villalibre. «Y de forma paralela tienes que acotar los accesos a la zona, revisar elementos susceptibles de caída, etc.», añade. En ese momento, cuando la planta ha quedado libre de presión, tensión y temperatura, la compañía eléctrica se la entrega al contratista encargado del desmantelamiento, que en este caso es la UTE Moncobra-Rebilita.

El primero de los trabajos de campo contemplados en este proceso comenzó en febrero, con la demolición de los equipos que se utilizaban para la descarga, almacenamiento, homogeneización y transporte de carbones hasta la zona de molinos de las calderas: máquinas recogedoras, apiladoras, cribas, cintas y otra clase de estructuras.

De forma paralela a la actuación en el parque de carbones, en abril comenzaron los trabajos en el interior de las torres de refrigeración. Consisten, básicamente, en la retirada de elementos internos, como trabajo previo a la demolición de las estructuras. «Limpiamos y retiramos los aceites, y otros materiales más peligrosos como el amianto. Todo ello con procedimientos especiales muy controlados», explica el ingeniero de Endesa. «También retiramos los aislamientos térmicos: en las calderas se quita el recubrimiento de aluminio, después la manta de protección térmica hasta que te encuentras con la tubería de acero».

Lo más complicado de todo este proceso es, según Villalibre, el trabajo en altura, como el que requieren la chimenea (343 metros) o las calderas (unos 80 metros). «Son momentos delicados, sobre todo cuando preparas los trabajos de voladura. Es más difícil derribar que montar, porque en este último caso controlas perfectamente todo el proceso. Sin embargo, cuando lo tiras, es más difícil porque las estructuras tienen su propio comportamiento», dice.

Según indica la compañía, en la gestión integral de desmantelamiento se aplica un sistema de «demolición selectiva» para segregar y caracterizar cada una de las casi 260.000 toneladas que conforman el volumen de demolición. Este método, junto con la aplicación de la economía circular en la gestión de residuos, «permitirá su máximo aprovechamiento, bien para su posterior reutilización como segundo uso, bien como materia prima». Con este proceso «se consigue aprovechar entre el 80 y el 90% de todo el material», calcula Villalibre.

El equipo humano encargado de desmantelar la central procederá, destaca Endesa, en su mayoría de antiguas empresas contratistas de la eléctrica, «o de residentes en las comarcas de Andorra-Sierra de Arcos y Bajo Aragón.

Otra de las singularidades del proyecto de desmantelamiento es que los trabajos de demolición se compatibilizan con actuaciones de desarrollo de futuros parques de generación eléctrica renovable en el mismo emplazamiento. El primero de ellos es un parque solar fotovoltaico de 50 megavatios de potencia. Esta primera fase del Plan Futur-e de Endesa incluye además una planta eólica de 49,4 megavatios que se instalará en la cercana localidad de Ejulve.

La segunda fase prevé impulsar 235 megavatios de energía solar fotovoltaica y 54,3 de almacenamiento en baterías que se instalará, en gran medida, dentro del perímetro de la actual central térmica. Se desarrollará entre marco de 2022 y junio de 2023, y coincidirá con los trabajos de desmantelamiento. La tercera y última fase (entre mayo de 2023 y principios de 2026) contempla otros 1.300 megavatios fotovoltaicos, 90 de energía eólica y 105 de almacenamiento en baterías en los términos municipales de Andorra, Alcorisa, Alcañiz, Calanda e Híjar.