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La película 'Danzad, danzad, malditos' (Pollack, 1969) se basaba en una novela de Horace McCoy, que a su vez era una crónica de los maratones de baile que se organizaban en los Estados Unidos en la época de la Gran Depresión.

Una especie de reality show en vivo, en el que el concursante que aguantase bailando más tiempo sobre la pista ganaba un importante premio en metálico. Aunque la propuesta pueda parecer divertida, en la práctica se convertían en un circo para ver quién estaba más desesperado por conseguir el dinero y las personas danzaban hasta caer rendidas por el cansancio…

Ganaba el que estaba más necesitado y es que, sin dinero, nos vemos excluidos de una sociedad en la que una parte cada vez mayor de nuestra identidad se construye sobre lo que tenemos, y no tanto sobre lo que somos o hacemos. La sociedad de consumo es uno de los inventos recientes de la economía, y surge el siglo pasado cuando las fábricas son capaces de fabricar más productos de los que el mercado absorbe de forma natural. La solución es sencilla: conseguir que las personas compremos más de lo que necesitamos.

Lo que inicialmente solucionaba un problema de microeconomía (las ventas de una fábrica), se extendió posteriormente a la macroeconomía: el crecimiento económico tiene una de sus bases fundamentales en el consumo. De esta forma, cuando el crecimiento del PIB se ralentiza, una solución es conseguir un incremento en el consumo (incrementando las rentas, bajando los impuestos o incluso apelando al endeudamiento).

El otro día escuchaba cómo en Japón el Gobierno estaba forzando a que las empresas redujesen los interminables horarios laborales (hay una cultura muy arraigada de que los buenos empleados son los que más horas pasan en el trabajo), precisamente para que los ciudadanos saliesen antes, consumieran más y así el PIB de Japón mejorase…

Así funciona esta maquinaria que lleva dando vueltas un siglo, y que sostiene el Estado del Bienestar. A veces gira más rápido, y durante toda esta semana nos van a taladrar el cerebro con propaganda del Black Friday o el Cyber Monday, que vienen a ser como la celebración del San Consumo. El desarrollo del comercio online lleva al paroxismo estas festividades, que ya se empiezan a extender más allá del viernes y el lunes, y van colonizando los días anteriores.

Ni tengo fuerza para detener semejante maquinaria, ni tengo claro si todo ello es bueno o malo para la economía. Pero no puedo evitar recordar el relato de una sociedad enferma que nos dejaba Sydney Pollack, y la sensación de que (igual que en la película) todo ello se nos está yendo un poco de las manos.

Piensa en ello, y en el origen de la sociedad de consumo: cuando la economía se convierte en un fin, las personas nos convertimos inevitablemente en medios. Y eso, me temo, no es bueno…

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