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Un operario en la fábrica alavesa de Michelin.
apoyo a la automoción vasca

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Lunes, 5 de noviembre 2018, 00:37

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Álava es un referente internacional en la automoción gracias a la importancia de las empresas vinculadas a este sector que albergamos en esta provincia desde hace décadas. Hablar de automoción en el territorio alavés es hacerlo de Mercedes y Michelin, pero también del elevado número de pymes que respaldan con su esmerado trabajo la calidad de estas dos multinacionales de reconocido prestigio y que sobreviven gracias a sus pedidos.

Este entendimiento resulta imprescindible para mantener la buena salud de nuestra industria y también la del resto del País Vasco. La automoción representa casi una cuarta parte del PIB de Euskadi y su estabilidad ha resultado determinante para las cuentas vascas ejercicio tras ejercicio.

Pero en una época marcada por la globalización ni Álava ni Euskadi son un oasis, y los vientos internacionales soplan desde hace algún tiempo en contra para los fabricantes de automóviles. El desplome de un 23% de la producción estatal, en el peor septiembre desde hace cinco años, ha puesto en alerta a las empresas vascas y ahora es momento de reaccionar, pero también de buscar respuestas y, sobre todo, consenso y apoyos.

Expertos en la materia certifican que el origen de esta situación reside en tres factores: el cambio en la normativa de homologación de emisiones, vigente desde el pasado mes de septiembre; la crisis del diésel en Europa y la menor demanda de vehículos en Reino Unido a consecuencia del 'Brexit', además de un retroceso añadido en las exportaciones a Estados Unidos y China.

Si reflexionamos sobre el primer punto, la pregunta inicial es obligada. ¿Cómo se ha llevado a cabo este proceso? ¿Los fabricantes han contado con el tiempo suficiente para adaptar la producción de motores? Creo que la respuesta es negativa, pero por encima de estos interrogantes se esconde la demonización del diésel, que de la noche a la mañana ha pasado de ser una alternativa aplaudida y elogiada por dirigentes públicos a ser totalmente denostada y enterrada.

Pese a no contar con una base técnica que los avale, estos mensajes han calado hondo en un mercado que se aleja cada vez más de este tipo de motores. De nada han servido las intervenciones de los fabricantes sobre la nula veracidad de las críticas al diésel. Los mensajes distorsionados han sembrado unas dudas cuyas consecuencias hemos padecido muy cerca. El reciente paro en octubre de cinco días en la planta de Mercedes, debido a esta incertidumbre, es el mejor ejemplo de las terribles consecuencias que esta dinámica, de seguir así, puede tener para nuestras empresas. Porque la paralización de la fábrica vitoriana es la principal pieza de un efecto dominó cuyas consecuencias arrastran a centenares de talleres y otras pymes.

Ante esta situación, la respuesta de las instituciones lejos de ser la esperada por los productores, está ahogando aún más a un sector que solo en Euskadi emplea a 41.000 profesionales.

El Gobierno presidido por Pedro Sánchez alimenta esta peligrosa deriva con intenciones declaradas como elevar la fiscalidad del diésel, y ese no es el camino. Desgraciadamente, desde las bancadas de la oposición tampoco hemos escuchado ningún mensaje contundente que nos aporte cierto optimismo. La tibieza ha sido el denominador común de las posiciones políticas.

Necesitamos que las decisiones que se tomen respondan a una visión completa de la realidad, en este caso de la realidad medioambiental y tecnológica que tenemos en este momento. Que las acciones que se adopten estén basadas en certezas demostrables y no en rumorologías o en otros intereses alejados del respeto al medio ambiente, un bien común en el que todos estamos implicados y que los empresarios y las empresarias siempre hemos defendido.

Debemos impulsar medidas conjuntas en las que las instituciones tengan en cuenta la opinión de los fabricantes. Solo así, entre todos, hallaremos la solución a un problema que también nos afecta a todos.

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