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¿Sabes cómo es un empresario?

Trabaja 24 horas, siete días a la semana porque no puede desconectar. No le dejan

enrique quemada

PRESIDENTE DE ONETOONE CORPORATE FINANCE GROUP

Sábado, 17 de marzo 2018

Pregunta en tu entorno cómo ven al empresario, cuál es su opinión sobre ellos. Las respuestas, en el mejor de los casos, serán que se trata de una persona afortunada, que ha tenido suerte. Pocos apreciarán el riesgo que corre, la soledad que vive, su presión continua, las decisiones difíciles, los días sin dormir, la recaudación impositiva que genera, los golpes emocionales y cómo, en cualquier momento, puede perderlo todo. Por mi experiencia profesional sé que muchos de los empresarios viven en estas circunstancias. Están solos a la hora de las grandes decisiones. Cuando hay que elegir entre poner su casa en garantía para renovar el préstamo bancario o que le corten la liquidez, cuando hay que prescindir de empleados amigos porque las ventas se han desplomado, cuando hay que hacer una ampliación de capital para comprar las nuevas máquinas. Son los momentos de soledad profunda. Nadie puede entenderlo en su entorno porque no es su problema, es el suyo.

Un amigo empresario tuvo que convencer a su mujer de que había que volver a invertir en la empresa. Las nuevas máquinas que el sector demandaba imprimían a cinco tintas y eran carísimas. Los bancos no estaban dispuestos a financiarle y ya había garantizado la empresa con todos sus bienes. Era evolucionar o quebrar. Ella no comprendía que él arriesgase todo cuando ya estaban cerca de la jubilación, pero él sabía que si la empresa moría, él iba detrás.

El empresario trabaja 24 horas, siete días a la semana porque no puede desconectar. No le dejan desconectar. Llega a casa por la noche cargado de preocupaciones, asuntos que solo él puede reflexionar y decidir. Entran problemas el fin de semana que ha de meditar y resolver. En casa no le entienden y le acusan de estar ausente. Él no se atreve a compartir los problemas pues no quiere asustarles ni angustiarles.

Otro ejemplo que he vivido es el de un empresario-cliente que tenía tal presión emocional que comenzó a tener vértigos. Un día, conduciendo hacia casa, tuvo que parar en la calzada para recuperarse. Fue al médico y le diagnosticaron estrés agudo animándole a que se cogiera una baja. No podía hacerlo y fue a trabajar los siguientes dos meses, disimulando su situación, hasta que hicieron efecto los ansiolíticos y antidepresivos. Ahí decidió compartir responsabilidades, buscar un capital riesgo que le acompañase en el viaje.

Esposado, sin salida. Muchas familias bajo su responsabilidad. Deudas con bancos, elevados costes de equipos, clientes que exigen bajada de precio, márgenes que se estrechan, la Seguridad Social y Hacienda implacables. No ven salida a su situación. Su empresa, en algunas ocasiones, se ha convertido en una pesadilla. Siguen desembarcando en nuestro país empresas con más recursos, con tecnología más avanzada y el empresario tiene que batallar con ellas con recursos limitados. A muchos empresarios les empiezan a fallar las fuerzas. Es momento de ceder el testigo, pero solo aparecen buscadores de chollos o competidores que quieren conocer sus secretos.

Buscar al buen comprador

Al buen comprador, a aquel que va a mantener el empleo y crear más riqueza, hay que buscarlo y probablemente no esté ni en España ni entre los competidores habituales. Hay que buscar, explicar y convencer a compradores con grandes recursos económicos y mostrarles por qué les conviene estratégicamente el esfuerzo de comprar esa empresa. Después de tanto esfuerzo y por el bien de todo su entorno, el empresario debe hacer aquí un trabajo más riguroso de búsqueda y venta de toda su vida profesional. Si no lo hace y se queda esperando a que aparezca el comprador se arriesga a acabar perdiéndolo todo.

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