Mi primera nómina
Siete jóvenes que están dando los primeros pasos en el mundo laboral cuentan sus experiencias y sus perspectivas de futuro
El salto del mundo académico al laboral no resulta nada sencillo. Las empresas buscan a jóvenes con experiencia, pero en medio de una crisis económica ... como la actual, los recién graduados tratan de encontrar un primer empleo que les sirva de toma de contacto con el mercado real. La campaña veraniega y los contratos de prácticas agilizan ese proceso y dan a los estudiantes la oportunidad de profundizar en sus conocimientos.
Le sucedió a Óscar Macías, que estudió ADE y un máster sobre Internacionalización en la Universidad de Mondragon. «Durante la carrera hice prácticas en cinco ocasiones y fue una elección muy acertada. He acumulado mucha experiencia laboral».

De eso hace ya tres años, los que lleva trabajando en Mondragon Asembly. Forma parte del departamento financiero, pero se encarga de numerosas labores como el seguimiento de las filiales de la compañía en el extranjero, analizar a los clientes potenciales y elaborar ofertas. «Me ha aportado mucho a nivel personal y profesional», reconoce.
Su experiencia es ahora su mayor activo de cara al futuro y aconsejaría a cualquier alumno que tratara de compaginar los estudios y el trabajo. A él le ha servido para aplicar los conocimientos adquiridos en su etapa universitaria. También para salir de su zona de confort y lograr una estabilidad laboral. «Tengo contrato y soy socio de la cooperativa, lo que hace que pueda planificar mi futuro y pensar en comprarme un coche o una casa».
Como él hace no tanto tiempo, cientos de jóvenes vascos tendrán este verano su primera experiencia laboral. EL CORREO charla con seis de ellos para conocer sus primeras impresiones y sus perspectivas de futuro.
Malen Sanz | 20 años
«Estoy muy a gusto. Es una toma de contacto»

La digitalización ha impulsado la necesidad de perfiles profesionales técnicos en las empresas. Malen Sanz está estudiando el segundo año de un doble grado en ADE e Ingeniería Informática en el campus de San Sebastián de la Universidad de Deusto. «Ya en el primer año me apunté a la beca Sarralle Grow, que ofrece prácticas y este verano me he vuelto a animar», explica.
En 2020 su experiencia fue algo «rara» debido a la pandemia, que obligó a la compañía a teletrabajar. «Solo acudí un par de veces a la oficina», recuerda. Con todo, ese año le sirvió como una toma de contacto con el mundo laboral, trabajando en el departamento de informática de Sarralle. Este año lleva ya una semana acudiendo a la oficina y está desarrollando un proyecto para la automatización de las ofertas, «un trabajo muy diferente al del año anterior». Dice sentirse «muy a gusto» y arropada por sus compañeros, lo que le ha permitido «aprender mucho».
El sueldo le permite ahorrar algo de dinero mientras adquiere experiencia, algo que las compañías valoran mucho en titulaciones como la de la joven zarauztarra. «La mayoría de mis compañeros aún no se han animado a hacer prácticas, pero en la carrera tenemos un año en el que son obligatorias».
Todavía es pronto para hablar del futuro -el doble grado dura cinco años-, pero no le preocupa demasiado: «Casi toda la gente que conozco ha encontrado trabajo al acabar la carrera o antes incluso», destaca. Por el momento solo tiene buenas palabras para describir su experiencia laboral, ya que le ha permitido trabajar en diferentes proyectos. Y los que quedan.
Ignacio Salagre | 26 años
«Trabajo en lo que me gusta. Tengo suerte»

Ignacio Salagre tuvo su primer contacto con la empresa GES a través de una beca de seis meses. Estuvo trabajando en el área de subestaciones de la compañía -durante un tiempo a distancia a causa de la pandemia- y ahora tiene un contrato de prácticas hasta septiembre, que se puede alargar un año más. «Me encargo de hacer estudios eléctricos, que es lo que me gusta. Son cálculos que, entre otras cosas, son necesarios para dimensionar los equipos», explica el joven ingeniero eléctrico.
Poco a poco va ganando experiencia y adquiriendo más responsabilidades dentro de la compañía. «Estoy muy contento. Además me siento más parte de la empresa, hablando con otros departamentos sobre los requisitos técnicos de un proyecto, etc.».
Desde el primer día se ha sentido arropado por sus compañeros, de los que destaca su calidad profesional y personal. «Trabajo en lo que me gusta. Tengo suerte y si están contentos conmigo tengo intención de seguir», apunta.
Estudió en la Escuela de Ingenieros de San Mamés y sabe por sus compañeros que no siempre es fácil encontrar unas prácticas en las que poder crecer profesionalmente. «Conozco a gente que ha estado en empresas en las que les han tenido muy desatendidos. Vamos, que la experiencia solo les ha servido para convalidar los créditos», señala.
No es su caso. Además, el sueldo le sirve para ir ahorrando para la entrada de un piso, aunque reconoce que el mercado inmobiliario «está complicado». También destaca las dificultades para entrar en el mercado laboral, aunque confía en poder seguir trabajando en GES una vez haya completado su periodo de prácticas.
Ainize López | 23 años
«Me pago los gastos y me siento más adulta»

Tras acabar el grado en Ciencias Ambientales en Vitoria, Ainize López se encontró en un impás: «No tenía claro en qué especializarme y en la mayoría de puestos de trabajo te piden una experiencia de dos o tres años. Lo veía imposible», apunta. Se inscribió en un programa de prácticas de la Fundación Novia Salcedo en colaboración con la Sociedad Pública de Gestión Ambiental del Gobierno vasco (Ihobe) y este verano trabajará en la empresa Guardian Automotive, en Llodio.
Empezó hace apenas tres semanas y, por el momento, hace una valoración positiva de la experiencia. «Me está permitiendo poner en práctica lo aprendido y estoy recibiendo formación en economía circular, así que sigo ganando conocimientos», destaca la joven. Anteriormente había realizado trabajos relacionados con la consultoría ambiental, pero estas prácticas le dan la posibilidad de ver en primera persona los procesos y el impacto ambiental que tiene una empresa. Su labor consiste en «analizar los ciclos y seleccionar los productos más adecuados en los procesos de la compañía».
El contrato tiene una duración de cinco meses y las prácticas son remuneradas, lo que supone un aliciente más. «El sueldo me sirve para mis gastos, para no pedirles dinero a mis padres, lo que hace que me sienta más adulta», asegura López, que a sus 23 años aún ve lejos independizarse.
Sus compañeros de estudios de la Universidad se encuentran terminando másters o haciendo prácticas, «pero no hay ninguno trabajando con un contrato como tal», señala. Con todo, se muestra sorprendida con la cantidad de ofertas de prácticas que ha encontrado este verano.
Mauricio Cardarelli | 21 años
«Hace falta experiencia para que te contraten»

El currículum de Mauricio Cardarelli es internacional, con cursos en China y EE UU. El joven de 21 años acaba de terminar el grado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Navarra y ha empezado sus prácticas en el departamento de exportaciones del fabricante de herramientas para agricultura, construcción y jardinería Bellota. «Llevo un mes y ya he hecho muchas cosas. Me encargo de hablar con posibles clientes del sector en Europa para cerrar acuerdos comerciales y ahora estoy trabajando en un plan de marketing», destaca.
La pandemia le pilló en su último año de estudios y le preocupaba no poder realizar prácticas, por lo que a principios de año ya empezó a moverse. «Bellota era una empresa que conocía y me gustaba el sector, así que me puse en contacto con ellos». Allí trabajará los próximos meses -con un sistema de teletrabajo parcial- y, si las dos partes están de acuerdo, podrá extender ese contrato hasta diciembre.
Por el momento la experiencia laboral está siendo de lo más enriquecedora: «Te das cuenta de que muchas de las cosas que has aprendido no tienen nada que ver con el mundo laboral», reconoce Cardarelli.
Las prácticas también le servirán de cara al futuro. «Sin experiencia, por mucho que tengas buenos estudios es muy difícil que te cojan», reflexiona. Asegura que el acceso al mercado laboral «es complicado» y dada la incertidumbre general opta por no hacer planes a largo plazo. Eso sí, destaca la importancia de no quedarse quieto. «No te va a caer nada del cielo, así que no puedes quedarte quieto. Hay que seguir haciendo cosas y dándose a conocer».
Ainhoa Atxirika | 25 años
«Puedo hacer currículum y ahorrar»

Hace ya un tiempo que Ainhoa Atxirika ha cambiado el aula de clase por el laboratorio. Este año ha completado un máster en Ingeniería Química y pidió cursar sus prácticas en Tecnalia. «Estuve mirando qué plazas se ofertaban y me interesó mucho una relacionada con un proyecto de investigación sobre medio ambiente», explica.
Este mes, cuando el periodo de prácticas llegaba a su fin, le han ofrecido un contrato de seis meses. «No sé dónde estaré de aquí a cinco años, pero estoy muy contenta con la oportunidad que me han dado. Mi objetivo es aprender y aprovechar esto todo lo posible», destaca.
Ha sido su primera experiencia laboral y al principio tenía un poco de miedo, pero en seguida ha logrado encajar en la empresa. «Toda la gente con la que he coincidido me ha ayudado muchísimo». En el laboratorio ha podido experimentar en qué consiste el trabajo de investigación, a base de ensayo y error.
Su trabajo se ha centrado en el desarrollo de una nueva tecnología para desalar agua. Junto a otra compañera ha estado haciendo pruebas con grafeno y electrodos y después han analizado los resultados. «Se sigue una base, pero cada día es distinto», apunta.
De cara al futuro, el haber estado en un centro tecnológico como Tecnalia también tiene su peso. «Sirve para hacer currículum y, de paso, estoy ahorrando. Ojalá pudiera quedarme porque estoy muy contenta», desea. Sus compañeros de clase también han realizado prácticas en los últimos meses y a muchos les han ofrecido quedarse. «Estamos teniendo suerte», destaca la joven investigadora.
Jean Paul Martinez | 19 años
«Aprendo mucho y voy cogiendo confianza»

Quien se acerque uno de estos días al restaurante Sagartoki de Vitoria, quizás se encuentre detrás de la barra o atendiendo alguna mesa a Jean Paul Martínez. Este joven de 19 años cursó un grado medio en Servicios de Restauración en la Escuela de Hostelería EGIBIDE, donde adquirió una sólida base del oficio. «Después empecé a trabajar en el bar Toloño, donde estuve haciendo prácticas y aplicando todo lo aprendido».
Porque en la hostelería hay muchas cosas que no se pueden enseñar y que se aprenden a base de oficio. «Afrontas momentos de estrés y tienes que comunicarte con los compañeros y con los clientes. Depende mucho de cada lugar», destaca Martínez. En el Toloño se encontró un ambiente muy familiar y acogedor: «Te tratan como si fueras de casa».
Fue cogiendo confianza y tras aprender «mucho» decidió cambiar al Sagartoki. «Aquí se sirven cócteles y también me están enseñando a hacer dibujos en el café», apunta. Además de montar mesas y atender a los clientes en la sala y en barra, los camareros del Sagartoki también cortan jamón y queso y abren ostras, «habilidades que me pueden servir de cara al futuro».
La pandemia ha cambiado el modo de trabajar y este camarero ha tenido que aprender a hacerlo en estas condiciones tan particulares: la gente no puede estar de pie, hay un aforo reducido... Por el momento tiene contrato hasta septiembre, cuando acaba la campaña de verano. «La hostelería suele ir por temporadas. A algunos compañeros también les han ofrecido empleo donde estaban haciendo prácticas», señala. Él, de momento, se centra en aprovechar esta experiencia al máximo.
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