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Imagínese que es nuevo en la oficina y que, además, el único contacto que tiene con sus compañeros y sus jefes es a través de una pantalla o del teléfono. La pandemia del Covid-19 ha obligado a las empresas a fomentar el teletrabajo y ... ha provocado que muchos empleados se hayan incorporado a ellas íntegramente a distancia.
Los nervios del primer día, la presión de estar a la altura de las expectativas... Todo se complica con el teletrabajo, ya que los responsables no están en contacto directo con los novatos. Pero las empresas no tiran la toalla. Organizan reuniones de seguimiento y cafés virtuales para mantener la cercanía con sus empleados. Cuatro jóvenes vascas cuentan a ELCORREO su experiencia laboral trabajando desde casa.
2020 fue un año de grandes cambios para Garazi Larrea, graduada en Económicas en la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). «Estaba de Erasmus en Budapest, volví y, con la pandemia, empezamos a dar las clases 'online'», recuerda. Como su trabajo de fin de grado estaba relacionado con la economía circular, Larrea solicitó sus prácticas en la ONGEconomistas Sin Fronteras. «Llevan a cabo proyectos muy interesantes sobre banca ética, emprendimiento...».
Tras una jornada de presentación, empezó a trabajar en la organización desde casa. «No tuve la oportunidad de conocer a mis compañeras, aunque para llevar a cabo el trabajo eso no me afectó». Se mantuvieron en contacto a través de videollamadas y también recibió formación 'online'. «He aprendido muchísimo», reconoce.
La pandemia también obligó a cambiar el formato de las actividades que llevaba a cabo la ONG. «Fue complicado ya que no llegamos a las personas de la misma forma. Además, trabajamos con gente que no tiene tantos recursos como para realizar las actividades por internet». Garazi se encargó de crear un proyecto formativo sobre economía circular. Para ello, tuvo que cambiar las dinámicas y diseñar una píldora informativa que los participantes pudieran entender desde sus casas.
A pesar de la distancia, Garazi asegura que no se sintió perdida en ningún momento. «Y eso que eran mis primeras prácticas. Si tenía cualquier problema, había una compañera a la que podía llamar para resolverlo». Siempre que fuera posible, charlaban por videollamada: «Así era más fácil y nos veíamos las caras. Al final intentábamos hacerlo lo más cercano posible», apunta. Además, todos los días celebraban jornadas de evaluación para llevar a cabo un seguimiento del trabajo.
Hoy en día, Garazi trabaja en una consultoría a distancia, pero acude a la oficina dos veces por semana. «Se agradece porque puedes socializar. Si solo teletrabajas, se hace duro y es aburrido».
En marzo, Lide Mendiaraz cursaba un máster en marketing digital en Barcelona, pero llegó el Covid y trastocó sus planes. «Tuve que acabar el curso con clases 'online' durante el confinamiento», cuenta. En verano se puso a buscar un nuevo proyecto y dio con el programa de becas ReACTIVAte de la Fundación Novia Salcedo. Allí le dieron la oportunidad de tener una experiencia laboral en una empresa de comunicación de Vitoria.
Se subió al carro en septiembre y, para entonces, toda la compañía estaba teletrabajando, «así que yo también me incorporé directamente desde casa. Ha sido un poco raro, pero he tenido suerte», reconoce Lide, que al final de su periodo de prácticas –de cuatro meses– ha logrado un contrato indefinido en la empresa.
Al principio le surgieron algunas dudas. «No estás en la oficina presencialmente y es más difícil entender lo que tienes que hacer o cómo lo debes hacer», destaca. Cada dos semanas se reunían por videollamada y, si quedaba alguna duda sin resolver, sus compañeros estaban muy pendientes de ella: «Solo tenía que llamarles por teléfono y me las aclaraban».
En su caso, contar con experiencia previa le fue de gran ayuda. «Ya había hecho prácticas en otras dos ocasiones. Si estas hubieran sido las primeras, me habría sentido perdida», afirma. Y es que al salir de la universidad los estudiantes suelen estar «muy verdes» y les lleva tiempo adaptarse al mundo laboral.
Esta experiencia, además de para lograr un contrato, le ha servido para aprender «muchísimo» y quitarle el miedo al teléfono. «También he aprendido a manejarme con las videollamadas. Ha sido una experiencia muy positiva». A pesar de las ventajas de trabajar en remoto, en el futuro le gustaría poder estar en la oficina, «sobre todo para tener contacto con los demás compañeros. Estaría bien poder alternarlo con el teletrabajo», confiesa esta joven de Urretxu.
Hasta ahora, Isabel Gutiérrez nunca había tenido la oportunidad de trabajar como ingeniera de telecomunicaciones. «He dado clases particulares, hice encuestas... lo que iba saliendo». La oportunidad se le presentó a través de la Fundación Novia Salcedo, aunque la pandemia alargó el proceso de admisión. «Hice la entrevista en marzo, pero con el Covid todo se retrasó», explica.
Al principio se incorporó de forma presencial, en un ambiente laboral muy alejado de la normalidad, con mamparas, mascarillas y guardando las distancias. «Por la mañana trabajaba y por las tardes iba a cursos de formación. Al final, como tenía portátil, me mandaron a casa». Desde entonces ficha de forma digital tres días a la semana y acude a la oficina los otros dos.
La organización en el centro de trabajo debe ser milimétrica: siempre tiene que haber alguien en cada departamento y se organizan turnos para evitar contactos innecesarios. También se las arreglan para que cada trabajador sepa qué tiene que hacer en cada momento. «He tenido una suerte increíble. Me están enseñando y cuidando muchísimo», destaca Gutiérrez, quien asegura que nunca se ha sentido sola. «Soy una más. Cada vez que tengo una duda me la resuelven enseguida y, si no entiendo algo, no me corto y pregunto. Me anima a no quedarme quieta», asegura.
Ya se ha acostumbrado a trabajar desde casa y se ha organizado de forma que aprovecha todo el día. «Me va a costar readaptarme a la normalidad», reconoce. Para ella, el empleo ideal sería una mezcla entre el trabajo presencial y remoto. «El teletrabajo da mucha flexibilidad y la pandemia ha demostrado que no hace falta que estemos todos en la oficina a diario», señala. A pesar de todo, dice echar de menos el ambiente laboral previo a la pandemia. «Voy conociendo a los compañeros poco a poco. Como hacemos turnos hay algunos con lo que no coincido, pero la situación es la que es».
Por las mañanas teletrabaja y por las tardes estudia. María Asín decidió irse a vivir a Madrid para hacer un máster tras acabar su grado en Ingeniería Industrial en la Universidad de Deusto. Empezó su periodo de prácticas en una consultoría bancaria en septiembre y tiene contrato hasta mayo. «La primera semana fui de forma presencial, manteniendo las distancias, con mascarilla... y después me mandaron a casa», explica.
«Al principio resultaba raro, pero me sorprendí de la cantidad de ventajas que tiene», confiesa. Aunque no conoce a sus compañeros en persona, las charlas junto a la máquina de café las han adaptado a un encuentro que celebran todos los jueves –un café virtual–. «Al final lo de mantener el contacto no depende tanto de la modalidad del trabajo –'online' o presencial–, sino de la propia empresa», valora.
En ese sentido, destaca que todos sus compañeros han estado pendientes de ella, «aunque me gusta ser independiente y tener mi propia responsabilidad», apunta. Estas son las terceras prácticas de la joven vizcaína, que reconoce que «quizá tener algo más de experiencia me haya ayudado a enfocar mejor el trabajo». Los controles de seguimiento también ayudan. Todas las semanas los empleados se reúnen por videoconferencia y dedican media hora a comentar los puntos más importantes.
En general hace una valoración positiva de esta experiencia laboral, pero en el futuro le gustaría poder trabajar de manera presencial. «Si fuera posible me gustaría combinarlo con el teletrabajo, tener un formato híbrido, pero estamos muy contentos de cómo hemos funcionado a distancia», señala. Solo le falta el contacto cara a cara con los compañeros. «Ahora mismo hay algunos días que voy a clase y otros que sigo las lecciones desde casa. Pero al final, todo el día sin salir se hace duro», reconoce.
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