Invertir para crecer

En 2025, la preocupación fundamental ya no estará en el control de la inflación sino en el crecimiento, que será nuestro mayor reto. Si bien seguiremos creciendo por encima de la media europea, se producirá una ralentización, con el PIB creciendo más cerca del 2% que del 3%. Esto, junto con la contención del IPC, deberá hacer que en 2025 continúe la senda de bajadas progresivas de tipos de interés hasta alcanzar niveles «neutrales» similares a la inflación. Nos enfrentaremos a un contexto de continuidad de la incertidumbre geopolítica internacional que se sumará a los retos estructurales de nuestra economía local que siguen sin resolverse, como la baja productividad, el elevado paro, una deuda pública que hará inevitable la siempre pendiente consolidación fiscal, o el envejecimiento de la población que amenaza la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones, entre otros.

El crecimiento necesita de inversión y la inversión requiere de estabilidad institucional, jurídica, fiscal y laboral. España tiene grandes oportunidades ligadas a las principales tendencias macro como la Inteligencia Artificial, la transición energética o la inversión industrial para la autonomía estratégica, pero éstas requieren del marco económico y empresarial adecuado. Es un tiempo de apuesta por la empresa, de primar la exigencia, de tener un enfoque a largo plazo, y, sobre todo, de asegurar la inversión para crecer económica y socialmente.