La industria espacial vasca se pone en órbita: de misiones a Marte a los cohetes de Elon Musk
Casi una treintena de compañías radicadas en Euskadi destacan en uno de los sectores más punteros a nivel mundial

1967
1990
2004
2013
2022
2023
2024
2027
2028
2030
URDANETA
LUR-1
SONDA JUICE
GATEWAY
MARS SAMPLE RETURN
TORRE DE KIRUNA
TELESCOPIO HUBBLE
TELESCOPIO GIGANTE DE MAGALLANES (CHILE)
MISIÓN ROSSETTA
SATÉLITE GAIA
Sener construye una plataforma de lanzamiento de cohetes científicos en la ciudad sueca de Kiruna para la antecesora de la Agencia Espacial Europea (ESA). Todavía hoy sigue en funcionamiento.
Euskadi aportó su granito de arena en uno de los grandes observatorios espaciales de la Nasa. Sener aportó el mecanismo que reenfocaba las imágenes. Gracias al Hubble se han podido observar planetas dentro y fuera de nuestro sistema solar y algunas de las estrellas y galaxias más distantes vistas hasta ahora.
La sonda espacial Rosetta, de la ESA, tuvo la misión de orbitar y estudiar en profundidad el cometa 67P/ Churyumov-Gerasimenko, cercano a Júpiter, con el objetivo de tratar de comprender el origen de los cometas. Sener participó tanto en la plataforma de la sonda como en la carga útil.
El satélite Gaia, encargado de observar y catalogar mil millones de estrellas para componer un mapa en 3D de nuestra galaxia –en el que la empresa ha sido responsable de varios equipos.
El primer satélite vasco. Bautizado con el nombre de ‘Urdaneta’, está equipado con cámaras de gran precisión. Satlantis, la empresa responsable, ha lanzado otros dos satélites.
Lanzada en 2023, es una misión de la ESA destinada a ampliar los conocimientos sobre la compleja interacción de Júpiter y sus lunas heladas: Europa, Calisto y Ganímedes. La aportación vasca es una pieza de 10 metros cuando está desplegada cuyo fin es proteger algunos de los instrumentos científicos de las interferencias magnéticas de la nave; además de componentes de algunos de los aparatos de investigación.
Despega Lur-1, el primer satélite 100% vasco. Está fabricado por AVS.
La futura estación espacial en la luna también contará con participación vasca. Sener consiguió cinco contratos por los que trabajará en el vehículo de alunizaje, en varios brazos robóticos e instrumentos de comunicación.
Una mano robótica para Marte. Parte de la aportación de la ESA para la misión Mars Sample Return. AVS fabrica la herramienta con la que el rover de la próxima misión a Marte recogerá muestras en el Planeta Rojo
Idom diseñará el gigantesco domo del telescopio más avanzado construido hasta ahora. De 65 m. de altura, albergará siete de los espejos más grandes. Producirá las imágenes más nítidas y detalladas jamás tomadas del universo, diez veces superiores a las del Hubble y cuatro veces superiores a las del James Webb.
En 1967, en plena Guerra Fría, un grupo de siete ingenieros de la empresa vizcaína Sener que hasta entonces se habían dedicado a construir grúas portuarias viajó hasta la remota ciudad sueca de Kiruna. Situada a 1.200 kilómetros al norte de Estocolmo, muy cerca del Círculo Polar Ártico y no lejos de la frontera con la Unión Soviética, esta pequeña localidad minera se hizo un hueco en Netflix el año pasado con un documental titulado «El abismo Kiruna» en la que se contaba cómo sus 16.000 habitantes estaban abocados a abandonar el enclave por el peligro de que el suelo se hundiera bajo sus pies. El trabajo de aquellos ingenieros era levantar una torre de lanzamiento de cohetes científicos para el germen de lo que después sería la Agencia Espacial Europea (ESA). De esta forma, a 40 grados bajo cero, comenzó la aventura vasca en el espacio.
Desde entonces, Euskadi ha participado en la carrera espacial en proyectos tan importantes como el telescopio Hubble y la Estación Espacial Internacional, en misiones a Marte, ha enviado satélites de observación de la Tierra en cohetes de Elon Musk y otros que crearán eclipses artificiales para estudiar el sol. Además, colaborará en la futura estación espacial lunar y ha sido clave en la construcción de los telescopios más grandes del mundo. ¿Y un cohete vasco al estilo del Miura? «Sería deseable, pero es un mercado donde es muy difícil competir. No me parecería una buena idea», asegura Juan Tomás Hernani, CEO de Satlantis.
Satlantis es otra de las 27 las empresas vascas que trabajan en este campo, según datos de Hegan, la patronal que aglutina al sector aeronáutico vasco. En conjunto, la facturación alcanzó el año pasado los 110 millones de euros, el 9% del total nacional y tres veces más que hace diez años (36 millones). Para ellas trabajan de forma directa casi 900 profesionales, el 12% del país y el cuádruple que una década atrás. A nivel global, las cifras alcanzan los 630.000 millones de dólares, un montante que palidece ante unas previsiones que apuntan a 1,8 billones en 2035.
Las claves de este negocio en auge son el citado Musk y los multimillonarios que han visto un filón en las estrellas. «Sin duda es un mercado en crecimiento, sobre todo por Musk, que ha sido un elemento disruptivo que ha hecho evolucionar al sector», confirma José Julián Echevarría, director general de Aeroespacial y Defensa en Sener. «Necesitamos talento porque tenemos proyectos para más de 10 años vista», afirmó a este periódico hace unos meses Miguel Ángel Carrera, el CEO de la alavesa Added Value Solutions (AVS). A ello se le suman los 250 profesionales que han salido del Máster en Ciencia y Tecnología Espacial que se imparte desde hace 15 años en la Escuela de Ingeniería de Bilbao.
Plataforma de lanzamiento
El frío tuvo una importancia decisiva en aquella primera incursión vasca en el espacio. La empresa que inicialmente había ganado el contrato de la Organización Europea para la Investigación Espacial (ESRO) no había tenido en cuenta los 40 grados bajo cero que azotaban en invierno aquel remoto lugar. De esto sabía mucho uno de aquellos siete ingenieros. José Rivacoba (Portugalete, 1932) había sido un niño de la guerra que pasó su infancia y juventud en la gélida Rusia. Rediseñó la torre y en unos pocos meses un cohete Skylark despegó de aquella instalación con la misión de estudiar las auroras boreales y las variaciones del campo magnético en las proximidades del Polo. Todavía hoy sigue en funcionamiento.
Telescopio Hubble y cometas
A este primer proyecto le siguieron colaboraciones de la misma Sener con la Nasa y la ESA. En 1990 la agencia espacial norteamericana lanzó el telescopio Hubble, un hito que permitiría observar planetas dentro y fuera de nuestro sistema solar y algunas de las estrellas y galaxias más distantes. La empresa vizcaína aportó el mecanismo de reenfoque del telescopio espacial. Con la europea colaboraron en 2004 en la misión Roseta para estudiar el origen de los cometas.
Satélites
La explosión espacial vasca llegaría esta década. El 26 de agosto de 2022 despegó a bordo de un cohete Falcon 9 de Elon Musk el Urdaneta, el primer satélite construido por una empresa vasca. Desarrollado por Satlantis, una compañía vizcaína fundada en 2013 a partir de un proyecto de la Universidad de Florida, es un cubo de 20 centímetros de ancho, 40 de alto y un peso de 15 kilos. Su misión, captar imágenes desde el espacio para planificación agrícola y medioambiental gracias a unas cámaras con una precisión de dos metros. Al Urdaneta le siguieron el Urdaneta 2 (o Geisat) en junio de 2023 y el Horacio, en marzo de este año. En desarrollo hay un cuarto, el Garai.
Solo unos meses después, en agosto, partió al espacio el primer satélite desarrollado íntegramente en Euskadi. Construido por la firma alavesa Added Value Solutions (AVS), el Lur-1 toma imágenes de alta resolución de Euskadi. «Nos dará información sobre vegetación, costas... de todo lo que las agencias vascas necesiten», dijo Miguel Ángel Carrera. Será además el primer satélite europeo en ser recuperado -desorbitado, en la jerga del sector-, de manera que no acabará formando parte de la basura espacial que rodea al planeta. El sistema será implantado en los satélites europeos Copernicus.
Otros dos satélites vascos, Occulter y Coronagraph, despegaron el 5 de diciembre desde la India. Su objetivo, «la hasta ahora misión imposible» de crear eclipses solares artificiales. Para ello, viajarán en formación separados por unos 150 metros -el margen de error es de un milímetro- hasta una distancia de la Tierra de 60.000 kilómetros. Cada día y durante seis horas, Occulter se interpondrá entre su «hermano» y el sol para que este capte imágenes de la corona solar, la parte más externa de la atmósfera del astro rey. De aquí salen las eyecciones de masa solar que afectan a los satélites, a los astronautas e incluso a las comunicaciones terrestres cuando son especialmente intensas. El proyecto, con un presupuesto de 200 millones y que involucra a 29 empresas de 17 países diferentes, está liderado por Sener.
Luna y Marte
Euskadi formará parte de los planes para la Luna y Marte. En el caso del satélite terrestre, Sener, que ya aportó su tecnología para la Estación Espacial Internacional, participará en varios componentes de la estación espacial lunar Gateway, prevista para 2027. Se encargará, entre otras cosas, de los módulos de atraque de las naves. Para el Planeta Rojo, AVS tiene el encargo de la Nasa de construir la mano robótica que debe recoger las muestras del rover Perseverance.
Telescopios gigantes
La conquista del espacio no solo consiste en enviar cohetes y satélites más allá de los confines de la Tierra. La observación del cielo es una parte más. Euskadi, a través de la empresa bilbaína Idom, ha colaborado en «proyectos para todos los telescopios gigantes del mundo», subraya Gaizka Murga, responsable de Astronomía y Espacio de la firma que ha diseñado también San Mamés y el nuevo Camp Nou.
Los telescopios gigantes tienen unos espejos cóncavos de al menos 20 metros de diámetro. Cuanto más grandes son, más luz captan y mayor resolución alcanzan. Son tan grandes que no se pueden construir en una sola pieza. En su lugar, se componen de segmentos hexagonales que se ensamblan hasta llegar a los 39 metros de Extremely Large Telescope (ELT) ubicado en Chile. Además de en la óptica de estos colosos, Idom ha diseñado varias de las enormes cubiertas -domos- que cobijan las lentes. La última, la del Telescopio Gigante de Magallanes, que tendrá 65 metros de altura, un peso de 4.800 toneladas métricas y será capaz de resistir los terremotos que sacuden seis veces al mes el desierto de Atacama, donde se está construyendo.
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