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La economía vasca ha firmado un primer semestre de récord. «Excepcional» y que «nos ha sorprendido a todos», ya que nadie vaticinaba tal riada de datos positivos al arrancar el ejercicio, resume Jordi Campàs, director de Economía del Gobierno vasco. Al menos los macroecómicos, que no acaban de notarse a ras de suelo, donde muchas capas sociales perciben un persistente deterioro que se extiende incluso al empleo indefinido. El PIB, que bordea el 3%, camina con paso firme. El paro ya está cerca de bajar del listón psicológico del 10%. La afiliación a la Seguridad Social ronda cifras históricas. Los índices de confianza, tanto de los hogares como de las empresas, son notables. Las exportaciones se han convertido en el sostén de las ventas españolas al exterior. La recaudación fiscal es vigorosa, con un incremento del 3,28%, lo que lleva a los analistas a pronosticar que se batirá, por segundo año consecutivo, un récord histórico. Y la negociación colectiva, al fin, parece desbloqueada.
Ahora, en puertas de las vacaciones de verano, la vitaminada economía vasca afronta un segundo semestre en el que hay dos elementos novedosos. Uno, inesperado: el Gobierno del PSOE. Pedro Sánchez pretende reformar dos pilares de la política económica de su antecesor, Mariano Rajoy, sobre los que se ha venido apoyando en parte la pujanza económica: el modelo laboral que dibujó la reforma de 2012 y el entramado fiscal, que se va a ver modificado con nuevas obligaciones para las empresas e impuestos a la banca y a las compañías tecnológicas. La otra circunstancia nueva, aunque en este caso prevista, es Donald Trump, que tras muchas meses amenazando, al fin ha impuesto multimillonarios aranceles a enemigos -China- y aliados -la Unión Europea-.
Jordi Campàs, la mano que dibuja las previsiones del Ejecutivo de Urkullu, mantiene los excelentes vaticinios para lo que queda de año. La Administración autonómica acaba de revisar al alza las estimaciones, situando el PIB para todo 2018 en un 2,8%, lo que supone «estabilidad» y un ligerísimo retroceso sobre la fortaleza mostrada entre enero y marzo -se creció un 3,1%-; y la creación de 17.800 empleos. «No tenemos motivos para cambiar de opinión, porque tanto los datos macroeconómicos como las sensaciones de los clústeres de Euskadi son buenos en cuanto a pedidos, facturación y empleo, aunque siempre estamos con las luces encendidas por las incertidumbres».
Esas incertidumbres que suponen una «alerta» tienen nombre propio, el de Trump. Euskadi es la comunidad autónoma española más expuesta en Estados Unidos -un 7,6% de sus ventas al exterior tienen ese destino- y en su economía 'pesan' los productos sobre los que el inquilino de la Casa Blanca ha echado el ojo: los aceros. «Esto nos lo tomamos muy en serio, porque si luego vienen los aranceles a los coches... Pero lo cierto es que la economía vasca, en la que está tirando la demanda doméstica y que también está muy abierta al exterior, ha mostrado mucha resiliencia, y cuando unos mercados se cierran, pues otros se abren».
- ¿Y el Gobierno de Sánchez?
- Pues creo que no afectará para nada. Y de hacerlo, en términos positivos. La situación en Cataluña no se notó el año pasado, pese a las previsiones, y ahora las cosas tienen visos de ir normalizándose.
Francisco Javier Azpiazu, secretario general de la patronal vizcaína, Cebek, también ve un panorama despejado y «sin líneas negras» en el horizonte. Sostiene que «siguen vigentes» las percepciones empresariales que la organización testó en mayo y que se traducen en una notable evolución de las ventas y en una alta utilización de la capacidad productiva, lo que ha supuesto «subidas salariales por encima del IPC y de lo registrado en España». Y añade un par de cuestiones tan epidérmicas como reales: la marcha de los créditos al consumo y los índices de confianza empresarial, «por encima de la media española».
El reverso del optimismo son ese ramillete de cuestiones que «siguen preocupando»: la rentabilidad de las empresas, «que baja»; las dificultades del mercado interno español; lo complicado que es «contratar a gente cualificada»; las «resistencias» para modernizar las relaciones laborales» en la comunidad autónoma, a su juicio por culpa de la actitud de la mayoría sindical encarnada por ELA y LAB; los problemas internacionales propiciados por Trump y sus aranceles; el altísimo coste de la energía y la «nueva situación» en España. Esto es, el previsible aumento de los costes -'destopar' las cotizaciones máximas, una de las propuestas para pagar las pensiones, afectará a 100.000 vascos y costará 630 millones de euros, en su inmensa mayoría a las empresas-; y los cambios fiscales.
«Son cosas que no ayudan», concluye Azpiazu, para quien la batería de propuestas que está lanzando el nuevo Ejecutivo socialista, y que preocupan a la patronal, son «globos sonda» que luego hay que llevar al Parlamento para ver qué apoyos concitan. «En Euskadi disfrutamos de una enorme estabilidad institucional y política. Somos y vamos a seguir siendo un país industrial. Estamos en un momento dulce y eso hay que mimarlo, no ponerlo en riesgo».
A Pello Igeregi, responsable de negociación colectiva de ELA, el principal sindicato vasco, los seis meses transcurridos también le han parecido provechosos. «Se han firmado más convenios y se han desatascado algunos» ya históricos. Un producto, dice, de la mezcla «del conflicto» y del «trabajo» en la mesa de negociación. Y en todos los casos, enfatiza, «hemos hecho algo más que poner al día los salarios», al incorporar cláusulas de salvaguarda ante las inaplicaciones y establecer la ultraactividad «indefinida», poniendo coto así a una de las «armas» que la reforma laboral puso en manos de la patronal. Además, recuerda, se ha terminado en algunos casos «con la precariedad», como en la hostelería de Gipuzkoa. Por ello, cree que en el segundo semestre se transitará «por la misma senda» y la negociación ofrecerá nuevos frutos. El Consejo de Relaciones Laborales ya oficializó el pasado miércoles la sensación de que se ha producido un desbloqueo. «Ojalá no quede en espejismo», resumió su presidente, Tomás Arrieta.
ELA observa entre la decepción y la esperanza al nuevo Gobierno socialista de Pedro Sánchez. Una «gran decepción» porque ya ha dicho que no va a cambiar la reforma laboral, pese a sus reiteradas promesas antes de llegar al poder en sentido contrario. Pero espera que su situación de debilidad, que le hace depender «de quienes le ayudaron en la moción de censura», le fuerce a dar pasos «y a la ministra Valerio, a ser mucho más ambiciosa».
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