Unai Irastorza, dirigiendo las obras de una promoció que Construcciones Sukia levanta en Derio. Mireya López

«Hay cuadrillas a las que contratas y que se van de una empresa por un euro más»

Las empresas recurren a los nuevos sistemas de industrialización, con fachadas y baños prefabricados, para responder a los plazos con las plantillas actuales

Sergio Llamas

Domingo, 2 de noviembre 2025, 01:14

Los mayores ya no solo priman entre quienes miran las obras, también lo hacen entre quienes trabajan en ellas. Lo sabe bien Unai Irastorza, que ... dirige en Derio la edificación de cuatro bloques promovidos por Construcciones Sukia (con 88 viviendas) donde, en momentos pico, pueden llegar a trabajar simultáneamente hasta 120 personas. Y entre ellas, la media de edad se acerca más a los 50 que a los 40 años.

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Para combatir la falta de relevo generacional, en esta promoción están llevando a cabo una suerte de experimento. De los dos edificios que acogen los cuatro portales, uno se está realizando de forma tradicional –a caravista– y otro con fachadas y baños prefabricados, que resultan más caros pero al montarse en bloque se podrán completar antes. «Creo que nos vamos a poder ahorrar unos tres meses», calcula Irastorza, aunque la principal ventaja de este modelo será cómo ayudará a cubrir la falta de profesionales. «Adelantamos las obras, pero es que de otra manera no podríamos hacerlo porque no hay albañiles», sentencia.

Él ha visto producirse el cambio. Recuerda que antes de la pandemia «un buen encofrador, un albañil, un alicatador... podía ganar más de 6.000 euros al mes si trabajaba a destajo». «Muchos eran jóvenes y trabajaban de autónomos, pero ahora les ves con 50 y están físicamente destrozados», remarca. Y aunque los sueldos actuales quedan muy alejados –las 14 pagas netas pueden rondar los 2.400–, ya no se ven obreros con sacos de cemento cargados a la espalda. «La grúa torre ha dado mucha vida», explica.

Continuidad en los contratos

Con todo, la falta de personal ha traído otras dificultades, como la competencia desatada entre compañías les obliga a generar confianza y mantener buenos tratos con las cuadrillas de trabajo, garantizándoles una «continuidad» de contratos. «Es que en algunos casos hay poca seriedad y hay gente que se te va a otra empresa por un euro más», apunta.

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Otro gran cambio viene por la mano de obra de fuera. «Hay oficios que parece que van por países: en el pladur están Ucrania, Rusia, Rumanía... En el mortero y el hormigón los portugueses, y entre los albañiles y azulejistas tenemos sobre todo pakistaníes», explica, algo que inevitablemente complica las obras en materia de comunicación. «Es un problema cuando necesitas ir rápido», reconoce.

'Guerra' por la mano de obra

«Estamos diciendo 'no' a algunos trabajos porque no tenemos más gente»

Hijo y nieto de albañil, David Puerta, junto a su socio Sergio Prieto, ha tenido que resucitar la plantilla de la empresa que montó su padre por la marcha de trabajadores tras la crisis inmobiliaria. «¡Y lo que ha costado!», confiesa. Ahora Elexalde cuenta con 15 trabajadores con los que realiza reformas y también chalets de nueva construcción, como el que está levantando en Maruri. «Aun así estamos diciendo que no a algunos trabajos –tienen la reforma de un piso y seis chalets más en marcha y han rechazado otros tres recientemente– porque no tenemos más gente. Si tuviésemos más currículums, creo que habríamos contratado más personas, pero llegamos hasta donde llegamos», resume.

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Y es que en el sector muchas pequeñas empresas siguen buscando personal recurriendo más que nada al boca a boca. Ahora, ante la inminente jubilación del carpintero exterior que se encarga de las ventanas –ya tiene 64 años–, se ven abocados a pasar de nuevo por este proceso para cubrir su hueco. «Onos hace él un solape con alguien que le tome el relevo o tendremos que buscarnos alguna alternativa. El problema es que estos años se ha jubilado mucha gente que no ha tenido un aprendiz», reflexionan.

Recurrir a los montajes de piezas industrializadas está suponiendo un cierto alivio. Frente al chalet que montaron el año pasado en Sopelana, a puro ladrillo, ahora trabajan en varias construcciones con estructura de madera y una tabiquería donde se utiliza más el pladur. «Se abaratan mucho los costes, como un 40%, y en lugar de necesitar a unas 20 personas lo puedes hacer con diez», comparan.

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Ofrecer facilidades

Eso sí, la agilidad en los plazos se ha traducido también en una mayor cantidad de encargos y, por ende, en una carga de trabajo mayor. «No queremos dejar de lado a los clientes particulares que nos piden reformas, así que tenemos que ajustarnos mucho», explican.

El cuello de botella sigue puesto en la mano de obra, por lo que no escatiman en salarios ­–que vienen a rondar los 1.920 euros netos– y en otras fórmulas para atraer talento, como los planes de pensiones que pusieron en marcha el año pasado y facilidades en el horario para hacer más atractivos los puestos. «Hay que buscar la manera de que estén a gusto y no se te vayan», añaden.

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