Criptolandia
Análisis ·
El bitcoin cotiza por encima de los 50.000 dólares por la fe en una narrativa que no se sustenta en criterios razonablesLos criptoactivos se hallan en el punto álgido de la popularidad. El precio de bitcoin, por ejemplo, se ha multiplicado más del 1.000% en ... los últimos doce meses y su capitalización de mercado asciende a 1,1 billones de dólares, lo que lo convierte en el sexto activo más valioso del mundo.
Se trata de uno de los ejemplos más significativos de cómo el universo de frikis digitales se deja arrastrar por las narrativas del momento, y cómo de un modesto fósforo puede brotar una gigantesca hoguera especulativa, capaz de seducir a patrimonios por valor de miles de millones de dólares y, en su caso, desafiar la ortodoxia del sistema financiero.
Algunos bancos de inversión empaquetan criptoactivos en sus fondos. Determinadas Bolsas los admiten a cotización en el mercado de futuros, opciones y otros derivados. Empresarios visionarios, como es el caso de Elon Musk, líder de TESLA, protagonizan la hazaña de invertir la nada despreciable suma de 1.500 millones de dólares en uno de los criptoactivos estrella, el citado bitcoin, anunciando que comenzará a aceptarlo como medio de pago de sus vehículos.
Siguiendo con el ejemplo de Bitcoin, nacido en 2009, se trata de un activo digital que utiliza la criptografía para asegurar sus transacciones, controlando la fabricación de las nuevas unidades a través de afanosos procedimientos de 'minado' informático, y autenticando las operaciones mediante el uso de tecnologías de registro distribuido, de naturaleza descentralizada, a través de una cadena de bloques ('blockchain'). Dado que estamos en una columna de contenido económico y no informático, tomaremos a préstamo cuanto antecede, reconociendo -lo cortés no quita lo valiente- que la tecnología 'blockchain' goza a estas alturas de una general aceptación y que el progreso en sus más variados usos parece indiscutible.
Volvamos a las narrativas. Bitcoin, como el resto de criptoactivos, carece de valor intrínseco como no sea el del coste de la energía utilizado en su minería, aspecto este que preocupa crecientemente a las autoridades ya que equivale a la electricidad consumida por Finlandia o a la de la administración federal de los Estados Unidos. No obstante, por alto que sea este consumo, no justifica su cotización de mercado, que lleva algunas semanas por encima de los 50.000 dólares la unidad, con un máximo de 61.796. Seamos claros: la gente adquiere bitcoins por motivos meramente especulativos confiando poder venderlos con posterioridad a un precio superior al de compra. Pero, aunque su precio supere los 50.000 dólares, su valor fundamental es cero: no produce intereses y su utilidad es poca o nula.
El número de bitcoins tiene un techo y, en consecuencia, si la demanda aumenta, su precio está llamado a subir por el simple hecho de su escasez, permaneciendo las demás variables constantes. Pero, nuevamente, el precio no tiene por qué reflejar su valor. Aquel procede de que sus adquirentes vuelcan en el activo digital un espejismo, que atribuye valor donde no lo hay.
La quimera de atribuir a estos activos el rango de monedas sigue presente porque uno no acepta argumento alguno que atente contra su fe. Pero se trata de una fe que apenas se sustenta en criterios razonables. Para constituirse en moneda, un activo debe cumplir con, al menos, tres características fundamentales: ser unidad de cuenta, medio de pago y depósito de valor. En su mayoría de edad, el estado la confiere el atributo del 'curso legal' por el que el acreedor está obligado a aceptarlo del deudor en redención de cualquier deuda. Ninguna de estas cualidades o atributos se da, cabalmente, en los criptoactivos.
Adicionalmente, su precio es inestable y se comporta de una forma muy errática. La volatilidad diaria anualizada de bitcoin en 2020 fue del 67%, que podemos comparar con la del dólar, la primera moneda vehículo internacional del planeta, que ha sido del 7,8%.
Desaconsejado por las autoridades monetarias, los criptoactivos encubren operaciones fraudulentas amparadas en la difícil trazabilidad de sus operaciones. Están en el punto de mira de todos los reguladores del planeta. Varios han prohibido su comercialización. Cuando se homologue su transparencia a la de las operaciones bancarias, desvelando el titular, origen y destino de los fondos, sus cotizaciones se desplomarán.
Los criptoactivos son casinos que viven de un público adicto. Pero son espacios lúdicos de muy alto riesgo.
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