Una ciudad a la carrera

El pasado año, Pablo Benito y Montserrat Sánchez inscribieron sus nombres en el palmarés de la prueba. Ninguno de los dos repite, aunque el primero, primo del propio Fiz, sí lo hará en la prueba popular siendo uno de los favoritos, junto con Pilar Morán. En la media maratón, el abanico se abre en cuanto a nombres, con Gustavo Sánchez, Iban Rodríguez o Borja Abecia. Los vitorianos Ander Barrio de Rioja y Toñín Blanco aparecen en las quinielas para llevarse la gloria, no sin sufrimiento, aunque las previsiones meteorológicas apuntan a temperaturas frescas y sin lluvia, a partir de las 8.30 de la mañana, hora de salida desde el Paseo de Cervantes, mismo lugar de la meta. Un total de 43 provincias estarán representadas, con numerosa presencia alavesa, 941 inscritos, y vasca. Sin embargo, atletas internacionales también han querido aterrizar en Vitoria para disfrutar de la ciudad del deporte procedentes de hasta 19 países, entre los que destacan Bélgica, Francia, Alemania, Estados unidos o Nueva Zelanda.

La carrera txiki también tendrá su espacio con 174 futuros atletas que podrán recorrer los 700 metros ubicados en el parque de El Prado. Para abrir boca, hoy tendrá lugar el Breakfast Run, un entrenamiento y desayuno con Martín Fiz que servirá para compartir los últimos consejos antes de la cita.

Se iniciaron en el año 2006 con el Club La Blanca de la mano del malogrado Roberto Ruiz y afrontarán su séptima prueba en esta distancia

Para José Ignacio Polanco y Lourdes Alonso, el running es su pasión y un estilo de vida que enfocaron hace siete años a cotas mayores como correr maratones. Fue Roberto Ruiz, atleta fallecido en 2017, quien les inoculó esa pasión por la distancia reina, con entrenamientos específicos y una disciplina espartana. «Cualquiera lo puede correr si es disciplinado y entrena. Tienes cuatro meses para prepararlo. Luego cada uno lo puede hacer a su ritmo. Hay que tener un respeto al maratón, lo difícil no es hacerlo sino entrenarlo», explica esta riojana de Hervías, limpiadora de profesión y con una ilusión y energía fuera de lo común.

Junto con su marido José han vivido con intensidad los seis maratones que ya tienen en su bagaje. «Los hacemos siempre juntos. Nos apoyamos mutuamente. El más especial fue el primero, en Sevilla, en 2015. Llegamos juntos a meta y esa emoción es difícil de explicar», relata Polanco, también oriundo de un pequeño pueblo de La Rioja, San Torcuato, aunque afincado en Vitoria hace más de tres décadas, cuando se casó con Lourdes. «Formamos un buen binomio. Aunque en casa también discutimos, pero nada que no se pueda solucionar», apunta de forma socarrona. Desde enero llevan preparando la prueba vitoriana y ya les recorre por la piel esa sensación «de incertidumbre, de saber si el cuerpo responderá», coinciden ambos.

Sin pretensiones de mejorar su tiempo, correrán el kilómetro a unos cinco minutos. «Ya sabes un trote cochinero pero un ritmo que nos da seguridad», aclara este administrativo de una empresa láctea que, cansado de su trabajo sedentario, buscó en el atletismo su manera de conciliar cuerpo y mente. «Estoy mejor que nunca y eso que ya tengo 55 años. Pero nunca me he lesionado, ni he ido a un fisio», descubre. Lourdes reconoce que tras las más de tres horas corriendo «vendrán las agujetas, pero son llevaderas».

Nada como un buen desayuno mañanero con café y tostadas para afrontar el reto de los 42 kilómetros. «Estas semana es fundamental la hidratación, dos litros de agua diarios y meter hidratos», cuenta Lourdes. El momento de llegar a la meta del Paseo de Cervantes tendrá ese ingrediente de emoción contenida. «Me acordaré de las personas que ya no están y, en especial, de Roberto Ruiz, que siempre lo tengo presente», nos desvela un José emocionado. Por el camino será el tiempo de saludar a amigos y familiares que servirán como empuje por si el muro aparece.

«Nunca lo hemos visto. Es verdad que hacia el kilómetro 28 el cansancio se empieza a notar. Pero hay que llenar la mente de pensamientos positivos», aconseja la pareja en completa sintonía. Integrantes en la actualidad de los grupos de Running Fiz, no dejan pasar la oportunidad de mencionar a la grupeta de entrenamientos. «Entrenamos, socializamos y viajamos. Esto es lo que te da el correr en compañía», puntualizan. Y acabado el reto, José nos desvela su gran secreto. «Unos kalimotxos en La Cuesta, lo mejor para hidratarse tras el esfuerzo», confiesa.

Cuando colgó las botas de futbolista se volcó en el atletismo y es uno de los favoritos en esta edición del Martín Fiz

A sus 34 años, su cuentakilómetros está a rebosar, con 16 maratones en sus piernas. Ander Barrio de Rioja fue futbolista antes que atleta, en las filas del Abetxuko. Su pasión por correr distancias largas le llevó a incorporarse al grupo de entrenamiento del club Alimco Running Fiz con el propio Martín como mejor asesor. «Será mi tercer maratón este año. Lo he decidido a última hora. Son demasiados para el cuerpo después de Rotterdam y Bilbao», explica este ingeniero técnico en química y organización industrial.

Tiene una rutina semanal que le sirve como válvula de escape. «Compatibilizo correr con nadar. Hago un par de días a la semana tiradas más largas de 20 ó 25 kilómetros y también otro par de días de series por Vitoria. Me conozco todos los pueblos de la provincia», apunta. Preparó concienzudamente la prueba holandesa registrando su mejor crono. «El pico mayor lo hago tres semanas antes, luego se baja el volumen y la última hago unos 30 kilómetros», explica mientras reconoce que el famoso muro «a veces ha podido conmigo y otras he podido con él» .

Nos intentamos colar en los pensamientos que le acompañan durante esas horas de soledad. «Correr me ayuda a no pensar y a desconectar del mundo. Me gusta pensar en cosas buenas o en lo que comeré después», añade sonriente. Ese 'después' tiene mucho de celebración, por la satisfacción de llegar, de lograr un buen tiempo y por el premio que espera en la mesa. «Me suele apetecer alguna hamburguesa o pizza. No me corto, la verdad», reconoce. Su enganche con esta distancia tiene una razón de ser, «el sufrimiento que supone prepararlo». Una motivación de peso.