

El vizcaíno que arma las raquetas de los mejores del mundo
El portugalujo Gorka Alday ha sido encordador de los números uno del tenis en las dos últimas décadas
«Sólo se me ha escapado Roddick», recuerda mientras maneja una extraña máquinas y varias herramientas en el Open Kiroleta de Bakio. Por las manos ... de Gorka Alday han pasado las raquetas de los números uno masculinos y femeninos del mundo desde 2000, salvo el estadounidense. Ha trabajado como encordador en más de 60 torneos ATP y WTA, más siete Roland Garros y ahora cumplirá su sexto Wimbledon. Este portugalujo de 50 años es maestro en un oficio muy singular. Se responsabiliza del equipo de encordadores del Mutua Madrid, donde se reúnen 28 expertos de 11 países que arman las redes de casi 3.600 raquetas.
Alday trabajaba en una tienda de deportes de Zaragoza cuando una marca de material de tenis invitó a clientes y a ver la alta competición en el Godó. «Yo fui para dos días y acabé quedándome una semana. Me ofrecieron si quería ir con ellos al torneo de Madrid y, a partir de ahí, llegaron otros torneos. En Zaragoza había un encordador que ya había hecho alta competición y se jubilaba. Aprendí, sobre todo, cuando fui fuera y trabajé con los mejores del mundo. De cada uno puedes coger ideas para mejorar» .
Así lo hizo y Alday progresó en su profesión. Se encarga de transmitir al entramado de cuerdas la presión que le piden los tenistas, un proceso más complicado de lo que parece. Utiliza máquinas especiales, cuyo precio mínimo es de 6.000 euros, y herramientas manuales. «Y los dedos. Cuando me iba a casar, el joyero me dio tres tallas de anillos. Venía de hacer los torneos de Madrid, Barcelona y Estoril y las manos se me hinchan muchísimo», explica junto a un punzón para alinear cuerdas, un cortador «que me regaló un japonés en 2012 y sobrevive a todo», pinzas, un alicate de corte y la pinza en retención, «imprescindible».
Cada jugador proporciona el cordaje y pide la tensión y el sistema con los que preparar su raqueta. «El tenis es un deporte de sensaciones. Lo que vale para uno es lo contrario para otro», afirma Alday. Los deseos de los clientes marcan su trabajo. «Unos prefieren encordar por la noche, otros por la tarde, otros por la mañana. El cordaje es material elástico, es como una goma que sobreestiras y cuando la sueltas ya se ha dado de sí, ha perdido las capacidades elásticas. Una vez que encuerdas la raqueta, en una hora empieza a perder tensión y luego se estabiliza. Hay quien quiere que esté encordada el día anterior porque ya ha perdido la primera bajada de tensión y el cordaje mantiene propiedades más tiempo. Y hay quien te dice cuando va a entrar a jugar 'házmela ahora' porque le gusta el pan recién hecho».
Con calor se tiende a encordar con tensiones más altas porque los «tenistas sienten que la bola les sale más de lo que debería». Con mucho frío y a mayor altitud también se mueven las tensiones. «En altura, como en Madrid, la velocidad y el bote de bola son diferentes». Las tensiones más habituales oscilan entre 20 y 26 kilos, la mayoría en 23. «Antes las tensiones eran más altas, ahora las raquetas son más rígidas. Los profesionales buscan raquetas más previsibles porque la potencia ya la aportan ellos. Quieren algo flexible que les dé más control, que les permita orientar mejor la bola». Hay excepciones como el francés Mannarino, «a 10 kilos y pico, menos que las raquetas de bádminton», o la alemana Henke, «a 38 kilos o toda la tensión que la máquina sea capaz de dar».
Tripas de animales
Con tripa natural, de vaca o cordero, se fabrican las mejores cuerdas. «Para lograr 12 metros hacen falta dos vacas, porque utilizan una membrana que recubre las vísceras, que se llama serosa y tiene propiedades elásticas y mantenimiento buenísimo. Por un proceso químico, se extrae esa parte del intestino, se va enrollando y se hace como un espagueti de 12 metros. Ese es el cordaje que mejor mantiene las propiedades elásticas. Es un lujazo trabajar con tripa», detalla Alday. También hay líneas sintéticas e híbridas, pero «ninguna puede 'empatar' con la tripa».
El tejedor jarrillero desvela que Rafa Nadal cambiaba el cordaje cada siete-ocho juegos «porque quería tener una sensación parecida en los cambios de bola». O que Federer marcó tendencia cuando varió la colocación de las cuerdas y muchos le imitaron «porque la sensación es más agradable, aunque penaliza la duración del cordaje». Cinco raquetas cada dos horas es la media de un encordador en las grandes citas. Es la tarea que le espera a Alday ahora en Wimbledon, un torneo «muy especial por su tradición. Entras a las pistas y ves todo tan verde...». Tan singular que, por las limitaciones de publicidad, «unos jugadores nos pidieron que les pintáramos las zapatillas para que tapáramos los logos de marcas. Hay una sala con costureras por si tienen que cubrir la publicidad con un parche».
El comprador de tiempo
Alday fue el primer encordador español en Wimbledon, pero no había trabajado en Euskadi hasta que le llamó Igor del Busto para operar en los torneos de Kiroleta y Laukariz. «Mi madre está encantada porque aprovecho para verla. Y que me dé de comer, que eso se echa de menos». Residente en Huesca, el jarrillero no ha visto aún a sus amigos por el intenso trabajo en Bakio. Él sólo se dedica a la competición y formaciones para clientes y presentaciones de productos de algunas marcas. «Me dedico a ello y a cuidar al crío. ¿Que podría trabajar más, hacer más torneos? Sí, pero yo tengo un crío pequeño, le ves crecer, juegas con él, haces las cosas en casa... Si viejas mucho y estás fuera de casa... Estoy rodeado de gente divorciada en los torneos. ¿Que me gustaría ganar más? Pues a todos, pero yo compro tiempo».
Este experto de un oficio minoritario habla con cariño de Imanol Bollegui, un «querido» encordador vizcaíno. Y descubre un secreto. No se llama Gorka sino Jorge, pero por la involuntaria confusión de una compañera le inscribieron en el Godó con el nombre euskaldun y así le conocen een l tenis internacional. Gorka sólo hay uno.
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