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Rafael Nadal puede que no haya tenido la despedida más justa y que merecía como el mejor tenista español de todos los tiempos, pero nadie descarta que una leyenda del deporte como el manacorí pueda gozar más adelante de un adiós más sentido y que deje un sabor dulce y no amargo, que sepa a victoria y no a derrota. Quizás porque no pudo decir todo lo que quería decir, Nadal ha publicado una extensa carta en The Players Tribune, bajo el título «The Gift» (El regalo), en la que repasa su carrera y revela sus principales experiencias, los consejos de su padre, el respeto que siempre tuvo con sus rivales, sus peores y mejores momentos: «Inventar es difícil, copiar es mucho más fácil», escribe que le dijo un día su padre.
«No estaba hablando de tenis. Se trataba de la vida. Mira a tu alrededor y observa a las personas que admiras. Cómo tratan a la gente. Lo que amas de ellos. Actúa como ellos y probablemente vivirás una vida feliz. Llevé siempre esa lección conmigo», escribe Nadal que destaca que era la regla de oro de sus padres, Sebastián y Ana María. «Lo que te hace crecer como persona es la vida misma, los fracasos, los nervios, la angustia, la alegría, el proceso de despertar cada día y tratar ser un poco mejor para alcanzar tus metas». Nadal consiguió todas sus metas, quizás soñó con convertir en infinita su carrera, pero estará en la historia del deporte español como uno de los más grandes.
En su escrito, Nadal confiesa que nunca le impulsó el odio hacia sus rivales, sino un profundo respeto y admiración. «Simplemente intenté despertarme cada mañana y mejorar un poco para poder seguirles el ritmo. ¡No siempre funcionó! Pero lo intenté. Siempre lo intenté». El comienzo de su carta de despedida, Nadal recuerda una experiencia que le ha servido para toda la vida. Dice que como buen mallorquín estaba encantado con el mar y le fascinaba pescar. Vivir ese momento especial de desconexión total, sentado en las rocas con la familia o amigos o en un barco, lo hacía feliz.
Pero uno de esos días, con 12 años, tenía entrenamiento pero prefirió ir a pescar. Al día siguiente perdió el partido que tenía programado. «Está bien, es solo un partido de tenis. No llores ahora, no tiene sentido. Si quieres pescar, puedes pescar. Ningún problema, pero perderás. Si quieres ganar, primero tienes que hacer lo que tienes que hacer». Las sabias palabras se las dijo su tío Toni, que fue su padre tenístico. Recuerda Nadal los nervios que pasó la primera vez que cruzó bolas con Carlos Moyà y que lo llevó a soñar con jugar un día en Roland Garros. Y a continuación explica su peor vivencia, el dolor.
Tenía 17 años y tras una molestia en el pie le diagnosticaron que probablemente nunca más volvería a jugar tenis profesional. «Aprendí que las cosas pueden terminar en un instante. No solo era una grieta en mi pie, era una enfermedad». No había cura. Esa lesión lo acompañaría siempre. Entonces descubrió que tenía el síndrome de Mueller-Weiss. Apenas podía caminar. «Pasé muchos días en casa llorando, pero fue una gran lección de humildad». Reconoce que entonces su gran consejero, Sebastián, su padre, volvió a animarlo: «Encontraremos una solución. Y si no lo hacemos, hay otras cosas en la vida además del tenis», sentenció.
Tiene palabras para casi todos los grandes torneos donde estrenó ya acumuló títulos, para las aficiones de muchos países. Admite que no fue un hombre de hierro, y sí, en cambio, pasó nervios antes de entrar en una pista, durante las noches previas a un match pensaba que perdía. «Durante la mayor parte de mi carrera, fui bueno controlando las emociones. Con una excepción. Pasé por un momento muy difícil, mentalmente, hace unos años. Estaba muy acostumbrado al dolor físico, pero había momentos en la cancha en los que me costaba controlar la respiración y no podía jugar al más alto nivel. No tengo problemas para decirlo ahora. Después de todo, somos seres humanos, no superhéroes. La persona que ves en la pista central con un trofeo es una persona. Agotado, aliviado, feliz, agradecido, pero sólo una persona. Afortunadamente, no llegué al punto de no poder controlar cosas como la ansiedad, pero hay momentos con cada jugador en los que es difícil controlar tu mente, y cuando eso sucede es difícil tener el control total de tu juego», confiesa.
Seguramente Nadal tendrá otra despedida. Un homenaje feliz. No habría que estrujarse las meninges para ello. Hace unos días, el argentino Juan Martín Del Potro, que abandonó las pistas en 2022, tuvo un homenaje de despedida en su tierra. Fue muy emocionante, con Novak Djokovic como invitado especial y en el que recibió mensajes de sus grandes rivales, entre ellos Nadal. El serbio dedicó unas palabras a Del Potro, con el que se había enfrentado desde los 12 años, que salían del corazón. En un perfecto español, Novak concluyó: «No conozco persona que no quiera a Juan Martín. Eres un ejemplo para todos nosotros. Tu más grande victoria en la vida es que eres una persona maravillosa». Nadal también lo ha sido y es merecedor de un adiós más feliz.
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