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Juan Pablo Martín
Sábado, 15 de febrero 2025, 00:54
La cesta punta está en auge. Las gradas se llenan y el público responde al nuevo modelo deportivo de una modalidad que ha desechado la ... apuesta para impulsar el espectáculo. El Winter Series de Gernika, que mañana (12.00 horas) disputa la final de su tercera edición, supuso un antes y un después para una especialidad que estaba en estado crítico tras el cierre del último frontón industrial en Estados Unidos en 2021. Fue el torneo que dio un nuevo impulso y puso los cimientos en Euskadi a un deporte que ha conseguido que vuelvan a los frontones los aficionados de antaño y enganchar a un publico diferente. Las gradas del Jai Alai de la villa foral se han llenado un día sí y otro también. Las entradas tienen precios asequibles y se busca ofrecer al espectador algo distinto, hasta tal punto que se ha convertido en un producto atractivo para la televisión.
La onda expansiva de su explosión acarreó nuevos torneos en otras localidades, la creación de una liga junto a los principales campeonatos del otro lado de la frontera que reforzó el proyecto, e incluso este año se ha apostado por la internacionalización y el regreso de los mejores puntistas a Estados Unidos. Desde la promotora Eraman se siguen dando pasos para que este deporte se asiente definitivamente, aunque todavía tiene trabajo por hacer. Son contados los pelotaris que pueden vivir de este deporte.
De hecho, tres de los protagonistas que jugarán el choque cumbre compaginan esta disciplina con otro trabajo. Son conscientes de que la situación aún no da para más, pero son optimistas porque el trabajo realizado está dando sus frutos y –si mantiene su evolución– confían que en un futuro no muy lejano el sueño de vivir de la cesta punta esté cerca.
Aritz Erkiaga
«Además de jugar, me dedico a cuidar de los niños y la casa»
Es la principal referencia de la modalidad. El puntista al que todos quieren ver en la cancha por la calidad que atesora y por su capacidad de sorprender con su juego. Sus 14 años como profesional en Estados Unidos fueron la mejor escuela para el vizcaíno Aritz Erkiaga (Ispaster, 37 años). Jugaba ocho veces a la semana. «Tenía doble sesión dos días y libraba uno. Y si no evolucionabas no ganabas dinero». En 2021 junto a su familia regresó a Euskadi «para empezar una nueva vida». «Con dos hijos pequeños decidimos que yo, además de jugar, me dedicara a ellos y a la casa y mi mujer trabajara». Es uno de los seis pelotaris en nómina de Eraman, además de un fijo en los torneos del otro lado de la frontera. El año pasado rondó los cincuenta partidos, «aunque eso no te arregla la vida», admite.
Erkiaga cree en la apuesta que se ha hecho para que la especialidad avance. «Todos tenemos que poner de nuestra parte. Vemos que los frontones se llenan, pero todavía hay mucho trabajo por hacer. Es cierto que nuestras condiciones podrían ser mejores, pero en ese caso podría repercutir en la modalidad, por lo que hemos dejado los intereses personales de lado. Se ha optado por crear nuevos torneos en más frontones, por dar opciones a los jóvenes...», resalta. «El dinero también hay que invertirlo en el futuro. La visión de Eraman es esa», añade. Aunque lo tienen más complicado desde el punto de vista de su evolución deportiva, «los jóvenes tienen que sacrificarse, ganarse el puesto y luego verán sus frutos. En un futuro cercano creo que si todo sigue igual será posible que, aunque sea una docena de pelotaris, puedan tener un sueldo aceptable», concluye.
Ion Ibarluzea
«Para vivir de esto tendría que evolucionar mucho»
Será el zaguero de Aritz Erkiaga en la final, con quien ya ganó este torneo el año pasado. Ion Ibarluzea (Markina, 26 años) siempre dio preferencia a los estudios. «Tenía claro que antes de acabar la carrera no iba a ir a jugar a cesta punta a Estados Unidos». Cursó Ciencias Ambientales e hizo un máster. Actualmente es profesor en la Ikastola Bera Kruz de su localidad natal.
A algunos pelotaris de su generación sí que les ofrecieron la posibilidad de jugar en frontones norteamericanos, «pero luego hubo problemas con los visados tras la llegada de Donald Trump a la presidencia». Disputó un torneo en México, pero no fue hasta 2023 cuando le seleccionaron para disputar el Grand Slam de Markina. Un año más tarde ganar el torneo más prestigioso le abrió la puertas para otros campeonatos como el de Bilbao o Gernika. En total disputó 17 encuentros. «En mi caso me pagan por partido jugado. Me hacen contrato de un día».
Su profesión es compatible con el deporte al que siempre ha jugado. «Me da la oportunidad de pedir algún permiso, y como los meses de verano los tengo libres puedo estar más tranquilo. Porque trabajar, entrenar y jugar desgasta bastante», admite. Con el dinero que obtiene de la cesta punta puede cubrir la mayor parte de los gastos que le genera este deporte como la compra de cestas, «pero detrás hay mucho trabajo para alcanzar un nivel que no tiene la recompensa suficiente». Cree que cada año se van dando más pasos para que se generen oportunidades para los jóvenes «porque ahora hay más torneos. Pero vivir solo de esto en estos momentos lo veo complicado. Para ello tendrían que evolucionar mucho las cosas. El Winter Series es un éxito, pero realmente este año hemos jugado seis partidos en cuatro meses», dice.
Sin embargo, espera que su paso al frente dado en la cancha tenga como recompensa que se le abran las puertas en los frontones al otro lado de la frontera. «Sería interesante», admite.
Ludovic Laduche
«Es un sueño ser profesionales, pero hay que ir poco a poco»
Ludovic Laduche (Guéthary, 30 años) es autónomo. Trabaja de pintor desde los 18 años. «Siempre he querido ser mi jefe para hacer un poco lo que quiera», admite. Desde septiembre hasta abril son las fechas que más trabaja. Lo hace de lunes a viernes y tiene que compatibilizarlo con los entrenamientos y el gimnasio para mantenerse en forma. «Es mi vida. Por eso hay que comer bien y reducir la fiesta. Es mi obligación», destaca.
De mayo a septiembre reduce casi por completo esta actividad. Se centra en la cesta punta porque son fechas en las que se acumulan los torneos en San Juan de Luz, Biarritz y Pau, además de otros en Euskadi. «Es una temporada en la que puedes jugar casi tres partidos durante una semana y el cuerpo necesita descanso. Imagínate si a eso hay que añadirle el trabajo», apunta.
No tiene contrato con Eraman. Le pagan por partido disputado. «Al otro lado de la frontera es igual. No tenemos un fijo. Con lo que ganamos nos sirve para sufragar las cestas, que cuestan entre 500 y 600 euros cada una y uso unas seis o siete cada año. A eso hay que añadirle el masajista una vez por semana. Todo es necesario para llegar a competir con los mejores. Depende de cada puntista, pero en mi caso sé que si no ensayo tres veces por semana no voy a estar a este nivel».
Reconoce que el Winter Series es «un escaparate. Para los pelotaris es como el Wimbledon o el Roland Garros en el tenis. El torneo que queremos ganar al menos una vez en nuestra carrera».
¿Podrá vivir de la cesta punta alguna vez? «Para eso hay que conseguir un calendario estable todo el año. Cada temporada hay más torneos, los espectadores están respondiendo... Pero el nivel de los pelotaris tiene que seguir creciendo. Para nosotros es un sueño ser profesionales, pero hay que ir poco a poco», concluye.
Mikel Mancisidor
«La pelota no da de comer y es necesaria una estabilidad»
El zaguero guipuzcoano trabaja desde hace dos años como programador en una empresa que fabrica implantes dentales en Mendaro. «Sé que lo que nos da de comer no es la pelota y es necesaria una estabilidad», destaca.
Estudió un par de módulos superiores y está a gusto en su puesto «porque tengo la posibilidad de compaginarlo con la cesta punta». A diferencia de algunos puntistas de su quinta, no tuvo ofertas para jugar en Estados Unidos. «A un compañero con el que jugué desde pequeño, Ekaitz Goixerri, le ofrecieron un contrato a los 18 años y entonces piensas que puedes tener posibilidades. Pero luego la situación nos mostró que no era posible porque en la primera época de Trump en la presidencia denegaban los visados a los que querían jugar, la situación allí no tenía buena pinta y llegó el final de la modalidad».
Este año ha sido el de su explosión. La experiencia acumulada en las anteriores campañas le sirvió de mucho. «Me preparé al 100% cuidando todos los aspectos porque son necesarios para estar a este nivel. Y todo eso sale nuestro bolsillo».
Sin embargo, no pierde la esperanza de que «poco a poco, la situación de este deporte vaya a mejor. Estamos en el camino de poder vivir de esto porque la explosión de la cesta punta en Euskadi es todavía muy reciente. Sería un sueño muy bonito, pero hay que ir partido a partido, año a año, aprovechando las oportunidades y el futuro lo dirá», subraya.
Mikel Mancisidor (Mutriku, 25 años) va por el buen camino. «Nadie esperaba que nosotros llegáramos a la final del Winter Series, y mira».
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