Siempre nos quedará San Fermín
La pelota a mano profesional ha generado esta pasada semana un cúmulo de acontecimientos. Lo más noticiable ha sido la vuelta a los frontones de los pelotazales cumpliendo las normativas de las autoridades sanitarías. También retornan los corredores de apuestas, unos hombres que desde hace un siglo vienen a formar parte del paisaje pelotístico. En lo puramente deportivo se ha puesto en marcha el Torneo del Cuatro y Medio de San Fermín, que ha cumplido la mayoría de edad. Veintidós años en su haber y parece que fue ayer cuando las empresas dieron el pistoletazo de salida. Fue un 7 de julio luminoso, a las 11.30 horas, en la bombonera pamplonesa, el escenario de la final.
Llegaron a la última cita Jorge Nagore y Patxi Eugi. Un percherón contra una gacela. Ambos delanteros y con un patrón de juego diferenciado. El primero musculoso y con un pelotazo desgarrador. Le hacía saltar chispas a la pelota. El segundo, de la escuela de Julián Retegui, y su propuesta pasaba principalmente por no dar una pelota por perdida. Su mejor arma de ataque, la dejada.
El Labrit, a rebosar. Se vendió todo el papel. Como siempre, el color predominante en las gradas, el rojo. El duelo entre los dos hijos del viejo Reino de Navarra despertó una enorme expectación. Calor sahariano. Los ánimos encendidos. Se esperaba un partido grande. Sin embargo, las esperanzas se tornaron en una gran desilusión. Nagore, muy bien pertrechado, dejó en siete tantos a su oponente. Decepción.
Veintidós años después ha vuelto el Torneo San Fermín del Cuatro y Medio a su cita del estío. Lo que se ha visualizado hasta ahora es muy prometedor. Me ha gustado. Voy a centrar mi opinión en las dos eliminatorias disputadas en el Atano III el pasado domingo. Altuna III contra Salaberria y Ezkurdia contra Peio Exteberria. Dos figuras consagradas ponían a prueba a pelotaris en plena efervescencia.
El campeón del Manomanista, hasta bien pasado el ecuador, estuvo a merced del navarro, un pelotari corto en estatura, pero grande en su forma de entender el laberinto que entraña el frontón. Con su listeza y habilidad, estando en su sitio y sin dar muchos pasos, puso a su favor un marcador que les hizo restregar los ojos de incredulidad a los seguidores del de Amezketa: 5-16.
Y llegó la parte dura del examen. El rezagado tuvo que tirar de su repertorio para darle la vuelta a la tortilla y terminó ganando, 22-19. Hubo tantos llenos de fantasía y bien finalizados por ambas partes. Se jugó a buen ritmo y con acciones muy variadas. En el otro choque, Ezkurdia, apoyándose principalmente en su volea, derrotó (22-15) a Peio Etxeberria, que cometió excesivos errores.
En uno y otro partido se restó a bote, un hecho inusual en estos tiempos. El cestaño, muy bonito, se dejó acariciar, contribuyendo enormemente a que fluyera el espectáculo. Y no quiero dejar pasar por alto el atxiki que fue sancionado a Peña II en su partido contra Laso. Incompresible. Si se quiere cumplir el reglamento, que sea para todos. Hoy por hoy, la mayoría de quienes utilizan la volea meten el cazo. Que no nos hagan comulgar con ruedas de molino.