De pura casta
Jokin Altuna tiene venas regadas por genes pelotísticos. Sus tíos Imanol y Garaikoitz imprimieron su huella en la modalidad de remonte. Natural de Amezketa, un pequeño pueblo de 900 habitantes a las faldas del mitíco Txindoki, donde dice la leyenda que mora en un santuario una virgen milagrosa.
Allí también vieron la luz Josean Tolosa y sus hermanos. Fue un zaguero que en 1989 acabó con la racha victoriosa de 9 'txapelas' consecutivas de Julián Retegui. Saralegi fue otro de los ilustres manistas que desparramó su arte por los frontones industiales. Amezketa, proclaman los lugareños, «es tierra de pelotaris, artistas y virtuosos».
Altuna III ya sabe lo que es pisar el frontón Bizkaia para disputar uno de los platos fuertes del calendario, el título del Manomanista. Ayer fue la tercera vez. En 1918 se impuso (22-14) a Aimar Olaizola. En 2020 cayó derrotado (22-20) por Eric Jaka y ayer se enfrentó a nuevo reto en Miribilla ante Rezusta.
La final fue un auténtico monólogo. Altuna III pasó por encima de su oponente (22-5) sin miramiento alguno. Lo bordó. Hiló como un artesano la tela del partido y tuvo de recadista al bergarés, que no dejó ni un solo recuerdo dentro de su deambular por el escenario del frontón de Bilbao. Una dolorosa decepción que pone en entredicho a la Liga de Empresas, que se agarró a un reglamento que no tiene ni pies ni cabeza.
«El ganador es un manomanista de pura raza. En cada tanto dio rienda suelta a su clase»
El ganador, se mire por donde ustedes quieran, es un manomanista de pura raza. Con un torrente de recursos. En cada tanto dio rienda suelta a su gran clase, a su estética, inteligencia y pillería. Dibujó unos pelotazos de aire, largos y con una gran intencionalidad, desbordantes, para desarbolar al más pintado. Tanto su derecha como su zurda encerraron una exquisita belleza.
La tenue luz de la tarde la convirtió en un fulgor resplandeciente. Vino a demostrar que es un artista, como no me he cansado de repetir. Capaz de convertir la pelota en un arco iris. Demostró que está capacitado para reinar en esta especialidad durante mucho tiempo, siempre que las lesiones pasen de largo.
Su estadística viene a constatar el dominio absoluto que mantuvo en la final. Finalizó 14 tantos. Acumuló cinco saques. Total, 18 fogonazos para enmarcar. Dos errores. Su contrario le regaló cuatro pelotas y acabó tres, curiosamente dos de sendas dejadas al rincón. Y poco más aportó un partido que nunca debió jugarse. Con un aplazamiento concedido a Artola hubiésemos evitado este espectáculo.
El Manomanista del silencio se va y entramos en el estío. Sin embargo, nos deja una lección muy a tener en cuenta. Tanto a Zabaleta como a Rezusta les cae muy grande el mano a mano. Son dos grandes zagueros, pero chirrían en las luchas individuales. Zapatero a tus zapatos.