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Debemos reconocerlo: los pelotazales salimos el domingo del frontón Bizkaia no sólo comentando los pormenores de una gran final, un duelo de poder a poder, ... con alternativas y emoción a raudales, sino satisfechos con nosotros mismos. Nos sentíamos unos privilegiados tras haber vuelto a disfrutar de un deporte maravilloso cuya verdad profunda supimos descubrir, a diferencia de otros que nunca supieron encontrarla o ni siquiera se interesaron en buscarla. 'Pobriños', como decía mi querida suegra.
El partido que acabó coronando a Altuna me hizo pensar en la espectacular evolución que ha tenido la pelota a mano en las tres últimas décadas. Es cierto que todos los deportes han evolucionado mucho, algo natural teniendo en cuenta cómo han cambiado sus practicantes –más altos, más fuertes, mejor alimentados y preparados–, los materiales o hasta los escenarios. Ves un partido de fútbol de hace cincuenta años y parece que los jugadores van andando. O que podrían hundirse hasta las rodillas en el charco de un campo embarrado. Y ves un partido de tenis de los años setenta y, comparado con las actuales batallas a cañonazos, te parece un duelo amistoso entre finos maestros de esgrima.
Los cambios de la pelota tienen un mérito especial porque hablamos de un deporte muy tradicional en el que cualquier variación puede ser vista no ya con reticencias sino con verdadera alarma, como si se estuviera atentando contra el patrimonio histórico. A los vascos nos gusta cuidar las viejas costumbres. Tampoco es que lleguemos al nivel de los ingleses, que todavía mantienen a los jueces con peluca, pero hay cosas que nos cuesta admitir que se toquen. Con la pelota, sin embargo, no hemos podido ser más avanzados, más dispuestos a su renovación para preservar su futuro.
Repasemos algunos cambios. Los frontones han dejado de ser blancos para ser de colores y teñidos de anuncios publicitarios, que también llevan los pelotaris en sus camisetas muy coloristas. Por supuesto, ya no se puede fumar, de manera que han desaparecido aquellas neblinas londinenses que algunos asociamos a las viejas finales en el Atano III. Durante muchos años, por cierto, esas finales se jugaban por la mañana y se detenían a las doce para el rezo del Angelus. Ahora las detenciones son por descansos solicitados por los pelotaris o impuestos por la televisión.
Más cambios. El campeón del manomanista no tiene plaza asegurada para la final del año siguiente, es decir, no puede esperar a su rival subido en el trono, como sucedía hasta 1995. Las pelotas han cambiado muchísimo –sólo son iguales en el peso–, lo mismo que los pelotaris, todos ellos magníficos atletas. Esto ha provocado un cambio completo en la forma de jugar, con un predominio mucho mayor del juego de aire sobre el de bote. Si a un espectador por completo ajeno a la pelota le ponen imágenes de una final de los años ochenta y luego le muestran la del domingo le parecerán tan diferentes que se preguntará si han cambiado las reglas de ese deporte. Incluso el público es distinto, más bullicioso, más futbolístico.
Pues bien, una vez puestas las cosas en su contexto, voy a la razón de este artículo, que no es otro que proponer con humildad un nuevo cambio. Tiene que ver con el saque. No se tratar de volver a experimentar con nuevas líneas. Y que conste que adelantar la pasa al 6 y medio en el manomanista ha sido un gran acierto, una forma de acabar con aquellos saques bombeados que caían desde el cielo y bajaban casi hasta el 7 haciendo más daño que la basura espacial. Mi propuesta, que no deja de ser la de un simple aficionado con buenas intenciones, tiene que ver con la necesidad de encontrar una manera de evitar que el saque tenga la importancia exagerada que ha acabado teniendo.
Las grandes tacadas ya son una condena en las riñas individuales. Pensemos en la reciente semifinal Altuna-Laso con el de Amezketa yéndose como un tiro hasta el 15-0. O qué decir de la final de 2024. Tras recuperar el saque en el segundo tanto, Altuna empalmó 19 seguidos, de nuevo con Laso como víctima. Y recordemos la final de 2022, en este caso con Laso como beneficiario de dos tacadas de nueve tantos, la primera para el 9-1 y la segunda desde el 5-13 y 5-21, que machacaron a Ezkurdia. La realidad es que el sorteo del saque tiene ya una importancia que nunca debería tener una cuestión de azar. Y es que bastante influye la suerte en los partidos como para que lo haga también una cuestión reglamentaria. De hecho, en ningún otro deporte sucede algo así. En el tenis, por ejemplo, son más los que deciden restar que sacar tras el sorteo. Mi referencia es el tenis de mesa: que los pelotaris se vayan alternando el saque cada dos tantos. Y cada uno a partir del 20. Creo que sería más justo, que se reducirían las grandes tacadas y los partidos serían más emocionantes y competidos.
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María de Maintenant e Iñigo Fernández de Lucio
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