Fallos a porrillo
El Campeonato de Parejas finalizó el pasado lunes la primera jornada de la segunda vuelta. Todo sigue igual. Hay pocas novedades. Los frontones guardan el más absoluto mutismo. La banda sonora de los corredores de apuestas se la ha tragado la pandemia. El runrún de los pelotazales ha desaparecido. Solamente se oye el golpeteo de la pelota contra el frontis.
En lo que va de competición se ha producido un hecho llamativo, muy llamativo. Digno de comentar. Es el referente al comportamiento que vienen teniendo los pelotaris. En cada partido se vienen contabilizando fallos a porrillo. Errores copiosos. Pierden pelotas no forzadas como si estuvieran en la feria de los regalos. Hubo un partido que los ganadores solamente sumaron cuatro tantos de su propia cosecha. Los otros 18 restantes se los pusieron en bandeja de plata sus rivales.
Este suceso en el ocaso del pasado siglo se hubiese tirado la gente a la cancha o se hubiese armado la marimorena. A lo largo de mi andadura por el circuito pelotístico he vivido broncas monumentales. En el frontón Adarraga de Logroño, un grupo de pelotazales indignado saltó a la cancha e impidió que prosiguiese el partido un delantero de postín que ostentaba una cojera alarmante.
En el Astelena de Eibar una tarde de domingo un zaguero de renombre, uno de los más destacados de la historia, dio tres colchonazos seguidos y los silbidos se oyeron hasta en el santuario de Arrate. Ante semejante vendaval de viento el pelotari se retiró a vestuarios y cuando nuevamente se incorporó a la cancha se arrodilló y pidió perdón. Hoy la pelota a mano profesional ha tomado una deriva errática. No es una conclusión baladí. Son certezas contrastadas por las estadísticas. Los números cantan para alumbrar la verdad. Rebobinando el partido de la noche del lunes en Ataun deja al descubierto un hecho que viene a reflejar la cotidiana realidad de lo que acontece en los frontones en los últimos tiempos.
Se enfrentaron Urrutikoetxea e Imaz contra Peña II, que se ha encaramado a lo más alto de la modalidad, y Albisu. Se impuso por la mínima (21-22) la pareja guipuzcoana. Se disputaron 43 tantos. Tantos errados por los contendientes: 23. Un cincuenta por ciento de pelotas fueron a morir de mala manera a la calle del olvido.
¿Qué está pasando? Es la pregunta que se hacen los puristas, que en honor a la verdad se pueden contar con los dedos de una mano. Hay varios factores que pueden incidir en esta espectacular deriva. No es lo mismo jugar con público o sin él. El estímulo que produce el aliento del respetable es enorme en un deportista. Se multiplica su rendimiento. El silencio y la soledad no es bueno para nadie.
El gran factor desestabilizador es el cestaño. No me cansare de repetirlo. Manda Doña Pelota. Por una causa u otra no existe un criterio común entre las intendencias de las empresas. Un día se sacan balines y otros días patatas. Eso se llama falta de rigor.