Dos años más
juan carlos otaduy
Lunes, 25 de abril 2022, 00:16
Todavía hay quien dice que llegó a Maranello con la etiqueta de provisionalidad, ocupando el hueco hasta que el hijo del Kaiser madurase. Cuesta creerlo, ... pero si así fuera Carlos Sainz ha dado un golpe de timón a los planes de la Scuderia y va a disfrutar el privilegio de conducir un coche ganador tanto esta como las dos próximas temporadas, un coche con el que aspirar a ganar el Mundial de Fórmula 1.
Resulta curioso que desde su debut el madrileño haya salido bien parado de sus emparejamientos con pilotos duros de roer o directamente fueras de serie. Como tales cabría que catalogar a Max Verstappen -con quien Carlos tuvo que bregar en su debut y que ayer no tuvo rival en Imola- y a un Charles Leclerc que pese a errar ayer está en un magnífico momento. Durante el tránsito entre el Gran Premio de Australia y el de la Emilia Romagna se sucedieron las voces que mostraron su decepción por el mal fario que le persiguió en Melbourne, sabedores de que su potencial ya debiera haberle permitido ganar su primer gran premio. Otro tanto ocurrió el viernes y de nuevo ayer, pero entre las opiniones de peso que se han manifestado abundan quienes destacan que ya en Australia Carlos estuvo a la altura de su compañero tanto en los libres como en calificación -si no por delante- y sólo un cúmulo de desdichas le apartó de la primera línea de la parrilla; eso sí, un cúmulo de circunstancias que le dejó sin puntuar mientras Leclerc continuaba sumando, como volvió a ocurrir ayer.
Leclerc es un piloto de primerísimo nivel. En Imola ha cometido su primer error del curso pero el monegasco se adapta como un guante a las nuevas monturas, al contrario de un Sainz que necesita un período para aclimatarse. Los coches de 2022 son mucho más exigentes de lo que lo fueron sus predecesores y a la hora de oscilar el balance del monoplaza sobre los dos ejes Leclerc es un fenómeno. Juega con acelerador y freno con maestría, de modo muy diferente al estilo más convencional de Sainz. Sin embargo, éste progresa cada campaña paralelamente al desarrollo de su coche y cabría esperar que a partir de la próxima cita en Miami ambos pilotos se alternen como el más veloz de la Scuderia. La racha de mala suerte no puede ser eterna por más que las decepciones que se vienen suediendo hayan puesto el foco sobre Carlos, sometido a una presión que sólo cederá cuando suba a lo más alto del podio. Ahora que la incertidumbre por el futuro ha desaparecido debe encontrarse por fin con el Ferrari que conduce, espoleado por la ampliación de su contrato. Si por fin llega la victoria en Miami o Montmeló puede que Ferrari aún permita que sus pilotos sigan rivalizando, con el título de constructores como objetivo último y sin que los mensajes de radio determinen un claro jefe de filas.
Carlos se ha ganado a pulso su continuidad como parte del mito ferrarista y vestirá de rojo al menos dos años más. Pero él sabe mejor que nadie que por encima de todo está ante la gran oportunidad de su carrera, al volante de un coche con el que puede proclamarse campeón. ¡Cómo va a desaprovecharla!
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