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Igor San Román, José Ángel Iribar y Juan Mari Aburto.

Premios a un año de proezas deportivas

EL CORREO entregó sus galardones anualesen una ceremonia repleta de emociones y sonrisas, que tuvo su colofón conel recuerdo de la gabarra

Martes, 28 de enero 2025, 20:57

Del mismo modo que solemos contar los partidos de fútbol en primera persona del plural, igual que si fuésemos nosotros los que hemos ganado o perdido sobre el césped, uno salía el lunes de la gala anual de los mejores deportistas de EL CORREO como si hubiese acumulado todo tipo de proezas en esas dos horas: allí dentro, en el auditorio del Guggenheim, escalamos paredes inverosímiles, marcamos goles inconcebibles, saltamos obstáculos que parecían insalvables, remamos con poderosos brazos de gigante, nos sobrepusimos con coraje a todas las dificultades... Cada vez que se entregaba un premio, la pantalla mostraba imágenes asombrosas, a veces tirando a lo sobrehumano, para dar paso a las personas de carne y hueso que las protagonizaban y brindarles el abrazo de los premios y el aplauso, y todos nos sentíamos parte de esos logros, un poco deportistas de élite también. Otra cosa es que luego, en el momento de irse, la tripulación de Urdaibai subiese a ritmo atlético las singulares escaleras de paso y medio del museo, mientras uno, devuelto bruscamente a la realidad, se iba quedando atrás y renqueaba por los peldaños.

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Estos galardones, organizados por EL CORREO y patrocinados por el Ayuntamiento de Bilbao, la BBK y la Diputación Foral de Bizkaia, aspiran a ser «un homenaje a todos los deportistas de Bizkaia», como puntualiza siempre el maestro de ceremonias, Patxi Herranz, que también merecería un premio como campeón en la difícil disciplina de la entrevista inesperada. A Herranz le encanta descolocar a los premiados, sacarlos de su zona de confort con un regate creativo. A Marta, la madre del piloto de trial Jaime Busto, le preguntó si su hijo solía subir con la moto por las escaleras de casa. «¡Forma parte de su cuerpo!», respondió ella sin inmutarse. En la misma línea, a la escaladora Ainhize Belar le hizo aclarar si entraba por la puerta o prefería trepar por la fachada: «Por todos los lados», aclaró ella. Y al jinete Pello Elorduy le planteó si, al fin y al cabo, el que curra en las competiciones de saltos no es el caballo: «Hay que dejarse llevar, como en todos los deportes. Yo pongo lo que puedo y él también pone de su parte».

Esos breves diálogos dieron lugar a testimonios emocionantes, a situaciones divertidas, a desafíos deportivos... La triatleta Rakel Mateo, por ejemplo, explicó la difícil situación en la que se encontró antes de los Juegos Paralímpicos. «Tres meses antes, me fracturé el muñón porque la prótesis se me salió en una competición. Todo el mundo daba por hecho que psicológicamente estaba mal, pero... ¿por qué? El muñón estaba fracturado, pero yo estaba bien. El otro día, un niño me llamó 'crack' y me explicó así por qué lo decía: 'Cuando pasa algo, la gente se pone triste, pero tú no'», relató. El primo de Luis de la Fuente, Iñigo, que acudió a recoger el premio concedido al seleccionador, tuvo un elogio para las sufridas familias de los deportistas: «Seguro que se han sacrificado tanto o más que ellos», apuntó. Mariví Etxaburu, que hace cincuenta años formaba parte del primer equipo femenino del Tabirako, recitó aquella alineación de antaño y recordó que en aquel tiempo había «mucha gente con mucho apuro» por culpa del indiscreto pantalón corto.

El presidente del Barakaldo, Ricardo Arana, lanzó un reto al Athletic: «La temporada pasada ganó la Copa y nosotros ascendimos. Si este ganan la Europa League, nosotros también subimos». Y uno de los momentos más emocionantes fue cuando Alba Pérez, una de las deportistas de Haszten –la asociación que facilita la actividad de personas con diversidad funcional–, explicó la maravilla que es para ella jugar al baloncesto: «La canasta me encanta, ¡tirar!, pero todavía estoy aprendiendo».

Todo rodado

Por ahí fueron pasando todos: el ciclista Imanol Arriortua, el padre de la jugadora de basket 3x3 Gracia Alonso de Armiño («Estuvimos llorando todos», le confesó Patxi Herranz en referencia a su plata en los Juegos, y el padre replicó: «No te cuento nosotros»), los representantes del Zuazo y el Getxo Rugby femeninos, del Ausarta, del Bilbao Athletic y de Urdaibai, la skater Naia Laso (ahí el presentador confesó su experiencia estampándose con un sancheski contra un muro del Puerto Viejo de Algorta), la patrona de trainera Andrea Astudillo, los atletas Markel Fernández, Claudia Villalante y Gonzalo Lamborena... No faltó Dani Vivián, que evocó la victoria en la Eurocopa: «Fue todo muy rodado, fácil, llevadero. ¡Ganábamos todo!». Y, como colofón, qué iba a ser... El repaso deportivo a 2024 en Bizkaia tiene un par de jornadas clave, como si a la línea temporal le hubiesen colocado dos lazos de regalo: el alcalde de Bilbao entregó a José Ángel Iribar y el directivo Igor San Román el premio correspondiente al Athletic por su triunfo en la Copa del Rey, aquel cataclismo emocional que hizo arte abstracto con el electrocardiograma de los vizcaínos.

«La palabra que define esto es comunión entre el equipo y la ciudad», resumió Juan Mari Aburto, que también admitió sus temores ante la marea humana del día de la gabarra: «¡El miedo que teníamos! Impresionaba mucho, podían haber pasado muchas cosas y no pasó nada, ¡dimos ejemplo!». Ahí tocó hablar de lágrimas otra vez. San Román evocó su abrazo con Iribar el día de la final y El Chopo trajo a colación otro recuerdo sevillano, compartido con el alcalde: «Con Juan Mari estuvimos llorando juntos, nos dimos un abrazo que no pudimos aguantar la emoción. ¡Aquello fue inenarrable!».

Después llegó, como de costumbre, el tercer tiempo en el atrio del museo, el momento de mezclarse todos en loca olimpiada. En los corrillos uno podía enterarse, por ejemplo, de que el jinete Elorduy tuvo su etapa de remero: «Me enfadé con el mundo del caballo y, cuando quise sentirme de nuevo deportista, pasé al remo, hasta que un día el bote dio la vuelta y cogí miedo: ¡a montar a caballo otra vez!». La vallista Villalante, en cambio, le dio a la hípica: «Yo primero saltaba con caballo y después empecé a saltar sin caballo, porque a nivel organizativo familiar era más fácil, pero tengo morriña de aquello». Haizea Arco, del Getxo Rugby, probó con la escalada: «Con el covid no se podía hacer deporte grupal. Y se me daba bien, pero peor que el rugby. Si tuviese la costa cerca, también me gustaría probar con el remo, pero soy de Zalla». En el Cadagua no, ¿verdad? «Bastante tiene el pobre con llevar agua, como para llevar personas».

¿Y qué hay de los remeros de Urdaibai? Se ven en todo tipo de disciplinas. Unas veces en serio: «A mí me atrae el ciclismo, porque soy un tío tan masoca que me gusta el sacrificio a tope», hace autoanálisis Diego Pérez. Otras veces más en broma: en la conversación van saliendo el críquet y hasta el póker, que parece que a Aimar Intxausti no se le da nada mal. A lo mejor, se consuela después uno mientras sube pesadamente las escaleras, a las cartas sí podríamos ganarle.

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