Un nuevo Juan del Campo quiere seguir creciendo
Tras seis meses de entrenamientos y continuos viajes, el vizcaíno se estrena este domingo en la Copa del Mundo en Val d'Isére
Cuando el pasado mes de junio, el resto de la población pensaba en la playa, el sol, en su lugar de vacaciones, Juan del Campo (Bilbao, 28 años) comenzaba a imaginar trazadas por la nieve y a dibujar una temporada en la Copa del Mundo que arranca este domingo en Val-d'Isère, Francia. Antes de este estreno, el competidor vizcaíno y su compañero Quim Salarich han acumulado múltiples kilómetros en sus bolsas de viaje, infinidad de horas de entrenamiento, tanto en la pista como en el gimnasio, y mucho esfuerzo para llegar en plena forma a la competición. Todo empezó con un 'campamento' físico, luego continuó con un par de salidas a Bélgica para esquiar bajo techo. En agosto tocó ir un mes a Argentina, y más tarde dos escapadas a Suecia, a una región situada a 40 kilómetros del Circo Polar Ártico, donde entrenan la mayoría de las selecciones punteras. El objetivo plantarse en este estreno en los mejores condiciones. «El trabajo ha sido muy bueno –se felicita Del Campo–. Ahora a ver qué ocurre en la competición. Toca dar lo mejor de mí mismo», dice ambicioso en una conversación telefónica desde el Valle de Aosta, en Italia.
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Este esquiador vizcaíno sufrió la temporada pasada. En junio de 2021 se rompió el peroné. Crack. Dolor. «Estuve todo el año con una placa y seis tornillos en el pie. Eso dentro de una bota de esquí... Cada que vez que hacía una curve me dolía, tenía poca movilidad. Y el dolor me subía a la cadera. Se me juntaron varias cosas... Fue un año difícil», acepta este competidor nato que no pudo acudir a los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín, aunque ya estuvo en los de PyeongChang en 2018. De todas formas, ahora mira atrás y degusta la conseguido. «Hice toda la temporada con la placa, pensé que no iba a ser para tanto... Buff. Pero la realidad es que la temporada salió bastante bien». Un repaso: participó en seis pruebas de la Copa del Mundo de eslálon y en una de ellas (Garmisch-Partenkirchen) pasó el corte, esto es, quedó entre los 30 mejores. Además, en la Copa de Europa consiguió notables resultados, como la séptima plaza en Almasa, Suiza.
Y este temporada, durante su estancia en Argentina, logró un primer puesto y un tercero en la Copa Sudamericana, en Cerro Pastor. Las sensaciones son buenas, también con el nuevo material, de la marca Atomic. Y con la progresión que está teniendo el equipo español en los últimos tiempos, con Salarich de abanderado. «Hemos crecido mucho. Tenemos un apoyo muy grande para seguir creciendo. Nos centraremos en la Copa del Mundo con alguna Copa de Europa para no perder el ritmo. Se presenta muy bien todo», saca músculo Del Campo, al que se le nota menos volcánico que en el pasado.
Era uno de esos esquiadores que iba a por todas en cada oportunidad que tenía. En cada carrera. En cada curva. Ahora también lo hará. Pero de otra manera. Con otra mentalidad. «He aprendido bastante. Te vas haciendo mayor. Otros años iba con demasiadas ganas, con mucho ímpetu y todo eso me podía. Iba como una cabra loca. Y me lo estoy tomando con calma. Estoy haciendo un trabajo psicológico importante detrás. Y he descubierto que ni ganar te hace mejor persona ni nada. Y como deportista te define cómo te esfuerzas, cómo trabajas. Estoy bastante más tranquilo que otros años», asiente este vizcaíno que, a partir de mañana, espera lidiar con «los demonios» de la competición, esos que aparecen cuando llega la hora de la verdad.
Pero se siente preparado. La estancia en Argentina resultó fructífera. «Tuvimos condiciones difíciles, duras y peleonas. Es lo mejor. Porque la nieve de glaciar siempre te da buenas sensaciones, pero allí acabas con la sensación de que has peleado. Y me sirvió para recuperar el ránking que tenía». También aplaude el entrenamiento en Suecia. «Entrenan la mayoría de los mejores equipos. Son entrenos de calidad, te mides a ello». Aunque el primer viaje contó con un invitado inesperado, el cambio climático. «No había nada de nieve. Íbamos con nieve del año pasado, que guardan bajo lonas gigantes y luego la pisan». En la segunda ocasión, todo fue sobre ruedas. «Solo hay cinco horas de luz. Entrenas por turnos, de dos o dos horas y media, porque hace mucho frío y se te pueden congelar los pies. Sacamos entrenamientos muy buenos», sonríe. Y llegó la de la verdad. Este domingo, en Val-d'Isère, el primer capítulo de una nueva temporada.
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