Remontada a lo número uno de Rahm para soñar en México

A Jon Rahm se le había quedado un regusto amargo por los pequeños detalles que frenaron su progresión en la segunda jornada del Open de México y ayer convirtió su bolsa de palos en una maquinaria de precisión para dar una clase magistral y soñar con revalidar el título conseguido el pasado año en Puerto Vallarta. Tocado por los dioses, el flamante propietario de la chaqueta verde ofreció a orillas del Pacífico un golf mayúsculo en el que maridó a la perfección potencia, talento, finura y fortaleza mental. Su exbición, de otro planeta, le aupó hasta el segundo puesto con una tarjeta sideral de 61 golpes, diez bajo par, para un total de menos 17 en el cómputo general de los tres días. Hoy saldrá con solo dos impactos de desventaja respecto al líder, su amigo Tony Finau.

Su juego, ágil, ambicioso, valiente y milimétrico, surgió como un tsunami desde el océano pàra protagonizar una remontada espectacular que le abre la posibilidad de obtener el quinto triunfo de la temporada tras sus éxitos en el Torneo de Campeones de Hawái, el American Express, el Genesis Invitational de Los Ángeles y, sobre todo, el Masters de Augusta.

Los primeros nueve hoyos del número uno del mundo deberían convertirse en una asignatura obligatoria en todas las escuelas de este deporte. Es casi imposible jugar mejor. Fueron sucesivos másteres desde el tee, desde las calles, en las inmediaciones de los greenes y en las proximidades de las banderas. ¡Qué exhibición la del profesional de Barrika! Sus números, estratosféricos. Seis birdies y tres pares para un total de 29 golpes a mitad del recorrido. Un 'pasaporte' así sólo está al alcance de los elegidos. Convirtió los putts de los hoyos 1 y 3 en 'fáciles' cuando en realidad tenían una gran dificultad por la distancia y las caídas; optó por el golf académico en el 12 para aprovechar el único par 5 de este tramo del campo; e hizo un tiro a green en el 7 que da gusto verlo una y otra vez. Magia.

Espectáculo en estado puro que llegó a oídos del líder, Tony Finau, gracias a los permanentes rugidos de los aficionados. Se trataba de presionar al estadounidense, que notara cercana la larga sombra del vizcaíno, y vaya que la sintió. Bandera a bandera, impacto a impacto, metro a metro, griterío a griterío. Caminaba Rahm con una seguridad aplastante que se apreciaba en su ligereza en el paso y en gestos elocuentes de que sabía lo que debía hacer en cada momento. De hecho, superó con suficiencia el complicado hoyo 10, su talón de Aquiles tanto en esta edición como en la pasada, cogió algo de aire en el 11 y después encadenó tres birdies que le encaramaron a la zona más alta de la tabla. Después pares en el 16 y el 18 y birdie en el 17.

El público no daba crédito a lo que veía, un ciclón de sólo 28 años llamado a marcar una época. Ya tiene dos Grandes, el US Open conquistado en 2021 y el Masters logrado en Semana Santa en el templo del golf de Georgia. Y el PGA Championship está a la vuelta de la esquina. Ningún español lo ha ganado y él quiere ser el primero. Va camino de ello.

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