Olazábal lamenta irse del Open sin haberlo ganado nunca
El hondarribitarra amaga su despedida, siente que «la gente me quiere» y en adelante dependerá de invitaciones para jugar, que no aceptará si «no me veo competitivo»
El Open de España pudo despedirse ayer de José María Olazábal. Y viceversa. El genial jugador hondarribitarra pierde la exención que le permitía ser un ... fijo en multitud de torneos continentales y en adelante sólo podrá jugarlos clasificándose (como Jiménez este año con The Open al ganar su versión Senior) o mediante invitación. Este detalle no lo ve claro. No quiere seguir adelante a cualquier precio. «Quiero jugar bien. No aceptaré una invitación si mi nivel no creo que sea suficiente para competir». Antes había abierto una ventana a la esperanza, quizá más del público que suya, pues tiene muy asumido dónde se encuentra su carrera. «Si empezase a jugar bien y llamase la atención del que se encarga de estas cosas igual no ha sido mi último Open».
Humilde, reconoce el biganador del Masters de Augusta que es una espina que se lleva por «no haber ganado nunca el Open de España». Y con el eco de la ovación doble, por su carrera y por cerrar este paso por el Club de Campo sin pasar el corte pero luchando hasta el final, facturando un birdie al 18, Olazábal habla de que «me siento bien. Me llevo el cariño de toda la gente apoyándome durante todo el recorrido y durante todos estos años. La gente me quiere, o al menos eso creo». No está confundido.
Por momentos da la sensación de que su ya habitual verbo reposado rebaja incluso su tempo, evitando emocionarse. Sus carrillos se mueven, piensa y habla. «Sé que son los últimos coletazos... de esta temporada. Me quedan dos torneos en los que me he apuntado y se acabará este curso. Y luego me espera el Champions Tour (para veteranos) porque quiero competir con los mejores y tratar de ganar.
Sigue, ante la insistencia de la sombra del adiós en las preguntas, haciendo un repaso somero de su esencia como jugador y persona. Desgrana algunos golpes históricos, pero se queda con que «lo único que he pretendido es ser muy respetuoso con el juego, las reglas y los compañeros a los que siempre he tratado de ayudar. No me he creído más ni menos que nadie por los títulos que haya podido ganar. Este deporte te enseña humildad. Mantener la línea es casi imposible y antes o después llegan los tropiezos y las malas rachas».
Desmonterado, gorra en alto, una mueca de respeto pero cargada de orgullo y satisfacción. Sabe que se está yendo, pero esperamos que no sea del todo.
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