Golf | Diario de un enviado especial

Hablad bajo, hay duendes en la casa

Nos los hemos visto pero sí sentido: cerradura electrónica averiada, un colega se tuerce el tobillo en su cuarto, chorros de agua helada en la ducha, ruidos...

Iván Orio

Rochester

Sábado, 20 de mayo 2023, 16:06

Al principio lo atribuí a la casualidad, pero luego pensé que también el azar necesita su reposo para que sus brazos invisibles concurran en un ... lugar y en un momento precisos y puedan hacer de las suyas. La vivienda que sirve de refugio a este enviado especial y a sus dos compañeros de viaje tiene muchas horas libres. Fieles a nuestra rutina laboral en el Oak Hill Country Club, entramos en casa bien entrada la noche y nos vamos cuando todavía no ha amanecido para evitar ser engullidos por el ejército de vehículos que circunda Rochester todas las mañanas. Así que el destino no tiene mucho tiempo para venir a visitarnos a West Henrietta y romper una tranquilidad que a veces asusta en este vecindario muy americano. Somos más nómadas que moradores y, sin embargo, nos han pasado muchas cosas en este hogar transitorio.

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La cerradura es electrónica y, según nos han dicho por aquí, las posibilidades de que falle desafían todas las reglas de la estadística –desde luego es la más utilizada en este barrio residencial–. Pues bien, nosotros ya hemos roto esos registros en tiempo récord. Sólo habían pasado 48 horas desde nuestra llegada cuando regresamos del campo y al pulsar el botón que la activa escuchamos un sonido muy sospechoso, similar al que emitían las antiguas máquinas de petacos cuando las zarandeabas y hacías 'falta'. Perdón, 'tilt'. Los números para teclear la clave no se iluminaban y, sin números, no había paraíso para el descanso. Probamos una, dos, veintisiete veces, pero nada. No nos quedó más remedio que telefonear al propietario. Cruzamos los dedos, que coja, un tono, que coja, otro tono, que coja por favor, tres tonos. «¿Yes?».

Iba al volante con el manos libres y por fortuna llevaba en ese momento una llave de la casa. Estaba a hora y media de Henrietta, así que buscamos un lugar cercano para comer un bocado y amenizar la espera con una cerveza. Cuando llegó pensé 'ahora le dará al botón, funcionará y no sabré dónde meterme'. Un clásico. Pero no. Realmente se había estropeado. «No había pasado nunca», dijo con cara de asombro. Nada más despertarnos, uno de mis dos colegas cojeaba ostensiblemente mientras se dirigía a la ducha. Había notado en su duermevela un cosquilleo en su tobillo izquierdo, como si estuviera dormido por una postura no natural. Se levantó a oscuras para desentumecerlo y no sólo no lo consiguió sino que pisó frágil y se lo torció de mala manera. Toma analgésicos desde entonces para mitigar un dolor no muy agudo pero persistente.

También ocurren cosas extrañas con la temperatura de la ducha. Hemos dejado la llave del agua en una posición en la que sale caliente sin abrasar. Pero de vez en cuando suelta un chorro helado que te deja sin respiración, como si algo o alguien lo hubiera manipulado para hacer una travesura que incomode a los inquilinos y dejarles claro que están allí de prestado, Y esos ruidos sin identificar que me llevan a pensar en los empinados escalones que conducen al sótano... «Hablad bajo, igual hay duendes», solemos susurrar cuando estas situaciones se repiten en tono de broma y, por qué no decirlo, para espantar nuestros fantasmas, que todos los tenemos. Por cierto, etimológicamente duende significa 'dueño de la casa'. Son elucubraciones que de momento no nos quitan el sueño, Al fin y al cabo los duendes sólo hacen trastadas. ¿O no?

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