El hábitat de un campo de golf en un Grande
La sede del US Open es un ente con vida propia: parque móvil, señalizadores, seguridad, voluntarios, jardineros, restaurantes, tiendas... El trasiego es estresante
Hay cierta sensación de caos en Los Ángeles Country Club cuando la jornada alcanza su máximo apogeo y el movimiento en sus carreteras, senderos, calles, ... restaurantes y tiendas es incesante. Pero es una percepción ficticia. La realidad es que todo está sincronizado en un hábitat con vida propia en el que deben convivir durante una semana jugadores, cadies, socios, entrenadores, voluntarios, aficionados –miles y miles de aficionados–, periodistas, conductores, informáticos, repartidores, personal de cocina, jardineros, empleados de seguridad, policías, comerciantes, patrocinadores, representantes, publicistas, servicios de limpieza... El campo bulle durante la celebración del US Open y a vista de pájaro se asemeja a un gigantesco hormiguero al aire libre en el que cada individuo debe cumplir una misión por el bien del colectivo.
Juntos, pero no revueltos, muchos intérpretes de esta película nunca llegarán a conocerse, pero las actuaciones de unos resultan determinantes para que otros puedan interpretar los papeles que les han sido asignados. Aquí voy a hacer un giro brusco de guion para confesar mi fascinación por los vehículos que se mueven en los aeropuertos. Son máquinas fuera de serie con unos diseños en ocasiones estrambóticos para cumplir funciones insospechadas. ¿Y por qué hago este inciso? Pues porque, sin llegar a la excentricidad del parque móvil de las terminales y las pistas para el despegue y el aterrizaje, lo cierto es que en los campos que albergan competiciones golfísticas de máximo nivel también se ven unos prototipos estrafalarios que recuerdan a 'Mad Max' pero en versión más reducida. El tráfico es denso y llegan a producirse atascos.
No sólo la flota tiene reminiscencias aeroportuarias. Hay unas personas diseminadas por numerosas zonas del recorrido que llevan unas cartulinas rectangulares de plástico en sus manos y que desempeñan una tarea fundamental –recuerdan a los trabajadores de pista que guían a los aviones hasta los 'fingers' o los aparcamientos–. (Les ha venido a la cabeza la imagen del despistado de 'Aterriza como puedas' que envía a un avión contra una cristalera, ¿ verdad?). Bueno, no nos desviemos del tema. Algunos de estos señalizadores, llamémosles así, se colocan en los tees detrás de los jugadores y cuando estos golpean a la bola avisan con el movimiento de las tabillas si la bola va recta, a la derecha o a la izquierda. Cuando cruzan las cartulinas es para avisar a los responsables de las cuerdas que los aficionados no pueden atravesar la calle.
También hay voluntarios indicadores de bolas. Sólo se les necesita cuando los competidores no la han golpeado bien y caen en el rough o en una zona arbolada de difícil visibilidad –no confundir con los espectadores que se lanzan como una exhalación a marcarla como si hubieran descubierto un tesoro en la espesura–. Los 'oficiales' esperan con paciencia hasta que un jugador tiene equivocado el punto de mira y erra el tiro. Entonces coge una banderita de color azul y la clava junto a la bola a modo de baliza para ayudar a localizarla a los profesionales y a sus cadies. Puede darse el caso de que no lo tengan que hacer ni una sola vez. No hay ningún otro deporte en el que los seguidores estén tan cerca de quienes lo practican y la seguridad se refuerza. Cada partido tiene asignados dos policias que también completan los 18 hoyos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión