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El golfista español Jon Rahm muestra su alegría al terminar su recorrido como líder del Abierto de España de Golf que se disputa en el Club de Campo Villa de Madrid. EFE

El huracán Rahm asola Madrid

Cinco golpes de ventaja del de Barrika en una exhibición histórica sobre un enorme Del Val y Cabrera Bello

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Sábado, 5 de octubre 2019, 12:43

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No quedó nada en pie. Todo arrasado a su paso. Un huracán de categoría 5, la máxima conocida reventó el Open de España. Madrid rendida a los pies de Jon Rahm. Era como si se percibiera en el ambiente, como si el público (9.753 seguidores) imaginaran que algo grande iba a ocurrir y que iba a ser en el segundo partido estelar capitaneado por el vizcaíno. En el trío principal, siguiendo a Arnaus, Cabrera y un enorme Samu del Val, una proporción de 30 a 1 en contra. Resultaba curioso. Más porque hasta el inicio de la segunda vuelta no llegó el poder demoledor del morrosko. Eso sí, cuando lo hizo sentenció el torneo. O casi, porque siempre se debe respetar al prójimo aunque vayan a partir hoy sus perseguidores cinco casillas atrás a partir de las 12.35 de la mañana.

Tragó saliva Rahm en los primeros hoyos. El 1 con un corbatón que evitó que comenzará a descontar golpes al Club de Campo desde primera hora. En el 2 la bola no quiso, si es que tiene voluntad, entrar. Se quedó suspendida, asomada, a la espera de un suspiro que la dejara caer. Fue como si gastara dos disparos en poner a punto su mira telescópica porque se enganchó al liderato con birdies al 3 y 4, ambos con mucho que decir sus hierros, cada vez mejor movidos. El cómputo del día lo confirma. Con ocho birdies anotados, en ninguno tuvo que patear de más allá de cinco metros.

Desde el coliderato con esas dos muescas en la culata, la cabeza del torneo era una locura. No había hoyo sin sorpresa, como los huevos infantiles de chocolate. Una corbata, segunda en formato rotonda, evitó que Rahm progresara más. Lo hacía Del Val, que se ponía en marcha arreglando desaguisados. Jugó largo por exceso y poco recto de salida, pero tuvo magia en las manos para evitar manchar su tarjeta. En el 4 viajó desde los árboles a una vaguada para acabar firmando un birdie que le puso las pilas y cimentó su autoconfianza. A fin de cuentas, sus compañeros de cordada en el asalto a la cima también avanzaban y retrocedían. Pero ese palo de más que le acompañó todo el día le penalizó en el 5.

En el otro bando vizcaíno, Rahm recuperaba el coliderato con un birdie al 7 que no hacía presagiar su posterior pinchazo en un par de ruedas. Como reconoció tras su gesta, fueron sus dos únicos golpes malos del día y le costaron dos golpes. Cuando cruzó el ecuador del sábado en Madrid, no había holgura en la clasificación. Arnaus llevaba doce bajo el par, a un golpe estaba Cabrera y a dos la pareja vasca. Y todo iba a cambiar. Y de qué manera.

Lo que había sido una suave brisa creció de intensidad, fue dejando atrás categorías y acabó mostrando su total virulencia. Imaginen lo que se fue empequeñeciendo la competencia cada vez que miraba el marcador. Birdie al 10, par al 11 y una tacada de otros cuatro birdies seguidos. Rahm Había metido la directa, pisó a fondo y dejó clavados a sus más directos oponentes. Curiosamente, quien en ese tramo de jornada le contestaba, a dos y tres golpes de demora, era un Samu del Val explosivo, ambicioso, dominador del putter como en sus mejores episodios en Estados Unidos, Latinoamérica o China, porque hablamos de un trotamundos del golf.

Se las prometía felices el sobrino de Iñaki Oñaederra. Estaba no menos lanzado que su paisano y clavó un toque desde el rough de unos cinco metros cuesta abajo. Explotó. Rabia contenida, cansancio en su vigésimo torneo en 23 semanas, de China a Europa y tira porque le toca. Y cuando se relamía al ponerse a dos golpes, escuchó en el partido de adelante un estruendo que no podía suponer nada bueno para los intereses del trío del encuentro estelar. Era el eagle de Rahm.

110 metros tuvieron la culpa. Golpe con el correspondiente toque de fortuna para que la bola saliera perfecta de distancia, bote y retroceso. Si la guiara con un simulador mejor no lo habría hecho el de Barrika. Llevaba jugados siete hoyos de la segunda vuelta y le había restado otros tantos golpes al campo. El -17 que subió al cartón obligó al escaso público que no seguía su actuación a preguntar qué demonios estaba pasando en esa parte del Club de Campo. Otro brote de eclosión, desatado Jon, incrédulo al principio hasta verificar que a cien metros el júbilo del respetable es porque la había clavado.

Fue una losa extra para sus perseguidores. Querían y no podían. No bajaban los brazos, pero se sentían muy alejados del hombre del día, de un jugador en estado de gracia permanente durante dos horas. Lástima que Del Val no lograra el doblete vizcaíno en solitario. Tenía un putt de menos de un metro para rematar la faena y se le escapó.

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