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Íñigo Agiriano
Sábado, 25 de febrero 2023, 18:15
Uno de ellos tiene un apellido casi impronunciable. Juega con las medias bajadas, un rasgo sin importancia aparente, pero que por alguna extraña razón suele ... ir asociada a talentos especiales. Proviene de un país donde el ajedrez o la lucha libre tienen mayor tradición que el fútbol. Este verano, aterrizó en Nápoles sin mucho ruido, pero en apenas seis meses ha conseguido que el mundo entero hable de él. El otro ya llevaba años en Nápoles, pero no ha sido hasta esta temporada cuando ha explotado. Juega con una máscara desde que se fracturó varios huesos de la cara en un choque brutal. Se crió en uno de los barrios más pobres de Lagos, en Nigeria, cerca de un vertedero, donde encontró su primer par de botas. Hablamos, por supuesto, de Khvicha Kvaratskhelia y Victor Oshimen, la parejade moda en el fútbol europeo.
Kvara, como es apodado, nacido en Tbilisi, la capital de Georgia, debe su amor al fútbol a su padre, que fue entrenador y jugador. Entró en la academia del Dinamo de Tbilisi, donde comenzó a despuntar, partió luego al Rustavi, donde jugó una temporada antes de comenzar su aventura en Rusia, cedido en el Lokomotiv de Moscú. Apenas tuvo oportunidades en su primer año, pero su entrenador, Yuri Siomin, vió que se trataba de un talento especial e intentó, sin éxito, que el club lo fichase en propiedad. Al final fue otro club ruso, el Rubin Kazan, el que se hizo con sus servicios.
Allí, a las orillas del Volga, Kvaratskhelia dio rienda suelta a su talento y fue nombrado por dos años consecutivos como mejor jugador joven de la liga rusa. Sus cifras no eran espectaculares, pero su fútbol causaba sensación. Su repertorio de fintas y gambetas parece inagotable y tiene una velocidad endiablada cuando conduce la pelota. Era cuestión de tiempo que un gran club llamease a su puerta, pero entonces comenzó la guerra entre Rusia y Ucrania. El Rubin suspendió los contratos de jugadores extranjeros y Kvarastskhelia decidió volver a Georgia, donde jugó hasta final de temporadaen una liga que, a todas luces, se le quedaba pequeña. Fue entonces cuando el Nápoles llamó a su puerta y consiguió hacerse con sus servicios.
La infancia de Oshimen fue sensiblemente más dura. Se crio en Olusosun, un barrio del norte de Lagos. Vivía cerca de un gran basurero. Tras la muerte de su madre, a los seis años, comenzó a trabajar repartiendo agua entre los trabajadores del lugar. Una academia en Lagos, Ultimate Strikers, le dio la oportunidad y Oshimen no la desaprovechó. Impresionó a todos los ojeadores con su potencia y su capacidad goleadora, que le valió para disputar el Mundial sub-17 con Nigeria. No solo se alzó con el torneo, sino que se proclamó pichichi con diez goles, y de pronto, grandes equipos europeos llamaron a su puerta.
Aterrizó en el Wolfsburgo, pero tuvo que salir cedido al Charleroi belga en busca de minutos y fue allí donde se destapó. Sus veinte tantos llamaron la atención de Luis Campos, entonces director deportivo del Lille, que se lo llevo a Francia. Sus actuaciones fueron tan impresionantes que solo duró un año en Lille. El Nápoles pagó setenta millones de euros por él, el fichaje más caro de la historia del club. Sus dos primeras temporadas en Italia estuvieron marcadas por una grave lesión. En un duelo ante el Inter, un choque de cabezas con Skriniar le fracturó varios huesos de la cara y el ojo se salió de su cuenca. Hicieron falta seis placas y dieciocho tornillos para reconstruir su rostro , pero posiblemente tendrá que jugar con una máscara el resto de su carrera.
Ese verano, el Nápoles afrontaba una gran renovación de su plantilla. Koulibaly, Mertens e Insigne, prácticamente los últimos remanentes del gran Nápoles de Sarri, abandonaron el club, así como Fabián Ruiz. Kvaratskhelia llegó para sustituir a Insigne, capitán y gran ídolo de la afición napolitana durante los últimos años. Así fue como Khvicha conoció a Victor. Y lo suyo fue un amor futbolístico a primera vista.
En los dos primeros encuentros, el georgiano marcó tres goles y dio una asistencia, mientras que Oshimen anotó dos tantos y dio un pase de gol. Poco después ambos firmaron un memorable partido en San Paolo, cuando su equipo venció al Liverpool por 4-1. Oshimen se tuvo que retirar por lesión en el minuto cuarenta, pero ese tiempo le bastó para aterrorizar a la defensa red. Cinco meses después, el Nápoles lidera la Serie A por quince puntos de ventaja y está a un paso de clasificarse para los cuartos de final de la Champions, tras derrotar esta semana al Eintracht por 0-2. Oshimen marcó el primer gol mientras que Kvaratskhelia falló un penalti, pero se redimió dando una asistencia preciosa, similar al famoso taconazo de Guti, su idolo de la infancia.
En estos meses, Kvara ha anotado doce goles y ha repartido trece asistencias, mientras que Oshimen lleva veinte goles y tres asistencias. Forman, sin duda, una de las mejores parejas de las grandes ligas europeas. No obstante, sería absurdo reducir el rendimiento del Nápoles al papel de estos dos futbolistas. Spalletti ha creado un equipo coral, en el que cada jugador sabe que debe hacer y que practica un fútbol vistoso y ofensivo, lo que casa a la perfección con las cualidades de sus dos atacantes.
En Nápoles ambos son auténticos ídolos. A Khvicha lo apodan Kvaradona. Palabras mayores en la ciudad que vio encumbrarse al genio argentino y donde el estadio del club lleva su nombre. Sin embargo, el georgiano está cerca de emularle. Treinta y tres años han pasado desde que el Nápoles de Diego se alzaró con el scudetto y, tras algunas temporadas en los que han estado muy cerca del título, parece que este año no se escapará. Si eso es así buena parte de la culpa será de Victor Oshimen y de Khvicha Kvaratskhelia.
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