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El Santiago Bernabéu no solo despidió ayer una temporada gris del Real Madrid, sino que también, simbólicamente, cerró una era dorada. Carlo Ancelotti, el entrenador con más títulos de la historia blanca, y Luka Modric, el futbolista que más trofeos ha conquistado con el equipo de Chamartín, se despedían de un estadio por el que han desfilado algunos de los técnicos y jugadores más grandes, pero ninguno más ganador que ellos.
En el coliseo del Paseo de la Castellana se solapaban dos últimos días ilustres. Ni Carletto se sentará más en el banquillo local ni Luka volverá a ejercer de capitán sobre el césped. Era una tarde de primavera para el recuerdo y la nostalgia, como denotaron los dos tifos desplegados al inicio. Uno en el fondo norte con la figura de Ancelotti y la inscripción 'Gracias Carletto'; otro en el fondo sur, que incluía una imagen de Modric y rezaba 'Gracias Leyenda'.
En el centro del campo, una camiseta con el '10', el dorsal que en los últimos años ha engrandecido todavía más el centrocampista croata. Y en la grada, puesta en pie para una ovación de época, innumerables pancartas, camisetas y bufandas con referencias a dos símbolos del madridismo, en el banquillo y sobre el césped, que decían adiós a la que ha sido su casa en tantas y tantas jornadas de fútbol.
Real Madrid
Lunin, Lucas Vázquez (Jacobo, min. 77), Tchouaméni (Vallejo, min. 56), Asencio, Fran García, Valverde, Modric (Chema, min. 86), Ceballos, Güler, Mbappé y Brahim (Vinicius, min. 56).
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Real Sociedad
Marrero, Aramburu, Jon Martín, Pacheco, Aihen Muñoz, Sucic (Brais Méndez, min. 84), Pablo Marín (Olasagasti, min. 46), Turrientes (Zubimendi, min. 71), Kubo, Mariezkurrena (Oyarzabal, min. 71) y Sergio Gómez (Barrenetxea, min. 71).
Goles: 1-0: min. 38, Mbappé. 2-0: min. 83, Mbappé.
Árbitro: Melero López (Comité Andaluz). Sin amonestados.
Incidencias: Partido de la jornada 38 de Liga disputado en el Santiago Bernabéu ante 73.186 espectadores.
Carletto, que ya anunció en su última rueda de prensa en Valdebebas su predisposición a las lágrimas, aguantó el tipo en el banquillo junto a su asistente e hijo Davide, que inicia su aventura en solitario. Justo en ese momento, Modric resopló sobre el verde. Fue inmediatamente antes del minuto de silencio en recuerdo del recientemente fallecido Rafa Rullán, que también ejerció de capitán, pero de la sección de baloncesto en los setenta y ochenta. El croata evitó el llanto antes del duelo en mitad de la emoción de familiares y amigos en el palco. No obstante, sabía que no era uno más de sus 591 partidos con el Madrid, un registro que convierte al balcánico en el extranjero con más duelos en la historia del club.
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El genio de Zadar se soltó en el momento en que el balón echó a rodar. Lo suyo siempre fue el manejo de la pelota. Como tantas veces a lo largo de sus trece campañas en Chamartín, el '10' asumió la batuta de un duelo equilibrado.
Cada vez que apareció por la esquina para botar un córner, como aquel de Lisboa en 2014 con el que sirvió a Sergio Ramos el cabezazo que cambió el destino de una final de Champions, fue agasajado por la afición madridista. El público incluso pidió que tirase el penalti con el que a la segunda intentona Mbappé se encaramó al liderato en la Bota de Oro, pero Modric, competidor nato, ni se planteó discutir la pena máxima al francés con un objetivo individual importante de por medio.
«Modric, Modric», entonó el Bernabéu en cada ocasión en la que el balón pasó por las botas del croata. El duelo se consumía entre el dominio del Madrid y las paradas de Marrero, que sostenía a la Real. «Carletto, Carlettó», redobló la grada, que también reservó una gran dosis de aplausos para Lucas Vázquez, muy emocionado al ser sustituido y previsiblemente cerrar así un capítulo que ha durado diez temporadas.
El partido se encaminaba hacia su punto culminante cuando Mbappé consolidó aún más su candidatura a la Bota de Oro. Cerrado el encuentro, llegó la hora de despedir a Modric. Se paró el juego y los otros 21 futbolistas sobre el césped formaron el pasillo por el que Luka transitó hacia la historia. Al final del recorrido su esposa, sus tres hijos y una sorpresa, la presencia de Toni Kroos, otra leyenda del Real Madrid que hace un año recorrió el mismo camino.
El abrazo con el alemán fue el símbolo del final de una era. El mejor epílogo posible a un ciclo dorado. Emocionante y merecido homenaje a un tipo que a lo largo de su carrera se ha ganado el respeto de los suyos por su juego, pero también del resto del fútbol por su saber estar.
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