Lamine y el autógrafo que nunca tendré
A este paso va a resultar más caro la firma de un futbolista que la rúbrica de un notario
Firmas al por mayor y con paso previo por caja. Esa es la idea. Lo de Lamine Yamal se veía venir. Que vaya a cobrar ... por firmar está generando polémica, pero estamos olvidando la raíz. En estos tiempos no se lleva dar, sino vender. Y siempre hay un listo, o una empresa, que decide aprovecharlo y montar el chiringuito. Las firmas impresas en la camiseta. Si el nene o la nena quieren lucir la rúbrica de su ídolo ya saben lo que deben hacer. Comprarla con un plus, acordado entre la marca y el jugador. Nos llevamos las manos a la cabeza, pero ya hay quien lleva tiempo sacándose una buena pasta, hasta 3.000 euros se ha llegado a pagar, con los autógrafos. La mayoría de las veces con el desconocimiento del protagonista. Y viene de viejo.
Stallone cobra por eso. Antes hubo otros. De hecho hay quien vive de ello. Si va usted a una de esas citas de fans de Star Wars o de la saga, como ha pasado recientemente, de 'Regreso al futuro', el actor admirado le firmará o posará para una foto con usted. Pero antes tendrá que soltar billetes. En este último caso 140 euros por un selfie con Doc. Han leído bien. Ni siquiera la sacan ellos. Mínimo esfuerzo. Como en 2022 cuando la editorial del libro de Bob Dylan 'The Phylosophy of Modern Song' tuvo que confesar, ante la evidencia, que su autógrafo no era como aseguraban escrito a mano por el cantante, sino fruto de una máquina impresora.
Algo parecido a lo que pasará con las camisetas del jugador del FC Barcelona. Porque estarán impresas. Ojo, es muy respetable. No será un servidor quien le ponga un pero. Para empezar carezco del mínimo interés por su firma. Y en caso de tenerlo jamás pagaría por ella. Gasto el dinero en cosas más tontas. Pero ahí, precisamente, reside la clave. No se trata de la firma de un notario. Su valor es otro. Tiene que ver con la admiración o la devoción por un ser humano cuyo hacer, arte o características han convertido en icono. Confieso que tengo pocas firmas. Pero significan mucho. Las respeto profundamente. Mucho. Y por eso jamás las vendería.
Se habla del cambio climático, pero nada del cambio de principios. Últimamente me siento más anticuado que los jazmines en el ojal, que cantaba María Dolores Pradera. Lo que creo obvio parece antiguo. Pasa en el día a día y también en el fútbol. Llevo siglos dejando claro que amo el planeta del cuero y ese jodido juego que inventaron en ciertas islas. Así que estas líneas llevan tanta crítica como desazón. No hay semana en la que no te acuerdes de la familia de quienes manejan o, esto es importante, empiezan a controlar el fútbol. Ya no se trata de presidentes chabacanos y corruptos, árbitros malos o comprados, jugadores impresentables, entrenadores bocazas, aficionados macarras o que nos quieran llevar a Miami. Hay algo más. Chupones sin escrúpulos. Les importa una mierda este deporte. Da pasta y con eso basta. No ven problema en pisar líneas rojas. Sea para convertir una camiseta en un mosaico de anuncios, rebautizar un campo o ser los dueños del futuro de un futbolista. Todo vale.
No me olvido de los sinvergüenzas, que se hacen llamar aficionados aunque a mis ojos nunca lo serán, dados a vender lo firmado. Insisto, sinvergüenzas. No solo es hacer negocio. Utilizan la firma de otro. Por eso entiendo que muchos deportistas adviertan de que solo firmarán cosas dedicadas a una persona con nombre y apellidos. Es la forma de que pierda valor si un jeta pretende venderlo. Porque existe esa fauna. De hecho crece. Cada vez más gente ve con buenos ojos subastarlo todo. Es la máxima actual. Como si nada fuese digno de un mínimo respeto. Por eso no me extraña que lo de Yamal le parezca a mucha gente algo normal.
Es peligroso sacar pecho. Mañana lo mismo tienes que agachar la cabeza. Pero la semana en la que nos decían que un jugador de otro club podría tener un acuerdo con una marca para cobrar autógrafos, Nico Williams bajaba del coche para poner el suyo y su cara para las fotografías. Obviamente gratis. Días después el Club y el equipo tuvieron a bien ofrecer una jornada de acercamiento a la afición donde sacaron rotulador y su mejor sonrisa. La misma que luzco al escribir estas líneas. Porque es gesto que reconforta a quienes seguimos creyendo en ciertos valores. Los mínimos. Al fin y al cabo tengo amigos famosos. De los que firman autógrafos y se sacan fotos. Y si un día cobrarán por ello dejaría de ser su amigo. Así de claro.
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