El fútbol como aventura
Pablo Gállego, estrella del Managua de la Liga nicaragüense, es el único jugador español en activo durante la pandemia
Hay futbolistas que van de un equipo a otro sin quererlo, por circunstancias de la vida. En el fondo, su sueño sería llegar a un ... club y asentarse en él hasta convertirse en una vieja gloria local a la que dedican una estatua por suscripción popular. Sin embargo, nunca acaban de verlo cumplido. Y luego hay otro tipo de jugador que es el viajero por vocación, el espíritu inquieto, el aventurero que no se resiste a la llamada de lo salvaje; en este caso, a ir de un lado para otro descubriendo países y nuevos equipos y compañeros de vestuario. Pablo Gállego es uno de ellos. Nacido en Huesca hace 26 años, en los últimos días ha alcanzado cierta notoriedad ya que es el único futbolista español que sigue en activo a pesar de la crisis del coronavirus. La razón es que juega en la Liga 1 de Nicaragua. Junto a la de Bielorrusia, la única del mundo que no se ha suspendido.
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Al teléfono desde Managua, lo primero que hace Pablo Gállego es aclarar la situación de lo que ocurre en el país, de manera que no haya equívocos ni se piense que en Nicaragua viven de espaldas a la pandemia por irresponsabilidad o estulticia de sus autoridades. «Aquí sólo se han detectado cinco casos y cuatro de ellos han sido importados. Sólo hay uno propio y se está estudiando. Pero se han tomado muchas medidas. Se han cerrado las discotecas, los cines, tiendas, el tráfico ha bajado muchísimo... En el deporte se han suspendido las ligas de segunda, tercera y cuarta, también la femenina y la de fútbol-sala. Sólo queda la Liga 1, de acuerdo con el Ministerio de Sanidad, que analiza la situación después de cada jornada».
Gállego es amable y locuaz. Informa a su interlocutor de que en Nicaragua los partidos de Primera tienen una media de entre 3.000 y 3.500 espectadores, que sólo en los play-offs por el título se llenan los campos, que el fútbol es el deporte más popular entre los jóvenes de un país fascinado por el beisbol y el boxeo. Todo lo que dice es interesante. Escuchándole, uno tiene la sospecha de que está posponiendo la respuesta obligada a la pregunta esencial: qué hace un chico de Huesca, formado en las categorías inferiores del club de su ciudad y en las del Zaragoza, jugando en Nicaragua.
Se trata de una larga historia que parte de un sueño de juventud. El de Pablo Gállego, según dice, nunca fue jugar en la Primera División española. Eso siempre lo vio como algo inalcanzable. Su ilusión era que el fútbol le permitiese viajar a otros países, conocer otras culturas, vivir experiencias nuevas... «Pisar donde pocos han pisado», remata. Es lógico que le fascinara seguir los pasos de los futbolistas españoles en el extranjero. La primera foto de su Facebook fue la del estadio del Paok, oculto tras una inmensa humareda incandescente de bengalas, antes de un partido contra el Olympiacos, donde jugaba Albert Riera. «Siempre tuve esa inquietud... No sé, quizá porque soy de una ciudad muy pequeña quería comprobar lo grande que es el mundo, ja, ja, ja».
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Estudiante de Magisterio, pendiente todavía de su trabajo de fin de carrera, extremo habilidoso y con gol, en la temporada 2013-2014 debutó con el Huesca en Segunda B de la mano de Pablo Alfaro. Tras la marcha del técnico que le apadrinó, comenzó un periplo por la categoría de bronce que le llevó al Sariñena, al Cacereño y al Lealtad de Villaviciosa, donde firmó con una condición: la de quedar libre si tenía una oferta de un club de superior categoría. «Quería irme fuera. Sabía que tenía opciones y así fue. Me llamaron de Grecia y fiché por el AEL, de la Superliga. Estuve encantado en Larissa, pero me tuve que ir por un problema entre el club y el Huesca debido a los derechos de formación».
«Siempre tuve esa inquietud. Quizá porque soy de una ciudad muy pequeña quería comprobar lo grande que es el mundo»
Mala experiencia en Albania
Fue entonces cuando apareció en su vida Carlos Mardones, un exfutbolista mexicano del Burgos y del Caudal metido a representante. Había conocido a Pablo viéndole hacer un doblete con el Cacereño y le propuso irse a Nicaragua, al Real Estelí, uno de los grandes del país. «No me lo pensé. La verdad es que fue un acierto. Marqué 8 goles. Lo único malo fue que perdimos la final de la Liga en el minuto 95. Pero me enamoré del país, de su gente, de su manera de ser y darte lo poco que tienen. Además, es un país seguro, no como otros de Centroamérica. Cuando me fui lo hice con la idea de volver», comenta.
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Y se fue rápido, de nuevo a Grecia, con una buena oferta del Aiginiakos. Su fichaje, sin embargo, se fue al traste cuando al club le impidieron fichar por deudas. Fue un golpe duro al que siguió otro, cuando al encontrarse sin equipo acabó fichando por el Kruje de Albania. «Fue una experiencia malísima. Me engañaron. Me estuvieron sin pagar dos meses y decidí irme. Sólo les pedí el billete de avión. Recuerdo que el último día el presidente me dijo que no podía irme así, sin dinero, y cogió su cartera. Me debía 10.000 euros y me dio 80», recuerda Gállego, que volvió a casa, al Teruel, donde jugó hasta que el pasado verano volvieron a reclamarlo de Nicaragua. En este caso, del Managua, un club nuevo de la capital. «Estoy muy contento». Eso sí, sigue teniendo las maletas preparadas. Ya ha recibido ofertas de Bolivia, Ecuador, El Salvador... El mundo sigue siendo muy grande.
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