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Cristiano Ronaldo: el triunfo de un héroe clásico

Cristiano Ronaldo: el triunfo de un héroe clásico

Alberto del Campo Tejedor | Profesor Titular de Antropología Social Universidad Pablo de Olavide

Domingo, 29 de agosto 2021, 17:33

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Los grandes jugadores, como las grandes personalidades de la literatura, el cine, la política o la guerra, suelen ser admirados y denostados por igual. La razón es sencilla: no dejan indiferente a nadie. Con sus extraordinarias acciones, se salen de lo común y despiertan tantas filias como fobias.

Cristiano Ronaldo ha forzado su salida de la Juve. Cada vez que el astro portugués está en el ojo del huracán, vuelven los discursos que le tildan como un tipo egoísta, prepotente, caprichoso, narcisista, vanidoso, con no pocas ínfulas de endiosamiento. Más allá de sí mismo, no existiría nadie: ni el equipo, ni el club. No respetaría ni al rival ni a los suyos.

Son críticas habituales y posiblemente atinadas. En todo caso, la razón de que Cristiano haya abandonado Turín es realmente simple: la Vecchia Signora no está en estos momentos para competir entre los más grandes y Cristiano es de esos tipos a los que les cabrea perder hasta al parchís.

Los romanos honraban a sus generales victoriosos con el privilegio de procesionar en un carro triunfal por las calles de Roma hasta el Templo de Júpiter en el monte capitolino. El triunfador exhibía en público a los prisioneros y el botín. En el mismo carro, y detrás del protagonista, un esclavo sujetaba una corona de oro sobre su cabeza, y le susurraba al oído: «Mira hacia atrás. Recuerda que eres hombre». Tertuliano, un autor cristiano del siglo II, comprendía perfectamente el sentido de dicha costumbre: «Tan esplendoroso es el momento de gloria que vive, que se hace necesario recordarle su condición mortal».

Muchos piensan que a Cristiano le vendría bien un baño de humildad y probablemente alguien tendría que haberle recordado, después de cada uno de sus triunfos, que todo éxito es pasajero y que, como escribió Machado, no conviene perder el contacto con el suelo, para no olvidar nuestra verdadera estatura.

Los filósofos e historiadores romanos veían los mismos problemas con respecto a los triunfadores: agasajados por la plebe, y acostumbrados al éxito y el lujo, se ensimisman. Pero, al mismo tiempo, entronaban a sus particulares campeones. Pompeyo Magno, por ejemplo, pertenecía al selecto grupo de generales que habían merecido hasta tres desfiles triunfales. Lo que, según Plutarco, hacía a Pompeyo tan extraordinario es que había logrado cada una de esas tres victorias en un continente diferente. Con sus gestas en África, Europa y Asia, parecía que «sus triunfos eran señal de que el mundo entero se había rendido a sus pies».

Como Pompeyo Magno, Cristiano Ronaldo puede alardear de haber triunfado en tres de las más exigentes competiciones del mundo: la Premier, la Liga y la Serie A. Ambos empezaron a suscitar la admiración desde muy jóvenes, lo que les acarreó, de hecho, las críticas de los veteranos. Conceder el apelativo de «Magnus» a un general de tan solo 24 años despertaba envidias. Para su primer desfile triunfal, Pompeyo ordenó que su carro no fuera tirado por caballos, como de costumbre, sino por elefantes. Fue tachado de soberbio, pero otros consideraron que aquella extravagancia se ajustaba a sus extraordinarios logros.

Como Pompeyo, Cristiano mostró desde joven una increíble autoconfianza, o un desmedido engreimiento, según se mire. Cuando llegó al Manchester United con 18 años, las vacas sagradas del equipo (Giggs, Ferdinand, Scholes…) le sometieron a lo que hoy llamaríamos «bullying». Se reían de él cuando, en el vestuario, y delante del espejo, lucía su formidable cuerpo de atleta, como si fuera el que inspiró al Discóbolo y otras esculturas de la Antigüedad. Con sus poses musculosas, Cristiano puede parecer ridículo. Pero hay algo de héroe clásico en el que, ante las burlas de sus compañeros ingleses, dicen que respondió: «No sean tontos. No deben reírse del que será el mejor jugador del mundo». Ahora, con 36 años, ha decidido volver igual de desafiante que siempre.

Las críticas a Ronaldo son las mismas que se vertieron hace 2.000 años contra Pompeyo y otros héroes de proporciones legendarias. Pero igualmente, es imposible no reconocer el tesón, la disciplina, el esfuerzo, la valentía y la audacia que están detrás de los triunfos de CR7. Los romanos hace tiempo que le habrían coronado como «Christianus Magnus». Al César lo que es del César.

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