El Arenas solo pudo soñar cinco minutos

El Arenas solo pudo soñar cinco minutos. Ése fue el tiempo que pasó entre que Bengoechea anotó la diana de los getxotarras, en una bonita jugada rematada con un perfecto cabezazo, hasta que el Valladolid igualó la eliminatoria con un tanto del incombustible Escudero. El cuadro vizcaíno, que actuaba como local en su bombonera de Gobela, con césped de hierba artificial, acusó el golpe, se quedó una pizca desorientado con ese empate y se encontró, para su desgracia, con que los castellanos anotaron justo antes del descanso para culminar la remontada, aliñada con un tercer gol poco después de la reanudación. Aún así, hubo momentos en que los getxotarras, que se deben despedir con la cabeza alta, buscaron mantener viva la llama de la clasificación. Pero fue imposible. El peso de la lógica.

El Arenas, ese histórico campeón de Copa en 1919 y tres veces subcampeón, estaba convencido de que podía, de que era capaz de sacar el billete a la siguiente ronda de la Copa del Rey. Salió, en este sentido, con una presión alta, con un ritmo trepidante, frente a un Valladolid que acumulaba más de un mes sin disputar un partido oficial por el parón por el Mundial. Pronto se observó que el peligro del Arenas tenía un nombre y vivía en la banda izquierda. Bengoetxea, con el dorsal 11. Provocó cierta inquietud el futbolista getxotarra en las filas pucelanas. Fue el más activo en esos primeros minutos ante un cuadro castellano que, es cierto, llevaba el peso del partido y contaba con la posesión de la pelota.

Pero tener el balón no es sinónimo de éxito. Ni mucho menos. Y después de media hora de tira y afloja, Bengoetxea llevó la felicidad a las gradas rojinegras. Centró Elorza desde la derecha, y el extremo zurdo remató, cruzado, en el segundo palo para superar a Sergio Asenjo. Máxima felicidad. Se podía. La posibilidad de estirar su estancia en el torneo del ko, poder enfrentarse a uno de los transatlánticos de la Liga la primera semana de enero, estaba un poco más cerca.

Quedaba, sin embargo, mucho partido. Demasiado. Un mundo, una hora. Y más cuando el rival vive tres categorías por encima. Vamos, que la alegría duró tan solo cinco minutos. Pero pudo ser mucho menos. Un suspiro. Porque 120 segundos más tarde, el Arenas casi se marca en propia puerta. Hubo un susto. Enorme. Mayúsculo. Y en la siguiente acción, Javi Sánchez remató al larguero. Uff, pensó la grada de Gobela. Nos hemos salvado. De hecho, el cuadro vizcaíno respondió con un disparo, cómo no, de Bengoechea. Rozó el segundo. Pero no.

Y, de inmediato, el empate de Escudero. Un sopapo. Pero seguía vivo el cuadro de Olaizola. También por Landeta, que realizó una soberbia parada a un disparo de Óscar Plano. Nada pudo hacer, sin embargo, poco después, en una contra rápida, explosiva, del Valladolid. Ahí se volvió a notar la distancia física y técnica de ambos equipos. Remató una bonita jugada Weismann, que batió al portero vizcaíno justo cuando la primera parte se esfumaba.

El Arenas sabía que debía anotar pronto para seguir con vida. Para creer. Y lo intentó con un centro de Bengoetxea y un córner posterior. No anotó la escuadra vizcaína. Sí, lo hizo, en cambio, el Valladolid. Otra preciosa acción rematada por Iván Sánchez a la perfección. Ya era casi imposible. La formación de Gobela entró en un bache. Sin excesivas ideas, miraba el marcador y se lamentaba. Ya lo daba por imposible. Eso sí, hubo instantes de sacar el orgullo, de intentar firmar otra diana. Pero no lo consiguió. De hecho, sucedió lo contrario. El Valladolid aumentó la renta, con dianas de jugadores que habían salido de refresco Kike Pérez y Sergio León, un delantero con mil batallas en sus piernas y que contó con más oportunidades.

Ya no había nada que hacer. Pero el Arenas se debe marchar con la cabeza alta porque hubo momentos en los que miró a los ojos a un equipo de Primera División. Ya lo consiguió con uno de Segunda, al que eliminó, el Lugo, y ayer hubo un lapso de tiempo en los que lo dibujó en su cerebro. Pero no fue así. El Valladolid resultó demasiado para un conjunto getxotarra que lo intentó, pero que se quedó con las ganas. Su sueño solo le duró cinco minutos.

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