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«Mira, desde allí vinieron todo el agua y todo el barro del barranco del Poyo». Carlos Palmero, director deportivo del Atlético Sedaví, señala junto ... al campo municipal hacia el lugar del que llegó la devastación. Casi siete meses después, nadie diría que la Dana arrasó esta zona y dejó once muertos en este municipio de 11.000 habitantes a ocho kilómetros del centro de Valencia. «El agua alcanzó una altura superior a metro y medio y llegó con una potencia terrible. Todas estas viviendas unifamiliares de alrededor se inundaron».
Casi siete meses después, las calles están limpias y las únicas obras en la zona son en el pequeño campo municipal, sobre el que estos días colocan el césped artificial. «Lo paga el Valencia. Son 360.000 euros. Esperamos reabrirlo en muy poco tiempo», se esperanza.
La Federación Valenciana de Fútbol indica que hay alrededor de 90 clubes y 105 instalaciones deportivas afectados por los estragos de la Dana. Entre todos contabilizan 18.000 licencias.
Cuatro clubes afectados -Atlético Sedaví, CF E1 Paiporta, Unión Benetússerr Favara y Discóbolo La Torre- se citan con EL CORREO para hablar de cómo han sido capaces de sacar adelante unas entidades modestas que entre todas trabajan con alrededor de 1.000 niños con presupuestos diminutos.
Juan López Jiménez, directivo del Benetússer, llega acompañado de su hija Mía, de 9 años, enfundada en su camiseta del Athletic. «Soy valenciano y rojiblanco», explica mientras muestra su tatuaje en el brazo derecho de un león vestido del Athletic.
«Qué suerte tenéis. A nosotros no nos han empezado aún las obras del campo que nos paga la Federación Valenciana. Nos dicen que arrancan la semana que viene», explica a modo de presentación. En su localidad, de 16.000 habitantes, murieron 10 personas.
Su rostro se torna sombrío cuando mira atrás. «Tenemos un niño de 10 años que su padre murió salvando gente. Fue uno de los críos que sacó bolas en el sorteo de Copa del Rey. El sigue jugando con nosotros».
Paiporta, 28.000 habitantes, fue el epicentro de la tragedia con 58 fallecidos y un desaparecido. Daniel Sánchez es el director deportivo del club con más jugadores de la ciudad. «Las obras del campo están sin empezar. Es un gravísimo problema para el club. No sabemos qué podemos ofrecer a los chavales». Como en los casos del Benetússer y Sedaví lo que han hecho hasta ahora es llevar a los chicos a entrenar a campos de localidades cercanas. «Pero eso es una enorme dificultad porque los chavales lo que quieren es su campo».
Buena fe de ello puede dar fe Daniel Sancho, director deportivo del Discóbolo, el equipo del barrio valenciano de La Torre, una zona en la que fallecieron 14 personas, 12 de ellas en un garaje. «Nuestra suerte es que al ser de la capital el Ayuntamiento lo ha arreglado enseguida. Lo que más me gustó el día de la de la inauguración del campo nuevo era ver la cara de los nanos porque decían 'es que nos habíamos quedado sin nuestra casa'. No les importaba ir a entrenar a cualquier sitio, pero es que nuestro campo es su casa».
La tragedia lo cambió todo. Los clubes comenzaron las obras de limpieza al mes y medio. «Es complicado sobrevivir. No hay manera. Cada día es un mundo nuevo después de tanta tragedia», explica el representante del Sedaví.
El director deportivo del Paiporta explica que incluso hay chicos que han pedido la baja porque no hay campos para entrenar y los cuatro denuncian tener constancia de clubes a los que han mandado a sus chicos a entrenar que se han encontrado con que esos equipos les han ofrecido fichar. «Hay clubes a los que les hemos pedido ayuda y nos han intentado quitar jugadores», denuncia.
«Los chavales han vivido tragedias de muy cerca. Hay algunos que han perdido familiares, sus casas.... Algunos de ellos han estado encerrados en sus domicilios y tenían que pasar por encima de coches para ir a la calle», explica.
El fútbol ha hecho aquí la labor de válvula de escape. «En medio del drama que les rodeaba, los entrenamientos eran un espacio en el que estaban juntos y mostraban su alegría», se felicita el director deportivo del Discóbolo.
«Gracias al fútbol los niños han tenido la cabeza en otro sitio. Con él se han salido de la burbuja de los enormes problemas que han vivido. Salían de casa, se llenaban los pies de barro e iban a los campos a entrenar y allí por lo menos no olían barro. Allí lo olvidaban», se emociona el director deportivo del Paiporta.
«Es que para los chavales lo de ir a entrenar a un sitio en el que no huela a barro y no haya tragedia es una liberación enorme», remacha el director deportivo del Discóbolo.
Y eso que los clubes tuvieron que hacer encaje de bolillos con los chavales. «Metíamos a un montón de ellos en los campos. Lo importante era que entrenaran. Pero daba igual. Ya les veías con otra cosa, con alegría», resalta el responsable deportivo del Sedaví.
«Hay mucho trabajo sicológico. Hemos tenido que mostrar empatía con los chicos y con sus padres. Los chicos con tal de entrenar están contentos», indican desde el Discóbolo.
«El objetivo de los clubes era sobrevivir. Lo hemos logrado, aunque con muchos problemas. Nos hemos quedado sin campos, hemos tenido pérdidas económicas y hemos bajado los ingresos porque se han reducido las cuotas, pero estamos orgullosos porque ya vemos el final del túnel», se alegra el directivo del Benetússer.
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