La Vuelta premia a Cort Nielsen y da otro susto a Roglic
El danés, cazado a 150 metros el miércoles, gana al sprint en Córdoba una etapa que ve caerse por segunda vez, sin consecuencias, al esloveno
«Estaba cansado por la fuga del día anterior. Iba despreocupado, en la parte de atrás del pelotón. Pero luego he aguantado en las subidas ... pese al dolor de piernas y...». Magnus Cort Nielsen cambió de idea en marcha.
Nadie había trabajado más que el corredor danés el miércoles en la etapa de Valdepeñas de Jaén. La perdió a 150 metros del final, donde la empezó a ganar Roglic. El ciclismo es así de cruel, pero no olvida y al final suele premiar a los que lo merecen. A Cort Nielsen. Apenas un día después de esa dolorosa derrota en el muro jienense, hizo lo contrario. Dejó el trabajo a otros, el BikeExchange de Matthews y al UAE de Trentin. Que se desgasten ellos en la caza de los fugados, Bardet, Vine, Ciccone y Henao. En las rectas que abrían la meta de Córdoba, el BikeExchange fue quemando a sus corredores. Seis, cinco, cuatro, tres, dos... A Matthews ya sólo le quedaba un lanzador, que iba en agonía. Y ahí, por sorpresa, descerrajó un sprint largo el equipo que venía agazapado, el EF. El belga Keukeleire se adelantó a todos y catapultó a su compañero Cort Nielsen, que sólo tuvo que exprimirse en los 150 metros finales, la distancia que le había sobrado un día antes.
En la Vuelta cada metro cuenta. Siempre hay que estar en vela. No hay ni un palmo inofensivo. En uno de los toboganes del alto de San Jerónimo, el penúltimo puerto camino de Córdoba, Van Baarle perdió el equilibrio. Activó un dominó de caídas en plena curva. Centrifugadora. Salieron despedidos una decena de ciclistas. Oliveira pasó por las puntas de una alambrada. Le marcó una pierna con líneas de latigazos. Recordó la escalofriante imagen de Johnny Hoogerland en el Tour de 2011 enredado en un alambre de espino que le costó 33 puntos de sutura. Oliveira pudo seguir. Como Yates. Como Primoz Roglic, otro de los caídos. Otra vez. Ya suma dos tropiezos tras el del martes en Almáchar. El esloveno, remolcado por el Jumbo, enlazó con el resto y llegó sin problemas a la meta de Córdoba, pero ya ha gastado dos vidas. Los gatos tienen siete. ¿Cuántas tendrá el gran favorito de esta Vuelta que cada día sube un grado su temperatura y su emoción?
Con el termómetro a 40 grados
La etapa se puso a hervir nada más salir de Jaén camino de Córdoba, la ciudad de Séneca, senador romano y filósofo del estoicismo. El autocontrol. La templanza. Hay en el pelotón otro filósofo, el francés Guillaume Martín, que va segundo en la clasificación general tras Eiking. Lo que no hay es ningún estoico. Nadie vive en calma esta Vuelta. La decimosegunda etapa lo confirmó. A medida que el termómetro subía hasta los 40 grados, la carrera se calentaba aún más. Nadie concedía a las fugas más de medio minuto. Guerra total. Fuego. Y, claro: «¡Agua! ¡Agua!».
Casi tanto como las piernas se movían los brazos, que se levantaban continuamente para pedir avituallamiento líquido. Los coches no daban abasto. Bolsas con cubitos de hielo para refrescar del cogote. Y una docena o más de botellines por corredor. Ni con tanta agua se apagó el incendio sobre el asfalto. Una caída, la que magulló a Azparren y retiró entre desgarradores sollozos a Tobias Bayer, dio un respiro a la escapada en la que iban Iturria, Amézqueta, Armée, Bol, Dewulf, Berwick, Van Gils y Chad Haga, que es pianista y cumplía 32 años. El pelotón no le hizo ni a él ni a los otros ningún regalo. El UAE tiraba por detrás para encender las opciones de Trentin y para descartar a rivales como Matthews, que se descolgó en el último puerto, el alto del 14%, aunque sin rendirse. Cinco gregarios del BikeExchange se quedaron con Matthews. Subió a hombros.
Con Roglic y Enric Mas a la expectativa y el calor atizando, la etapa siguió a fuego. Vine, Bardet, Henao y Ciccone quisieron convertir las achicharradas rampas de esa cuesta cordobesa en un trampolín hasta el Guadalquivir, el río turbio, verdoso, que acariciaba la meta en Córdoba. La etapa corría loca a casi 40 grados y a 50 kilómetros por hora de media. Sin aire. Con un secapelo en la frente. Daba igual. Nadie aflojó. El BikeExchange salvó a Matthews. Colocó al velocista australiano en el pelotón. Firmaron un acuerdo con el UAE de Trentin, otro dorsal con pegada. Y juntos neutralizaron esa última fuga ya en las calles de Córdoba. Ni la sombra de los muros refrescaba.
Jay Vine estiró la escapada hasta casi el final. Viene de otro ciclismo, el virtual. Ganó sobre el rodillo una prueba de la plataforma digital Zwif y se fijaron en él los responsables del equipo Alpecin. Con ese maillot estaba allí, en la última recta. Obligó a los gregarios de Matthews a sobrepasar su límite. Los ahogó y les dejó sin fuelle para responder al dúo rosa del EF, Keukeleire y Cort Nielsen -seguidos por Bagioli-, que les arrebató esos 150 metros finales donde Cort Nielsen celebró la fiesta que le había chafado Roglic en Valdepeñas de Jaén. Es su segunda victoria de etapa en esta Vuelta, la quinta que suma. Y es uno de los grandes protagonistas de esta ronda que no deja de calentarse.
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