Van Aert despliega sus alas en Castelo Branco
El líder vence al sprint por delante de Groves y Jon Aberasturi en la previa de la primera etapa de montaña
Se acaba la diversión, dice Wout Van Aert, que ha disfrutado de los albores de la Vuelta en su inicio portugués, primero quedándose a un paso de recibir la túnica sagrada que distingue al número uno en la contrarreloj del estreno; después ya con el jersey de líder, aunque sin ganar la etapa, y a la tercera, con ambos propósitos cumplidos. Solo tiene un pesar el líder, porque su familia, que estuvo el primer día en Lisboa, le tuvo que ver subido al podio por televisión. Pero les llevará el jersey cuando regrese a casa. «Tendrán que esperar un poco para poder ver el maillot rojo desde cerca».
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Desde el 16 de febrero no conseguía vencer Van Aert en una carrera, cuestión atípica para un ganador como él, que acumula 47 triunfos desde que es profesional, pero su durísima caída en A Través de Flandes le ha impedido rendir como otros años. Sin embargo, el sprint de Castelo Branco es un indicio de su recuperación. Al Tour no llegó en su mejor condición, a la Vuelta parece que sí.
«Está bien llevar el maillot, pero mejor ganar vestido de rojo», sentencia sonriente su compañero y jefe de filas Sepp Kuss, pero los dos saben que aquí se acaba lo entretenido para el belga y empieza lo interesante para el estadounidense, y para quienes lo ven desde fuera, claro está, porque dos etapas consecutivas culminadas con retraso apagan la emoción e inducen a la siesta. Atraviesan la frontera ambos, y el resto del pelotón, y cambia la perspectiva, porque de las carreteras amables del lado portugués se pasa a los riscos abruptos del territorio español. Aunque la tercera etapa rozó de refilón la sierra de la Estrella, los corredores solo la vieron a lo lejos. Es ahora cuando comienza la Vuelta y se acaba la diversión para Van Aert y otros secundarios de menos relumbrón, que ven en cada jornada como la del lunes la oportunidad de brillar.
Es la necesidad, esa que empuja a los equipos modestos a buscarse la vida como si fueran emigrantes camino de un futuro incierto, con la maleta de cartón y un par de mudas. Están el Euskaltel y el Kern Pharma en esas desde que comenzó la Vuelta. Nada les importa, ni el calor extremo que llega en algunos momentos a los 40 grados, ni la falta de expectativas en una jornada que los más rápidos no quieren desaprovechar para hacer caja.
Fueron el domingo Luis Ángel Maté e Ibon Ruiz quienes partieron a una aventura sin retorno, y volvieron ambos a reincidir al día siguiente, cuando las piernas todavía están relativamente frescas y el termómetro de la ilusión sube tantos grados como el meteorológico, aunque esta vez acompañados, cada uno de ellos con un lugarteniente. A Maté le escoltó Xabier Isasa y a Ruiz, el prometedor Unai Iribar. Hicieron camino, se disputaron, como rivales leales, los puntos de la montaña, que se inclinaron para el conjunto naranja, así que Maté vestirá el jersey de puntos azules en la cuarta etapa, y después cayeron víctimas de la implacable eficacia de los equipos con posibles en la llegada masiva. El que más resistió fue Isasa, cazado a 21 kilómetros de Castelo Branco, el escenario de la llegada.
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Después, lo de siempre, los llegadores con las orejas tiesas, acelerando para el último esfuerzo, una tentativa de desequilibrio de Campenaerts, que tuvo éxito en el Tour, pero no en su primer intento de la Vuelta, y los metros finales a todo o nada, con Wout Van Aert moviendo sus alas poderosas al atravesar la meta con Kaden Groves segundo y Jon Aberasturi tercero, mostrando otra vez los colores del Euskaltel. Para ellos, al menos por ahora, se acaba la diversión. Pero que les quiten lo 'bailao'. ·El domingo me sentí bien en la etapa, y esta vez también, y hacía incluso más calor que el día anterior», asegura Van Aert. «El equipo estaba muy fuerte, teníamos toda la carrera bajo control. Me llevaron a la posición perfecta al final. Me dieron la confianza para culminar».
Recibió el premio; se fue al hotel a descansar y a pensar en la cuarta etapa, que se inicia en Plasencia y culmina en el Pico Villuercas, un puerto de primera categoría, después de atravesar otros tres durante el recorrido, en el que se esperan máximas de 35 grados de temperatura. «No sé si Wout podrá mantener el jersey rojo», dice Sepp Kuss, que ya conoce la ascensión final, «de cuando se subió en 2021. Es una subida corta, pero tiene tres kilómetros de hormigón que son muy duros». Se acaba la diversión para unos, comienza para otros.
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