Torstein Traeen, un líder de La Vuelta sin presión ni contrato
El maillot rojo, noruego con raíces niponas que superó un cáncer, no se obsesiona con la general pese a estar sin equipo para 2026
Todos los días son fiesta para Torstein Traeen (Heradsbygda, 1995) desde que viste de rojo. Lleva un maillot con el que casi ni soñaba a ... sus 30 años. El líder de La Vuelta, la carrera de su casa. El noruego vive en Cataluña desde hace varias primaveras motivado por el clima y las concentraciones de los equipos en el litoral mediterráneo, Sierra Nevada y el Teide. Se siente cómodo en altura. «Supongo que es algo por lo que hay que dar gracias a los dioses», exponía hace dos años en una entrevista en el medio escandinavo 'Landevei'. Más que en la fuerza divina, la explicación podría ser su complexión liviana (63 kilos en 1,81 de altura) y la genética. «Con mis padres he tenido poca suerte en ese sentido, pero mi abuela es de Japón».
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En el Uno-X, su equipo hasta la temporada pasada, le conocían como 'el mexicano'. Se lo puso un mecánico, confundido por sus ojos rasgados, y el apodo cuajó. Le hacía gracia. Pasó siete temporadas en el conjunto noruego, uno de los pocos que se mantenía desde su primer año de vida. Y eso que al que era su entrenador, Lars Holm, apenas le había llamado la atención. No pegó el estirón hasta los 16 años y tenía algún problema de asma.
Bromista y meticuloso con su preparación, es uno de los ciclistas que más sacrifica estar en casa por entrenar en altura. Antes de su debut en el Tour de 2023 pasó siete semanas en hoteles. Incluido en el innovador fundado por el exciclista ruso profesional Aleksandr Kolobnev en Denia (Alicante). Cuenta con 15 habitaciones con cámaras hipóxicas, que reproducen las condiciones de la altura rebajando el contenido de oxígeno en el habitáculo. Se maneja como si fuera un aire acondicionado. En Dauphiné logró un meritorio octavo puesto. Llegó ilusionado a Bilbao, la gran salida aquel año. A la meta en el parque Etxebarría subió magullado. Con una fisura en el codo que le martirizó durante toda la prueba que se propuso terminar.
La fatalidad marcó el inicio de la carrera del ciclista nacido en la localidad de Heradsbygda (Hønefoss), en el sureste de Noruega. En 2022, había ganado la montaña del Tour de los Alpes y se dirigía al Teide cuando recibió la llamada del médico. Algo no había salido bien en el control antidopaje. Había sustancias cancerígenas. Gonadotropina coriónica humana (hCG). Se le detectó un tumor de 15 milímetros en el testículo. El diagnóstico fue rápido y toda la hCG desapareció. «Tuve 99 problemas y el cáncer ya no es uno de ellos», bromeó para anunciar su recuperación.
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Una sola victoria
Con el cambio de equipo al Bahrein, al World Tour, hizo migas con Pello Bilbao, que le enseñó qué llevar en la mochila en los días de lluvia y logró la que hasta la fecha es su única victoria profesional. En el Paso de San Gotardo en el Tour de Suiza. Este año, fue cuarto en la etapa reina de La Vuelta a Burgos y en Andorra, como bien predijo con su compatriota Johannes Staune-Mittet, logró el liderato de La Vuelta tras hacer buena una escapada. Mientras sospecha que perderá pronto La Roja y se sorprende de la ayuda del Visma, se divierte hasta en las etapas llanas. «Sinceramente, normalmente estoy algo aburrido». El maillot le da alas, no presión. «No he mirado mucho el recorrido». Tampoco le preocupa su futuro. acaba contrato y aún no ha firmado con nadie. «Voy día a día», asegura.
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