El pinchazo de Jakobsen abre la victoria de su gregario Senechal
El francés aprovechó la «carta blanca» para vencer al sprint en Villanueva de la Serena, día previo al Pico Villuercas y la alta montaña
La suerte tiene un arco. Lanzó su flecha y con la pancarta final casi a la vista pinchó la rueda del corredor más veloz del ... Deceuninck, Fabio Jakobsen, el favorito para el sprint en Villanueva de la Serena. Mala suerte. Cruz. Y cara para uno de los que lanzaban a Jakobsen, su compañero Florian Senechal. Francés. Del norte. Tipo fuerte de mirada azul que como juvenil ganó la París-Roubaix, pero que no ha llegado luego tan alto y ha tenido que dedicarse a que otros ganen. La flecha le favoreció esta vez a él. La suerte es también la habilidad para aprovechar las ocasiones que se presentan. En pleno caos tras un par de rotondas que partieron el grupo y con Jakobsen pinchado, Senechal escuchó por la emisora de su equipo dos palabras mágicas: «¡Carta blanca!». Cogió ese salvoconducto y logró por delante de Trentin su mejor victoria en el sprint que da paso ya a la gran montaña, a la doble subida que viene al Pico Villuercas.
Senechal selló con su victoria la etapa dedicada a los gregarios. Extremadura es tierra de aventureros. Pizarro y Orellana nacieron en Trujillo. Hernán Cortés, en Medellín. Y Pedro de Valdivia, el conquistador de Chile, cerca de Villanueva de la Serena, la meta hacia la que partieron los tres fugados de la jornada, los tres maillots de cada día: uno del Euskaltel-Euskadi, el marbellí Luis Ángel Maté; otro del Caja Rural, el granadino Álvaro Cuadros, y el abulense de Burgos BH, Diego Rubio. Los tres equipos invitados agradecen así la invitación de la Vuelta. Es el pacto no escrito. El resto se desentendió. «Echo de menos algo de combatividad en las grandes escuadras», criticó Maté, consciente de que sólo tres ciclistas no iban a poder con el pelotón.
La victoria es sólo para uno. Pero hay otras metas. Para Maté, por ejemplo, su décima participación en la Vuelta es la oportunidad para reivindicar un proyecto romántico que renace, el del Euskaltel y la marea naranja. En el palmarés del ciclista andaluz hay sólo dos triunfos, lejanos, en el Tour de San Luis 2010 y en la Ruta del Sur 2011. Ahora, con 37 años, enseña el oficio a los jóvenes de la cantera vasca. Durante esta Vuelta escribe artículos en la revista 'Rouleur' para contar la carrera desde dentro. Y dice que tras pasar por muchas estructuras ha encontrado en el Euskaltel «un equipo de personas muy especial». Comprometido.
Euskaltel, siempre en fuga
«Somos profesionales y nos pagan por hacer nuestro trabajo, pero sin ese compromiso sentimental que va más allá de tu propia misión como ciclista es complicado gestionar las dificultades y, además, eso es lo que hace que luego te dejes la piel en carrera», redacta. Los ciclistas del equipo naranja viven tres semanas en su burbuja, en el autobús, los hoteles y el pelotón. Maté, con el buen humor como batuta, encabeza el grupo. Desde la primera etapa, las fugas han tenido siempre un dorsal del Euskaltel. Azparren, Bou, Iturria, Soto... Esta vez le tocó a él, al viejo Maté, cumplir con el acuerdo no escrito y firmado con la Vuelta.
«Otro día de mucha caló». Atacó desde la salida en Belmez. Se fue con Diego Rubio y Álvaro Cuadros, que iba para estrella cuando le fichó el filial el Quick Step y que luego tuvo que buscar una segunda oportunidad en el pelotón amateur. La aprovechó: ganó el Memorial Valenciaga y ahí está de nuevo, en la élite. Su madre, viuda, no quería una profesión de tanto riesgo para el hijo. Hasta le compró una mesa de ping pong por si podía sacarlo de la carretera. Y no. Ahí estaba, en la etapa más larga de esta Vuelta, tan llana y recalentada, en dirección a Villanueva de la Serena por la Siberia pacense.
Maté sabe de esto. Vio enseguida que el Deceuninck, el equipo de Jakobsen, no les regalaba espacio. Aflojó. No valía la pena desgastarse en vano. La diferencia se estabilizó en dos minutos. A tiro le pelotón. Maté conoce el tajo. Cuadros, el más joven, aún no controla la mecánica de miccionar en carrera sin bajar de la bicicleta. Maté y Rubio, solidarios, pararon con él para aliviarse. El veterano ciclista del Euskaltel pasó la jornada saludando al público que le reconocía. Su victoria privada. Los tres cayeron a 30 kilómetros del final. Se saludaron. Proletarios del pelotón.
Hubo un amago de abanico. Sólo atrapó despistado a Bernal. Sus gregarios del Ineos le rescataron. Era el día de los ciclistas que viven para otros. Entre ellos está en la Vuelta Mikel Landa. Sin opciones ni energía, repartía bidones de agua entre sus compañeros o les protegía del viento. Hizo lo que otros hacen siempre por él. Beun detalle. Y quedaba aún una carambola que iba a favorecer al gremio de los gregarios: el pinchazo de Jakobsen en la preparación del sprint que abrió la puerta de Villanueva de la Serena a su lanzador, Senechal. «He tenido suerte», repetía el afortunado francés tras lograr la victoria.
A su rueda, en grupos, fue llegando el pelotón. Primero apareció Bernal, que por su mejor colocación les recortó cinco segundos a Eiking, el líder, y a Roglic, Enric Mas, 'Supemán' López y Haig. «Es poco tiempo», contó el colombiano. Poco para lo mucho que viene: la doble subida al Pico Villuercas. La primera, brutal, con tres kilómetros al 14%. Y la segunda, donde espera la meta, larga y al sol. Los gregarios volverán a su trabajo, pedalear para los líderes.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión