Mikel Landa | Ciclista del Soudal Quick-Step
«Olvido los malos momentos con ataques o buenas subidas»El alavés sueña con romper en La Vuelta la sequía de seis años sin ganar. «Nos ha pillado una generación que nos ha dado para el pelo», admite
Pasea relajado por Turín. Gafas de sol, camiseta retro de la Juventus 84-85, sonrisa estirada pese a que está sin maleta y el móvil ... le funciona mal. «Ya no tengo nada que perder», bromea. Se ríe Mikel Landa (Murgia, 1989), de nuevo en Italia, porque está encima de la bici después de tres largos meses de inactividad, «motivado», y espera «una Vuelta divertida» en la que lograr el triunfo que suelte el mal fario de su rueda. «Me falta condición, pero estoy fresco».
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– ¿Qué se le pasó por la cabeza en los kilómetros que rodó escapado en la Vuelta a Burgos?
– Quise probar, coger confianza y me sirvió.
– En varias carreras en las que ha regresado tras lesión ha atacado. ¿Necesita ese vuelo para sentirse recuperado?
– Sí, buscar los límites. Olvido esos malos momentos con ataques o buenas subidas.
– ¿Ha visto su caída del Giro?
– La tuve que ver porque no me acordaba bien. No lo entendía. Me vi cerrado en la curva y no pude reaccionar.
– Queda la sensación de que ha sido menos grave de lo que parecía.
– Sí, al principio me la pintaban muy mal, parecía que iba a estar en la cama un mes. Me puse en lo peor. Luego, por suerte, en una semana me pusieron un corsé para que me pudiese levantar. Luego de un par de semanas empecé en la piscina. Y cuando me quise dar cuenta estaba en el rodillo, al mes. Y luego a la semana en la carretera. Esto es como lo más fácil. Luego ya cuando empiezan las series y los entrenamientos, ahí se complica la cosa. Porque empieza un poco la inestabilidad, empiezas a ver tus limitaciones y ahí cuesta un poquito más.
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«Cualquiera me vale, cualquiera. El Angliru es mítico y excitante. Pero si me tengo que quedar con solo un triunfo sería el Mundial»
– ¿Ha aprendido a resignarse por las caídas o se frustra igual?
– Dan más rabia incluso porque el tiempo va pasando y cada vez quedan menos oportunidades como tenía en este Giro y pues… duelen igualmente.
– Es inevitable darle vueltas a dónde hubiera llegado en el Giro. ¿Es por eso por lo que no lo querías ver?
– Sí, no podía. Tenía muy claro que iba a ser un Giro con sorpresa en la última semana. Había llegado muy bien, muy bien preparado para esa última semana. Esa lucha interna que tenía no me dejaba ver la carrera.
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– ¿Ni siquiera la del Finestre?
– Nada, nada.
– ¿Este periodo de rehabilitación ha sido como los otros?
– La lesión que más he tenido es rotura de clavícula. Ahí conocía muy bien los plazos y qué hacer. Esta vez era algo nuevo y se necesitaba mucho trabajo de fisioterapia, de masaje, ejercicios para reforzar la espalda. Se me ha hecho más largo.
– ¿Afrontarlo con un hijo dificulta la rehabilitación o es mejor porque distrae?
– Ayuda mucho. Haces movimientos que si no tuviese hijos no haría y todo suma.
– ¿Siente ahora más respeto en las bajadas?
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– No, en ese aspecto he pasado página rápido. Por suerte tenemos también muy buen material, ruedas cada vez más anchas, frenos de disco...
– Se cumplen diez años de la temporada que le encumbró. ¿Se le han pasado rápido?
– No me han volado. He tenido años que sí porque te va todo muy bien, y años que deseas que pasen porque las cosas no van como quieres.
– En la rueda de prensa de anteayer pareció decir que ha sido una década de más malos momentos que buenos. ¿Así lo cree?
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– Tampoco es eso, pero... Subirse a una bici es subir para sufrir, tienes que estar preparado para eso. Los momentos buenos, por lo general, esas alegrías de ganar, son menos que los malos.
– Pero usted consigue llegar a la gente sin necesidad de ganar.
– Sí, eso está ahí. Es mucho y con eso me quedo. Al final que te animen siendo Tadej Pogacar es más fácil que siendo Mikel (ríe).
– En la Vuelta a Burgos del 2021 que venció se lamentaba por no haber ganado también la etapa final. Dijo que la nueva generación no dejaba ni las migas. Lo clavó.
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– Después del covid estalló el boom de la gente joven y desde entonces nos hemos quedado sin nada. Los que veníamos un poco a suceder a Froome, Contador, Nibali, nos ha pillado una generación que nos ha dado para el pelo antes de tener nuestro momento.
– ¿Hasta qué punto le obsesionan los seis años sin ganar?
– Ya no mucho. Es cierto que en los últimos años he intentado volver a ganar, pero al final siempre acabo metiéndome en las generales y se complica, tienes menos margen y es más difícil. Quizás esta Vuelta sea una buena oportunidad.
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– ¿Se ve desde hoy dejándose llevar y perdiendo tiempo en la general?
– No, iré poco a poco. Hasta que tengamos un final en alto un poco exigente donde me querré testar, intentaremos no perder por lo que pueda pasar.
– Si hay alguna etapa predilecta para ganar, ¿el Angliru?
– Mmm, sí. Cualquiera me vale, cualquiera, pero el Angliru es mítico y excitante.
– ¿La etapa de Bilbao es demasiado explosiva para usted?
– Bueno, ya es la segunda semana, habrá corredores que empiezan a estar más cansados y quizás ahí empiece a estar mi momento. Quizás pueda pensar en pelearla. Aunque no acabe en alto, es una etapa muy dura.
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– ¿Cómo ve el Mundial de Ruanda?
– Estoy con muchas ganas. La verdad que desde principio de año, cuando vimos el perfil, me llamó la atención y bueno, pues tal como venían las cosas, voy a llegar fresco, voy a llegar motivado y tengo muchas ganas de correrlo.
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– Además del perfil montañoso, ¿es un aliciente al ser por primera vez en África?
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– Sí, me llama mucho la atención visitar otro continente y otro ciclismo. Me apetece. Impresiona ver tanta gente en las fotos cuando se corre el Tour de Ruanda.
– Y después, Lombardía. ¿Por qué le gusta tanto si nunca ha logrado un gran resultado allí?
– Creo que es mi carrera favorita. Pocas veces he conseguido llegar bien, porque al final de año pues cuesta mucho, pero tiene mucha esencia de ciclismo, mucha historia. La zona en la que se corre, en el lago de Como, es muy bonita, subidas duras, enrevesadas. Es una carrera que la amas o la odias y a mí siempre me ha gustado.
La «espina» de las tres grandes
– ¿Ha vuelto a Herrera después de la Vuelta del año pasado?
– No. Para entrenar me pilla un poco lejos. He pasado una vez en coche pero en bici no.
– Ese día dijo que notaba que le dolía la espalda por coger en brazos a su hijo. ¿De verdad es tan exagerado?
– Sí. Al final los ciclistas somos muy flojitos. Sí que somos capaces de hacer grandes cosas sobre la bici, pero fuera no valemos para nada. Se nota cualquier cosa que hagas.
– Con Evenepoel en el Red Bull-Bora, volverá a tener libertad. ¿Puede ser el año de correr las tres grandes como quería?
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– Buff, habrá que ver con el equipo qué intereses tiene, si les cuadra o no. Eso va a ser más una espinita que me quede que algo que se pueda hacer. Ya veremos. El ADN del equipo son las clásicas y parece que va a ser ahí donde se van a reforzar.
– ¿Qué supondría una victoria en La Vuelta?
– Mucho. Sería cerrar un capítulo con lo del Giro y una inspiración para lo que pueda ser el año que viene.
– Si sólo le quedara una victoria en su carrera, ¿cuál elegiría?
– El Mundial de este año o Lombardía. A lo mejor el Mundial, por llevar el arcoíris.
– Como veterano que mantiene ese gusanillo por correr y ganar, ¿le sorprende que Pogacar dijera que no se ve en el ciclismo mucho tiempo más?
– Tiene otro tipo de presión, de desgaste. Es difícil ser Pogacar también. Después de un Tour con la exigencia que ha tenido, creo que el momento anímico no sería el mejor. Si le preguntan en enero, seguro que tiene otro cuerpo.
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– Después de estar a gusto con Evenepoel, ¿le motivaría ayudar a Pogacar?
– Me gustan más los retos imposibles. Quiero estar contra Pogacar, batir al imbatido.
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