Van der Poel recoge en casa su quinto Mundial de ciclocross
En el circuito diseñado por su padre, el nieto de Poulidor bate al sprint a su eterno rival, el belga Van Aert
Al neerlandés Mathieu van der Poel le habían metido el Mundial de Ciclocross en su casa. Literal. El circuito de Hoogerheide lo diseñó al inicio de este siglo su padre, el exciclista Adrie van der Poel. Era, pues, el jardín familiar. Para lograr su quinto título, Mathieu tenía eso a favor y algo en contra: la oposición de otra bestia como él, el belga Wout Van Aert. A los tres minutos de carrera por el pasillo de los Van de Poel, ya estaban los dos favoritos a solas y rodeados por 50.000 vociferantes espectadores. Y así, pegados como llevan desde las carreras infantiles, llegaron a la recta final. Van Aert parecía con más opciones, pero Van der Poel descorchó el sprint desde lejos. Y esa decisión, sostenida con una arrancada de coloso, le valió su quinta medalla de oro. La consiguió sin salir de casa. El bronce fue para el belga Eli Iserbyt y Felipe Orts acabó decimonoveno.
Sin lluvia ni barro, el trazado estaba hecho para la velocidad. Pura potencia. A casi 30 kilómetros por hora. La selección de Países Bajos lanzó de salida a Lars Van der Haar. Van der Poel y Van Aert se soldaron a su estela y enseguida se quedaron ya a solas. El neerlandés había ganado cinco veces en este circuito, por sólo una derrota. Al belga, triple campeón mundial, siempre se le había atragantado este escenario en las pruebas de la Copa del Mundo. Con tanto público, parecía un estadio de fútbol. Van Aert jugaba a domicilio en el coto privado de su eterno rival.
A la par siempre
Cubrieron a la par las diez vueltas. Van der Poel, acróbata, sacaba ventaja en los saltos sobre los tablones. Van Aert le neutralizaba de inmediato. Se repartieron varias ráfagas ataques. Y, como casi siempre, comprobaron que parecen gemelos. Las mismas fuerzas. El Mundial sólo podía resolverse por un error en una trazada, una avería o, como sucedió, al sprint. En el último descenso antes de desembocar en la recta de asfalto, Van Aert cogió la delantera. Quería manejar así el volante de ese final. Confiaba en su fuerza. Se ha impuesto en llegadas masivas del Tour. Pero Van der Poel le sorprendió. Nada más tocar el asfalto, el neerlandés encendió su enorme motor y pedaleando hasta con los codos no se dejó remontar.
Entró primero en su casa y recogió su quinto mundial. Ya tiene las mismas medallas de oro que el suizo Albert Zwifel, el francés André Dufraisse y el italiano Renato Longo. Con 28 años, Mathieu Van der Poel se acerca a los siete títulos del mejor, el belga Eric De Vlaeminck.
Con esta victoria, el neerlandés sigue escribiendo la historia ciclista de su familia. En julio, en el pasado Tour, se vistió de líder como antes, en 1984, había hecho su padre, Adrie, y como nunca pudo hacer su abuelo materno, Raymond Poulidor. El nieto le dedicó ese maillot amarillo a 'Poupou', fallecido en 2019. «Este quinto Mundial en casa es una de mi mejores victorias», definió Mathieu van der Poel, que volverá a encontrarse con Van Aert en clásicas como el Tour de Flandes, ya en primavera. El ciclismo lo pasa bomba con este par de incansables gemelos.