Lo que hemos vendido al mundo

Aun sin ser aficionado al ciclismo, difícil fue no contagiarse ayer con la alegría en las calles al paso de la caravana amarilla, pese a los 'haters' que han clamado por la incomodidad de adaptarnos a las exigencias de la carrera. Pero ha merecido la pena. Todos fuimos ese hombre de barba blanca disfrazado de diablillo que al paso de los ciclistas por Nabarniz enarboló el tridente y dio un saltito alborozado de alegría. O el surfista que en la mar en calma de Mundaka logró sus 15 segundos de fama al ser enfocado mientras pillaba una suave ola. Doce millones de euros ha costado traer el Tour a Bilbao, pero son muchos más los millones de espectadores que, a través de la señal rebotada a 200 países, han seguido el inicio de una de las carreras ciclistas más importantes.

El escaparate se inició con el aurresku de honor a los visitantes, un poco de folclore para darnos a conocer a los que aún no lo han hecho, con lo que de bueno pueda tener eso para Euskadi. Y luego, unas imágenes que, modestia y chovinismo aparte, despertaban las ganas de visitar ciertos lugares incluso a los que ya los conocemos. La vista de pájaro nos favorece mucho.

Siguiendo la competición por Teledeporte, Eurosport y otros tantos canales de internet que emitían en inglés sabemos lo que ha trascendido de nosotros gracias a las imágenes captadas a pie de carretera y desde los helicópteros. Pero también a los comentarios de los encargados de retransmitir el Tour, confusiones incluidas.

Si tuviéramos que elegir algunas de las imágenes más entrañables de la villa serían las del funicular de Artxanda y la grúa 'Carola' del Museo Marítimo, símbolos del monte y el mar en nuestra propia ciudad, al margen del emblema por excelencia (con permiso de San Mamés) exhibido hasta la saciedad por la organización del Tour:«El impresionante Guggenheim –dijo Carlos de Andrés, veterano comentarista de Teledeporte–, polo de atracción importante para una ciudad que busca abrirse un poco más al mundo con esta salida del Tour».

Cómo sabe De Andrés. Aunque le pilláramos en renuncio al paso del pelotón por Lemoiz, cuando vimos imágenes de la central nuclear salpicada por la vegetación que suele invadir los lugares abandonados... Dio por sentado que estaba funcionando, pero la ciclista alavesa Lourdes Oyarbide le sacó de su error. «Rompe toda la belleza de la costa», lo arregló él.

La carrera supuso un repaso a lo más bonito de la geografía vizcaína, pero sobre todo dejó patente la cantidad y la calidad de la afición vasca, que ha volcado su emoción, alegría y pasión en acompañar a los ciclistas y empujarles en las pendientes sin ponerles en peligro. Los arcenes llenos de ikurriñas, banderas del Athletic, gorros naranjas como guiño al equipo vasco Euskaltel y camisetas del maillot de montaña regaladas por la organización del Tour dieron color a la carrera. Si el precioso adoquinado de la París-Roubaix es lo que caracteriza a esa clásica ciclista, los aficionados vascos han conseguido ser lo mejor de esta etapa, y eso también es importante si se trata de darnos a conocer.

El Teatro Arriaga, la Catedral de Santiago, el Zubi-Zuri y la 'Libélula', la Universidad de Deusto, el Azkuna Zentroa... Las cámaras fueron desgranando cada rincón de la villa antes de iniciar el recorrido por las carreteras vizcaínas. Incluso Cantabria se vio beneficiada de esta publicidad que de Euskadi hemos mandado al mundo, pues la señal incluyó bonitas imágenes de... Castro Urdiales. Venga, lo damos por bueno porque está lleno de vizcaínos.

En Astrabudua, el apoyo de la afición volvió a ser apoteósico y llegando a Getxo vimos preciosas imágenes de la basílica de Santa María de Portugalete y del Puente Colgante engalanado de amarillo. El Palacio de Lezama Leguizamón fue rebautizado por los rótulos en francés como el Castillo de Santa Ana, y una hermosísima imagen de la playa de Ereaga en sol y sombra y vacía sorprendía incluso a los espectadores vascos. El castillo de Butrón también tuvo su momento. Pero lo que sin duda caló entre los espectadores fue la imagen de nuestros bosques, como el tapizado monte Jata, y la belleza de las playas de Plentzia, Gorliz, Bakio, Laga, Laida... exhibidas con detalle.

Y así llegan a Getxo y el helicóptero muestra preciosas imágenes de la basílica de Santa María de Portugalete y del Puente Colgante, engalanado de amarillo para la ocasión, los barcos navegando por la ría mientras las cámaras se regodean dando vueltas aéreas y mostrando ambas márgenes. Se centran también en la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia con la cúpula y el Palacio de Santa Ana.

Qué decir de Rocadragón, perdón, San Juan de Gaztelugatxe... El canal Global Cycling Network (GCN) explicó en inglés toda la historia de cómo fue escenario de la grabación de 'Juego de Tronos', incluido el dato de los 241 escalones hasta alcanzar la ermita. Relució el faro de Matxitxako con Ogoño al fondo, mientras Bermeo se volcaba con los ciclistas.

A la vista de Mundaka, en Teledeporte aprovecharon para recordar su famosa ola: «La costa vasca es espectacular, los pueblos vascos son muy auténticos, cada uno tiene su singularidad y merece la pena visitarlos». De repente. Alguien soltó que quieren hacer otro Guggenheim en Urdaibai…

Y De Andres pensaba que le estaban vacilando. Acto seguido se puso a alabar el verde de nuestro paisaje... Lástima la cantidad de eucaliptos que mostraron las imágenes, como cuando se produjo la caída en la bajada del Vivero. Bueno, solo los más entendidos se habrán percatado de ello. Y se han visto muchos robles.

El pelotón recorría Urdaibai, pero no apareció el castillo de Arteaga, una pena. Eso sí, la cadena Cycling Today pasó un buen rato alabando el deporte de la pelota vasca, algo que merece la pena ver, dijeron. Las ikurriñas llenaban los arcenes y los aficionados subían las cuestas junto a los ciclistas... Gran recibimiento en Gernika, con un largo plano que mostró el famoso árbol de la Casa de Juntas. En la subida a Morga, caseríos y frescor de los montes;en zonas de España castigadas por el calor seguro que nos miraron con envidia. En un momento se abrieron unos claros, solo faltaba un poco de sol y ahí estaba.

Galdakao saludó con un gran letrero. En la subida al Vivero la gente explotó, el pasillo estrecho, la alegría exultante. Yendo hacia Pike Bidea, preguntó un comentarista: «¿Bidea es camino, no?». Sí, también ha servido para enseñar nuestra lengua. «Los vascos transmiten su energía ¡Vaya espectáculo, vaya público!», comentó De Andrés. En Bilbao no cabía un alfiler. Esto también es lo que somos. Qué ambientazo transmitieron las imágenes. Daban ganas de haber estado ahí en vez de frente al ordenador. Hemos llegado a la meta. Y ha sido fantástico.

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