El gran día de Bilbao
Después de mucho tiempo de espera, la ciudad ingresa desde hoy en la historia del Tour
El 14 de diciembre de 2020, en plena pandemia, un coche estacionó de incógnito en el garaje de la Diputación de Bizkaia. Su ocupante era ... Christian Prudhomme, director del Tour, y no quiso pisar las calles de Bilbao por si alguien le reconocía y ataba cabos. Había concertado una reunión secreta con Juan Mari Aburto, Unai Rementeria y Bingen Zupiria. Los representantes institucionales estaban muy nerviosos. Cuatro años después de que alguien mencionara en un despacho de la institución foral la posibilidad de que la villa fuera protagonista de la ronda gala y consumidas horas y horas de intensas negociaciones, el máximo responsable de la carrera iba a darles la respuesta definitiva. En realidad traía dos noticias: una mala y una buena. La ciudad no podía acoger una etapa en 2022 porque el covid había obligado a modificar sus planes. Pero les propuso que fuera escenario del Grand Depárt en 2023.
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El acuerdo se cerró de inmediato. Era una oferta irrechazable, un regalo más bien. El sueño abonado durante tres décadas, desde que el Tour había estado en Euskadi por última vez, en 1992 en San Sebastián, ya tenía fecha para materializarse. Las etapas para alcanzar una meta tan anhelada habían sido duras y sinuosas, con rampas exigentes y muros que parecían infranqueables. El recorrido ha sido similar al que deberán completar hoy los ciclistas en parte de Bizkaia y en su capital. Han sido citados a las 12.30 horas en la explanada de San Mamés para que empiece el espectáculo del tercer evento deportivo con mayor proyección internacional tras los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol. Ya no hay que pellizcarse para cerciorarse de que lo que ocurre es real. Los ciudadanos lo han comprobado desde hace semanas, cuando el amarillo Tour se ha adueñado de Bilbao y del territorio.
Páginas de oro
«Esta tierra adora el ciclismo», repite con convicción Prudhomme cada vez que tiene una oportunidad. Ha pasado de la clandestinidad con la que visitó la villa aquel invierno prenavideño a la omnipresencia en los actos vinculados con la Grande Boucle. Sabe de lo que habla. Sólo hace falta salir a las calles de la ciudad y darse una vuelta por los municipios por los que transitarán los corredores para comprobar la pasión con la que los aficionados han recibido el Tour. Lo han abrazado y se han sumergido en él sin titubeos, como si fuera parte de la familia. Diferentes generaciones unidas por imágenes en blanco y negro y en color de héroes que resistieron y otros que cayeron compartirán un día histórico y entrarán en las páginas de oro de una prueba que ha trascendido el ciclismo para convertirse en un fenómeno social de proporciones gigantescas. Grande el Tour y grande la afición, la bilbaína, la vizcaína, la vasca.
La villa estará blindada al tráfico y habrá limitación de movilidad; es un cierre para abrirse al mundo
Lo bueno de una competición de esta envergadura es que cada uno puede elegir la forma de participar en ella. El circuito es cerrado, sí, pero el aire libre es un reclamo irrebatible para participar en una fiesta universal con actividades programadas para antes, durante y después de la etapa. Es muy difícil calcular el número de personas que tomarán las riberas de las carreteras para animar al pelotón; o las que se darán cita en el Fan Park instalado en El Arenal para ver a los ciclistas en una pantalla gigante; o los que han quedado para estar in situ en la salida y después ir rápido a sus casas para seguir la jornada por televisión... Ayer ya había mucha gente en las cunetas de los principales puntos de paso para asegurarse un buen sitio desde el que ver y animar a los corredores. Son los primeros abanderados de una población volcada a la que observan con atención millones de personas de los cinco continentes.
Salvo urgencia u obligación, el Grand Départ será también el día sin coche y de movilidad limitada en diversas áreas de la urbe. El Tour es una enorme ciudad ambulante y funciona con sus propias reglas. Y son estrictas. Su caravana es tan colosal que obliga a cierres parciales y totales del tráfico con numerosas horas de antelación, a reducir drásticamente las zonas de estacionamiento, a clausurar calles, avenidas, plazas y parques, a atender incómodas recomendaciones, a modificar itinerarios... Pero también reserva espacio para la invasión de los turistas y de los 'touristas'; agita el ambiente para que las terrazas bullan como nunca; genera un efecto contagio que convierte los ríos de aficionados en caudales y torrentes; acerca los barrios lejanos al centro; convierte los comercios en escaparates cómplices de la fiesta amarilla; llega a todos los estratos sociales; y habla todos los idiomas. Le Tour c'est le Tour.
El Tour trasciende el deporte para convertirse en un fenómeno social de proporciones gigantescas
El alcalde Juan Mari Aburto es consciente de esta ambivalencia y en sus apariciones públicas de estos días ha repetido los mismos mensajes y peticiones, más allá de los matices por el lugar y el contexto. El regidor ha subrayado que la presencia del Tour es una ocasión única para enseñar las virtudes de Bilbao al mundo y ha solicitado a los ciudadanos que sean «generosos» en la gestión de las restricciones y que sean protagonistas privilegiados de un evento sin igual.
Sus vecinos han recogido el guante. El ambiente en las arterias bilbaínas es espectacular -las recientes vacaciones escolares y un turismo desbordante ayudan mucho en este sentido- y el jueves, en la presentación oficial de los equipos en el Guggenheim, la lluvia no amilanó a los aficionados, entregados en cuerpo y alma a sus ídolos. Los propios ciclistas se hacían 'selfies' con el museo como telón de fondo, conscientes de la singularidad del momento.
Espejo y escaparate
Es tiempo de blindaje, sí, pero con una vocación aperturista infinita y más allá. Hace tiempo que el Tour derribó las fronteras para hacerse aún más cosmopolita. El deporte se creó para eso, para unir lo que separan las banderas. Francia, tan extensa, se había quedado pequeña. Necesitaba expandirse en la era de las imágenes y de las redes sociales. Sin embargo, sólo 25 ciudades pertenecen al selecto club elegido por la ronda gala para el Grand Départ. Y Bilbao es una de ellas. El espejo en el que se mira es inmenso. El escaparate internacional, también. Nunca el cierre de la capital vizcaína había sido tan abierto. Ha llegado, por fin, el gran día de la villa. El sueño echa a rodar. Lo que se decidió en un despacho de apenas un puñado de metros cuadrados ha cristalizado dos años y medio después en un paisaje libre, despejado, descubierto. Y con un seguimiento imposible de medir. El mundo mira a Bilbao. Y lo hace con envidia.
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